La guitarra hipnótica
Conciertos / Chris Brokaw

La guitarra hipnótica

8 / 10
Josetxo Río Rojo — 14-01-2015
Empresa — Born! Music
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Eneko García Ureta

Seguramente más de uno se acercará a alguno de los conciertos de la extensa gira, 15 fechas programadas, que Chris Brokaw está realizando en estos momentos, al abrigo de la llamada de su pasado. Haber sido fundador, batería y guitarrista de Codeine y compañero de aventuras musicales de Thalia Zedek en Come, marca. Al fin y al cabo, son dos de las bandas esenciales en el desarrollo del rock alternativo norteamericano de los años 90, por mucho que los oropeles mediáticos se los llevaran otros.

En la sesión del Kafe Antzokia en Bilbao, su presencia fue teloneada por Kim Fasticks, alias artístico del zaragozano Jorge Berges, que se mueve entre el folk con aires neoyorquinos y la aparente fragilidad de una voz que recita historias entre el surrealismo y la psicodelia. Canciones suaves como “1000 Flowers” contrastan con un final de set arrumbado por la electrónica minimalista, repetitiva y, al mismo tiempo, con la misma apariencia de dulce fragilidad que su vertiente acústica.

Así que la solitaria presencia en escena de Chris Brokaw extrayendo distorsión rampante de su eléctrica y de su pedalera puso el contraste en su sitio. Porque más allá de aquellas dos bandas y de los cientos de colaboraciones que realiza con cualquier músico que lleve el adjetivo de inquieto en su círculo de influencia, Brokaw mantiene una carrera en solitario espléndida y prolija, entre bandas sonoras, experimentación y sus, por él llamadas, canciones cantadas. Y a estas es a las que dedicó la noche en mayor medida. Porque oficialmente la gira sirve de presentación para su nuevo trabajo, puesto en circulación estos mismos días, “The Periscope Twins”. Pero es éste un disco doble con dos únicos temas de 40 minutos cada uno, enfrentando desarrollos acústicos con explosiones electrónicas y ruidistas. Brokaw, empero, se centró en directo principalmente en su disco de 2012, “Gambler’s Ecstasy”, donde la cortante “California” da pie a dos delicias como “Crooked” o “Into the Woods”, ambas con sus notas de guitarra jugueteando con el pop y el folk eléctrico de desarrollo hipnótico, mientras “Danny Borracho” acerca la supuesta normalidad de una canción indie-rock al uso o “Richard and Vanessa in the box” se derrite entre el puro magma de distorsión y psicodelia. Y entre ellas, “The Appetites” destaca como lo que es, una larga cabalgada creciente de mesmerizantes juegos musicales y mentales, las dos dianas principales de las varias almas del neoyorquino asentado hoy en día en Seattle. Y son esas diferentes almas las que nos dejan un pequeño reflejo instrumental de su última banda sonora, “Now, Forager”; o parte de las revisiones del profundo cancionero tradicional norteamericano que viene realizando junto a su amigo Geoff Farina, aquí representado por el mito fundacional del afroamericano “Stagger Lee” y sus cuitas con Billy Lyons; o esa abrupta pero deliciosa “She’s a fucking angel” que dedicara a su mujer y grabara junto a The Martha’s Vineyard Ferries; o la árida “I remember” y la fértil “Blues for the moon” con las que anticipa el final.

Que no, no llega a golpe de extremismo ruidista, de psicodelia distorsionada. Mejor dejar el sabor de boca de una preciosa versión de Jenifer Jackson, “Whole wide world” o una casi susurrada “Anacordia”. Hoy tenemos estas almas. Mañana serán otras. Pero todas son Chris Brokaw.

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