El sagrado sonido de la oscuridad
Conciertos / Mark Lanegan

El sagrado sonido de la oscuridad

8 / 10
Yahvé M. de la Cavada — 11-03-2015
Empresa — Mercury Wheels
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Bert Savels

Anoche volvimos a sentirnos en presencia del rey lagarto. Quizá porque ver un concierto de Mark Lanegan es como mirar durante hora y media la portada del “Absolutely Live” de los Doors, con ese Jim Morrison asido a su pie de micro con la misma facha del siempre impertérrito Lanegan, o quizá porque, a pesar de la distancia estilística entre ellos, Lanegan rezuma la misma energía chamánica que Morrison.

Como con aquel personaje del cuento de Hemingway que llevaba la muerte dibujada en el rostro, su mera aparición en el escenario es sobrecogedora: desde sus esquivos (¿calculados?) gestos, siempre ejecutados con cierta afección y rotundidad, hasta el último rincón al que arrastra sus canciones noche a noche. El show de Lanegan tiene algo de ritual, de sacrificio ofrecido a la oscuridad sobre la que tantas estrofas ha escrito. La gravedad con la que ejecuta cada tema es orgánica y transmite la credibilidad que sólo tienen los grandes.

No necesita demasiado para callar voces y abrir bocas. El set en Bilbao se abrió con un apabullante “When your number isn’t up” interpretado acompañándose exclusivamente de la guitarra eléctrica de Jeff Fielder, un formato en el que muy pocos pueden generar la intensidad alcanzada en el Kafe Antzokia con esa pieza, “Low” y “Dead on you”, haciéndonos desear a unos cuantos un concierto entero a guitarra y voz.

La banda al completo arrancó con el “No bells on Sunday” que da título a su EP del año pasado y desde ese momento vimos lo que se nos venía encima: una banda que sonaba como una apisonadora, con su fiel Aldo Struyf envolviendo todo con sintes y teclados, la extraordinaria sección rítmica de Frederic Lyenn Jacques y Jean-Philippe De Gheest y la guitarra de Fielder, que sorprendentemente hizo que no echásemos de menos al gran Steven Janssens (que acompañó a Lanegan durante toda la gira de “Blues Funeral”).

Y, por supuesto, el propio Lanegan: un tipo que, aunque siempre es fantástico, no siempre está fantástico. Sin embargo, en Bilbao estuvo perfecto de principio a fin, dejándose la piel en cada tema y mostrando una cercanía muy poco habitual en él (dio las gracias en tres ocasiones e incluso presentó a los miembros de la banda).

Desde el momento en el que arrancó una ovación espontánea al público con el punto álgido de “One way street”, Lanegan y su banda fueron descerrajaron un repertorio casi perfecto con imprescindibles como “Hit the city”, “Ode to sad disco”, “Morning glory wine” o “Riot in my house” y temazos de su nuevo disco como “Floor of the ocean”, “Torn red heart” o el “Death trip to Tulsa” que cerró el concierto tras un “Sleep with me” apoteósico. Aún estábamos aturdidos cuando el bis se abrió con un nuevo mazazo en forma de “Gravedigger’s song” y, tras “I am the wolf” y “The killing season” (con el gran Duke Garwood a la guitarra), el clásico “Methamphetamine blues” cerró un concierto absolutamente redondo.

Lanegan es un artista completo. Como vocalista representa la síntesis de la interpretación, haciendo de cada canción una pieza única en la que las palabras reptan entre su voz cavernosa y su intención severa. Como autor, ha creado un universo en el que pueden confluir piezas cocinadas al calor del rock más intenso o de los ritmos disco y post-punk que, disfrazados con su característica melancolía tenebrosa, ha desarrollado en sus últimos discos. Todo empapado de ambientes catárticos y un sonido granítico y demoledor que en directo crece hasta límites insospechados.

Como Jim Morrison, e incluso más que Morrison, Mark Lanegan cabalga la serpiente. Más allá del sonido y la oscuridad, su música es una de las cosas más auténticas que se pueden escuchar en directo en 2015.

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