Sabbra Kadabra
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Sabbra Kadabra

8 / 10
Urko Ansa — 11-11-2018
Empresa — Madness Live
Fecha — 08 noviembre, 2018
Sala — Santana 27 (Bilbao)
Fotografía — Unai Endemaño

Que baje Dios. Si esto no es uno de los espectáculos más grandiosamente avasalladores, que baje el todopoderoso y lo vea. La doble propuesta de este jueves otoñal fue una auténtica fisión de núcleos pesados que liberó ingentes cantidades de energía al selecto (y escaso) público allí congregado. Dos tríos con la batería en el centro del escenario y guitarra y bajo en los extremos para bombardear con neutrones el núcleo pesado del Heavy Rock. Una experiencia total y abrumadora en todos los sentidos.

Saltaron sin demora los suecos Monolord (foto inferior) y construyeron un muro omnipotente y supremo nada más enchufar sus instrumentos. Lo primero que hizo el guitarrista y cantante Thomas V. Jäger fue pisar un pedal para crear una masa de sonido que fue cogiendo forma a medida que desarrollaban una atmósfera opresiva, formidable y embriagadora. Y ahí es donde llegamos a la clave de este grupo tan denostado por público y crítica en su anterior visita -marzo- como teloneros de Black Label Society en Gasteiz: Una vez sondeados y tentados por su universo, donde las individualidades y exposiciones se sacrifican en favor del todo, no hay marcha atrás. O te rindes irremisiblemente o te quedas fuera. El batería Esben Willems castigaba con dureza parches y platos, con una ejecución aparentemente sencilla y precisa, siempre con la contundencia que este tipo de propuesta requiere. Es el metrónomo lento y pesado, apoyado por Mika Häkki, con sus notas de bajo al límite de los tonos graves, siempre dinámico y poderoso en sus movimientos.

Thomas tira de pedales y el ambiente arde de una forma arrolladora. Incluso se marca algún breve solo mientras la hipnosis sigue su curso en temas afortunada y necesariamente largos. Ahora sí, el último tema lo identificamos sin ninguna duda: Es la mastodóntica "Empress rising" de su debut de hace 4 años, una maravilla de 12 minutos de duración al final del cual se nos queda el riff metido en la cabeza y no queremos que se nos vaya nunca. El trío se retira en lo más alto y nos deja un saldo de 40 minutos de actuación que nos saben a poco, aunque superaran en 10 el minutaje de su visita del mes de marzo. Se han mostrado como teloneros de lujo, por lo que un concierto como cabezas de cartel sería un sueño... que dudo mucho se vea cumplido por estos lares.

Si los de Göteborg dibujan un universo y ofrecen la posibilidad de sumergirse en él, los teutones Kadavar (foto encabezado e inferior) literalmente toman la plaza al asalto y te hacen viajar a 1.600 km/h impulsado por su fuerza gravitacional. Venían a presentar su último trabajo en directo, "Live in Copenhagen" editado por Nuclear Blast igual que casi toda su discografía. Un par de minutos antes de lo anunciado, saltan los tres melenudos y desatan una auténtica tormenta sónica con algunos temazos de su último álbum de estudio, editado el año pasado, como los aplastantes "Skeleton blues", "Vampires", la perturbadoramente deliciosa "Into the wormhole" (Stoner lento y aparatoso) y el hit potencial "Tribulation", en medio de los cuales atacaron con una pieza de su debut, "Living in your head", súper estimulante y poseedora de una distorsión tremenda, como las otras cuatro ya comentadas. A todo esto, un sonidazo abrumador y mesiánico nos pulveriza y nos aturde, mientras no quitamos ojo al guitarrista y cantante Christoph "Lupus" Lindemann, que no para de hacer solos a toda pastilla y sin dejar de mover las melenas arriba y abajo. Un instrumentista como la copa de un pino que en ningún momento se pasa de la raya sino que nos dibuja un estimulante cosmos de fantasía. En estos tiempos de exhibicionismo gratuito, "Lupus" marca la diferencia a base de talento y un flujo de notas y efectos de sonido atómicos.

Vuelve la voz comprimida de "Lupus" a profundizar en el continuum de "Eyes of the storm" y la increíble "Purple sage", ambas de su debut de 2012. Esta última comienza con unos efectos y ecos absolutamente hipnóticos, con reminiscencias al glorioso rock progresivo de los 70, y mientras "Lupus" toca la Slide guitar con una botella cerveza, el tema crece y crece y el risueño e imaginativo batera Christoph "Tiger" Bartelt se convierte en la estrella absoluta a base de redobles a lo Keith Moon y una precisión demoledora. El ambiente Sabbathico se ve acompañado de ese toque jazzístico de algunos temas de los de Birmingham. Un tema de alternancia de ritmos y ambientes, de lo mejor de su discografía. Entre medias, "Broken wings", que en cierto modo recuerda al "Come together· de los Beatles.

Otro más de su debut, posiblemente "Forgotten past", nos devuelve al stoner para desembocar en "Doomsday machine", la eufórica y mastodóntica joya de la corona, con un estribillo matador y una voz mágica. El altísimo bajista Simon "Dragon" Bouteloup, el único miembro no original de la banda aunque ya lleve cinco años en ella, creador de una masa sonora robusta e imperiosa, es una pieza clave en todo este conglomerado sonoro y su presencia escénica, arrolladora. Y así, se despidieron con la rápida "Into the night", con su ritmo entrecortado y estribillo de Stadium Rock, y volvieron rápidamente para los bises.

"Die baby die", tema redondo y certero del último disco en estudio, y la cruda y fabulosa "Black sun" rubricaron el cierre de una actuación extraordinaria, de solo hora y media clavada aunque con un regusto a gloria y triunfo que nos costará olvidar en una buena temporada. Gloria setentera y noventera siempre imaginativa y victoriosa, algo que no pueden decir muchos grupos supuestamente destinados a salvar al Hard Rock y al Metal.

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