Tal vez no lo sepan ustedes, pero para conocer al híbrido perfecto entre el rocambolismo diegético de God Is An Astronaut, la conciencia verde de Sigur Rós y el paisajismo tenebroso de This Will Destroy You resulta que había que viajar al norte de Italia. Concretamente a “la docta, roja y gorda” Bolonia, de donde es natural el inclasificable trío JoyCut. Y atiendo a mencionar su condición esquiva de etiquetajes, no solo por tirar de cliché y manual, sino por entera convicción. Pues si su propuesta es ya de por sí de origen dispar, lo que Pasquale Pezzillo, Gaël Califano y Matilde Benvenuti hicieron el pasado sábado en las inmediaciones del Teatro Auditorium Manzoni junto a la apabullante Orquesta del Teatro Comunale directamente no tiene nombre.
Ante la atenta y excitada mirada de un teatro lleno hasta la bandera, la orquesta afinaba sus instrumentos, generando una salvaje jaula de grillos que calló tan pronto como una voz comenzó a relatar un pasaje de “La Obsolescencia del Hombre” de Günther Anders (convenientemente escogido para aclimatar nuestro cuerpo y mente ante las ambiciosas dos horas y media que acontecerían a partir de ese momento). Con la banda original situada en un discreto y humilde segundo plano, comenzaron a sucederse una serie de apasionadas estampidas sonoras, rellenas de mensaje y conciencia, hábilmente transcritas a través de melodías tan llenas de rabia como de esperanza, y que tan solo se atemperaban por orden y señal del director, Valentino Corvino.
Un giro cinematográfico y elegante en el sonido de JoyCut que le va como anillo al dedo al mismo y con el que los italianos lograron subrayar a lo largo de sus diferentes bloques y pasajes la poderosa y comprometida intención narrativa que se esconde entre las cadencias de sus sonetos mudos. La libre interpretación estaba a nuestro alcance, tan solo cerrando los ojos y dejándonos llevar por ese tubular e inmersivo aguacero de vientos y metales salpicados de tribales percusiones; sin embargo, Pezzillo y los suyos no dan puntada sin hilo y su confesa carga social pronto lograría removernos en nuestros asientos, recordándonos las consecuencias de la acción humana sobre nuestro planeta (protagonista total del encuentro, y de las respectivas canciones del último disco de la banda, “TheBluWave”). Catástrofes naturales, desastres forestales, deshielos, riadas, incendios, consignas contra diversas injusticias o la simple crueldad animal tiñen de sangre y culpa la tela en la que se reflejan los visuales proyectados por la banda, mientras unos metros por debajo, en el escenario, se produce una disonante batalla entre el post-rock más catártico y la neoclásica más impoluta.
Ambos contendientes terminan por entenderse entre crochés de sintetizador, bases minimalistas, loops distorsionados, tambores de guerra y líneas estridentes de violín, dando como resultado un todo triunfal, dispuesto no solo a poner sobre el tapiz todo lo que hemos perdido, sino las muchas razones que todavía nos quedan para celebrar la vida (“Good times are coming”, termina jaleando el respetable al ritmo de su “GTRC”). Con esta premisa, acontecieron algunos de los tramos más íntimos y personales del encuentro, como la interpretación de “Lisantrope_”, canción que Pezzillo dedica a su abuelo, tristemente fallecido durante la pandemia, o el despliegue psicodélico y progresivo de “Plato|SHIRAKABA [TheSmileOfTheSun]”, responsable de que a todos los presentes se nos pusiera un nudo en la garganta ante la forma tan pura que la banda dispone de dejarse inspirar por las cosas que de verdad importan.
Platea y palcos del Manzoni quedaron aturdidos tras este extenso free-style disruptivo en el que tuvieron a bien darse encuentro las diferentes aristas del imaginario de JoyCut (desde el oscuro y post-industrial sino de temas como “DarkStar_” hasta el vitalismo sobrecogedor de “TheFirstSong_”), logrando con ello que las decenas de almas reunidas en el teatro sincronizásemos nuestras pulsaciones y volásemos al unísono entre sus melodías crecientes y conmovedoras. Una velada espectacular que concluyó con una ovación infinita y con el único pero de estar pertinentemente fundamentada en la trágica y gradual pérdida de todo aquello que en este preciso momento nos rodea. El trabajo de JoyCut no es un mero hilo musical, sino un bofetón de realidad que nos invita sin demasiadas opciones a ponernos las pilas y sensibilizarnos. No nos engañemos: la Tierra no se muere, la estamos matando nosotros.
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