La Tercera Comunión
Conciertos / Dantz Festival

La Tercera Comunión

7 / 10
Guille Iraola — 05-09-2019
Fecha — 31 agosto, 2019
Sala — Diversos escenarios/ Donosti
Fotografía — Lorena Otero y MGMarraco

Desde hace tres veranos, uno de los mejores planes para despedir agosto es acercarse a Tabakalera para ver que se cuece en el Dantz. Parece que en el encuentro de música electrónica de Donostia se empieza a recoger lo sembrado, y la carta de presentación de esta edición no puede ser más rotunda: ¿Oscar Mulero y Esplendor Geométrico? Donosti no está helado.

Con dos escenarios de acceso gratuito dentro del propio edificio, merodear por Tabakalera recuerda, salvando las distancias, a cuando el Sonar Día se celebraba en el MACBA. A cuatro plantas en ascensor, la terraza Zabaltza acogía el viernes la pinchada del nunca suficientemente venerado Arcanoid, aunque todos los oídos de la tarde se centraron en el set posterior, con un DJ Araña que defendió su faceta de productor bajo el alias de Harry Baden. Adornando con detalles de drum n´bass una buena colección de panorámicas ambient a lo “Border Community early years”, Javi conseguía arrancar aplausos cómplices al final de cada track a un público entre el que destacaban músicos de la escena independiente local, periodistas, algún cocinero de élite y una nutrida representación de los agentes que cortan el bacalao cultural de la ciudad.

En contraste con el ambiente luminoso y de brisilla de la cuarta planta, la sala Kutxa Kultur Kluba se reconvirtía el sábado a búnker post post-apocalíptico. El calor y la atmósfera espesa de la sala aclimataron una misa negra synth en la que WLDV exorcizaba en solitario su faceta de pinchadiscos. Cerrando el mismo escenario, el productor Fabio Vinuesa exprimía una Roland JP-8000 como parte del discurso dub-techno que es Vacuum Exploration, dando buena cuenta de que propuestas de lenta digestión como la del colectivo Distopia Mutante tienen y deben tener cabida en un festival de estas características.

Por su ubicación y el ambiente que genera (y porque no llovió), el escenario de acceso gratuito más concurrido sigue siendo el ya tradicional stage a la sombra del precioso mamotreto arquitectónico que es la torre de Atotxa. Por la plaza Nestor Basterretxea desfiló una alineación basada en la cantera (con algún fichaje de Madrid), dando lugar a tardes de neo-verbena en las que es difícil no sentirse acogido. Bebés bailando brazo en alto desde sus carritos confirmaban que sigue siendo apuesta segura pinchar “Rose Rouge” de St. Germain, como hizo Pizky en su set. Por su parte, el zarauztarra Mario Azurza ahuyentaba el único amago de sirimiri en dos días tirando de delicatessen con “The Sun is Hight” de Feon, artista afincado en Londres que compuso este instant-hit baleárico tras una retiro de diez días a base de ayahuasca. Gracias Shazam por existir. Mucha bici con cesta, selfies, perritos, más perritos y más selfies, turistas en plan what is this y lugareños bailongos intentando explicar what was that.

Estos escenarios gratuitos, junto a los Dantz Point (spin-offs fuera de programa en espacios de relevancia social, cultural o arquitectónica), cubren -según los propios organizadores- la necesidad de llenar un hueco evidente. Aportan una nueva perspectiva en cuanto a temporalidad y tipología de los eventos, democratizando la música avanzada y haciendo del Dantz una reivindicación que va más allá de “montar un festival de electrónica”.

Como cabía esperar, el ambiente que se respira en los escenarios de acceso restringido (pagando entrada) es bien distinto. El guión de la primera jornada lo dictaba el esperado regreso a tierras vascas de Esplendor Geométrico, precedidos del experimento Jai Tiruriru (con Isa y Guantxe en plan kraut rock a la luz del videoarte japo-racionalista de Maialen Belaustegi), y del caliente y fiestero directo de Matias Aguayo. Fraseos constantes al micro y una ejecución perfecta del “baile del robot” le habrían valido al chileno el MVP al artista más bailongo de no ser por la entrega de Arturo Lanz poco después.

La puesta en escena de Esplendor Geométrico es sencilla: San Arturo Lanz salta como un cabritillo, baila sin camiseta, retuerce la voz y arrima cebolleta a micrófonos, bafles y asistentes bajo la atenta mirada de un Severio Evangelista impecable en su papel de Comandante Spock. En un acto difícil de repetir, las mismas paredes que se rendían a la producción mecanizada en los años veinte recuperaban ecos industriales casi un siglo después. El esplendor era esto. Visuales austeras para sesenta minutos de truchón industrial y delirio sonoro con regusto mozárabe que no decepcionaron a una vieja guardia desplazada desde capitales como Zaragoza y Madrid, pero también de pueblecitos modestos de los alrededores de Donostia como puedan ser Lasarte o Bilbao.

El set preciso y modular de Kastil recibe a un público que se acerca a Gazteszena (Sala Jareño para los amigos) con la idea fija de ver trabajar al infalible Oscar Mulero. Desde el sutil arranque hasta el desarrollo más Tresor, al madrileño no se le despistó ni medio bombo, y verle pinchar es -con permiso del Padre Ángel Molina- lo más parecido a ir a misa dentro del panorama techno nacional.

Con la resaca que deja seguirle la rueda a Parallax después de ser vapuleados por Mulero, la vuelta a Tabakalera la tarde del sábado la hacen más llevadera Aitor Etxebarria aka El_Txef_A y su particular ensemble. Un enorme magnetofón sirve de hilo conductor a una banda que firma un directo que es carne de Jazzaldi, algo que el de Gernika dejó intuir tiempo atrás, cuando el escenario del Dabadaba aún estaba hecho con palés. Tampoco faltó a su cita anual el combo Reykjavik606. Bien acompañados por las visuales de Inesfera y el bailarín Javi González, entre todos resolvieron un interesante diálogo entre video, danza, percusión y sintes modulares.

Como despedida de la programación en Tabakalera se apostó sobre seguro, contando con el proyecto conjunto de Tom y Ed Russell, que como Overmono despiertan el suficiente interés como para fichar por XL Recordings, ahí es nada. Los veteranos hermanos despacharon sin pestañear techno de vieja escuela y beats rotos, despidiendo con ecos de rave dos días de electrónica de calidad con una organización a la altura.

La segunda noche de Gasteszena esperaba el directo de Sega Sound Killers, cancelado por problemas de salud de uno de los integrantes. El incidente se resolvió con un imporvisando dj set que supo a poco después del rotundo warmup de una ALVVA impecable y con global bass en la carpeta como para parar un tren. También arrolladora, Carista incendió de ritmos garage y neo-soul lo que pudiera quedar en pie tras el set de su compatriota Max Abysmal. Sin dejar de tantear una pista casi hasta los topes, hits hedonistas como Midas Touch, de los “Nasty Bros” (descarga gratuita en soundcloud, por cierto), echaban el cierre a la Sala Jareño húmeda, calurosa y underground que nos gustará recordar cuando seamos viejos y aburridos, dando por concluida la edición que pone al Dantz en el mapa de los mejores festivales de música electrónica del país.

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