En estos tiempos en los que los conciertos parecen una vorágine de grupos de moda que agotan en minutos las entradas de grandes recintos, es de agradecer propuestas como la que Jero Romero ofreció el pasado viernes la Fundación Círculo de Burgos. Un auditorio en el que ex líder de The Sunday Drivers aterrizaba en modo acústico e intimista, con la intención hacer un repaso por sus tres discos en solitario, siendo el último de ellos “Miracoloso” (Auto, 22). Un concierto apuntalado por ese formato en el que las canciones se defienden sólo con guitarra y voz, y que motiva que las composiciones se vean de una forma más primigenia y desnuda.
Comenzaba el concierto con el auditorio prácticamente lleno y el músico recordando los diez años que hacía que no pisaba la ciudad con sus consiguientes disculpas, antes de empezar a desgranar, una por una, las piezas de sus discos, en una primera parte del concierto en la que fueron especialmente coreados temas como “Correcto”, “Desinhibida”, “Nadie te ha tocado” o “Las ballenas”. La palpable complicidad entre el autor y el público, fue una constante, con una narrativa entre las seleccionadas que ayudaban a comprender mucho mejor aquellas intenciones latentes en Romero cuando, en su momento, dio forma a las propias canciones. El concierto se fue desarrollando un áurea específica, en el que la voz de Jero Romero levantó un mantra de lo más inclusivo. No era raro ver la cara de satisfacción de los asistentes, sabedores de que estaban ante uno de esos conciertos que perduran en la mente por puramente especiales. Tanto en ejecución como por la misma selección de las canciones, entre las que se colaron temas menos habituales del tipo de “2010”, “El Ventanal” o “Hombre mayor”.
Ya en la recta final, y tras la que parecía que había sido la última canción del concierto, “Plantas de interior” (y con la sala en pie agradeciendo lo vivido), llegó la sorpresa en forma de un tema inédito, “Una gran insolación”, uno de los nuevos cortes en los que Jero Romero está trabajando, según reconoció. Ahora sí, con el público aún asimilando todo lo sentido en casi hora y media del concierto, el protagonista se despidió, prometiendo que la siguiente visita no se haría esperar durante tanto tiempo. Y señalando que, como a él le gusta pensar, un concierto puede haber sido satisfactorio cuando, aunque sea por un segundo, cada asistente se ha sentido solo en la sala y se ha visto pensado que aquello acontecía en exclusica para él. Misión cumplida.

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.