Volando vuelvo
Conciertos / Alhambra Monkey Week

Volando vuelvo

8 / 10
David Pérez Marín — 09-12-2022
Fecha — 26 noviembre, 2022
Fotografía — David Pérez Marín / Carmina Hace Cosas

Sevilla y Alhambra Monkey Week recuperan la normalidad absoluta, que no la añorada Alameda ni alrededores, o esas “sesiones dobles” para poder ver a esa banda que se te escapa, o la emblemática pista de coches de choque… Pero sí cuenta de nuevo con una mayor presencia internacional, tanto en la programación artística, con músicos procedentes de Latinoamérica y Europa, como en las jornadas profesionales DICE Monkey PRO. Una exitosa décimo cuarta edición por la que han pasado unas 3000 personas por jornada y más de 1000 profesionales y músicos acreditados. Tres días de música, encuentros y diversión a raudales con más de ochenta bandas nacionales e internacionales.

Al igual que el pasado año, los dos espacios elegidos han sido El Espacio Santa Clara, para los encuentros profesionales, y la comodidad del Cartuja Center Cite, con sus más de 33.000 metros cuadrados, albergando hasta ocho escenarios diferentes: el Auditorio Alhambra, el Escenario Altafonte, el Escenario Cristal, el Escenario Fundación SGAE, el Escenario AIE, el Escenario Plaza, el Escenario Parkineo by Jägermusic y el Club de Baile. Estos dos últimos, los más novedosos, uno rompecaderas dedicado a la cultura de clubs, y otro, recuperando la esencia made in Monkey, en un parking subterráneo.

 

Jueves de garrotín, jaleo y libertad

Los ojos brillantitos comienzan a entrechocar y multiplicarse por momentos en la entrada y aledaños de un Cartuja Center Cite preparado para la ocasión. De nuevo reina el eclecticismo, las raíces y las nuevas tendencias conviven y se retroalimentan en un sin fin de propuestas para todos los paladares y generaciones. Especialmente, en esta jornada inicial (y en varios momentos cumbres de los dos días siguientes), el flamenco se ha reivindicado, mutado y elevado hasta el tercer cielo y más allá.

Entre reencuentros y brindis, van tomando color y pulso el auditorio principal con María de la Flor, acompañada de un brillante cuarteto de cuerdas. La artista madrileña da el pistoletazo de salida a este Alhambra Monkey Week 2022, entre violines, viola y chello, dejando que su preciosa voz se extienda y recorra la sala como una brisa fresca de elegante tradición. Desgrana su último trabajo “Hilanderas” (22) y enciende la mecha del Monkey a fuego lento, meciendo la noche con ecos populares y la calidez envolvente de versos rebosantes de aromas y paisajes en su boca.

Tras la salida del disco, después de tantos meses, por fin voy a ver en directo a Rocío Márquez y Bronquio. El destino ha querido que sea en el festival donde los dos coincidieron por primera vez, con “La leyenda del tiempo” (79) de Camarón como nexo de unión y, entonces, el Puerto de Santa María como marco.

Unas grandes cortinas de fondo y una expectante oscuridad lo inunda todo… Bronquio, desde su mesa de mandos a la izquierda del escenario, arranca la nave espacial y despegamos hacia el “Tercer cielo” (22). Intuimos a Rocío Márquez tendida boca abajo en el suelo, a la derecha de las tablas, acercándose a él poco a poco, abriéndose paso con su voz por las atmósferas electrónicas, reptando como un ser que está destinado a arder y aletear como la más bella de las mariposas en llamas y cegarnos para siempre. Comienzan el viaje y nos unimos a ellos, como esos cuerpos y mentes que ansían fundirse el uno en el otro, en “Paraíso. Cuántos cuerpos por venir”. Milonga espectral que termina de romper y hacerse carne, pasión y sentimiento con esos “falsos y mismos amores que se clavan en el pecho”. La electrónica y el flamenco siguen su danza y hechizo con ritmos tribales por bulerías, con el espíritu de Lorca muy presente y versos compartidos de Rocío y Carmen Camacho en “Exprimelimones”, para terminar de poner patas arriba esta edición de Alhambra Monkey Week por (ra)verdiales con una “Niña de sangre” en la que Rocío gira sobre sí misma y con ella el mundo.

Nos sumergimos en los seductores y bellísimos tangos del “Agua” y nos araña “La piel” con los primeros fragmentos de esa seguiriya de soledad y frío que siempre acecha.

No hay tregua y vivimos en un estado de desbordamiento de emociones continuo, con un espectacular y minimalista juego de luces y una Rocío que actúa, baila, se vuelve a arrastrar por los suelos y renace de la luz o de las sombras con la misma naturalidad. Nos estrujan el pecho de alegría y aceleran las pulsaciones de Sevilla al completo a ritmo de garrotín, haciendo que la noche vuele alto, con “Ala rota” y curada al mismo tiempo, para pasar a regalarnos una vida extra más, al son de un pandero y aguilando al corazón, con la adictiva “Droga cara”.

Se sube a la mesa de mandos e interpretan el tema que provocó el chispazo creativo de querer compartir sus artes, la rondeña, galáctica hoy, “Empezaron los cuarenta” y, justo después, con Bronquio solo en escena y auto-tune en vena, suple a Livia cantando la rumba urbana “De mí”, con la sombra de Rocío creciendo, bailando y cantando tras las cortinas, como un truco de magia que no queremos que termine o un sueño del que no deseamos despertar.

Bronquio no para de jugar con la voz de Rocío y ella hace lo propio, ya sea recitando versos que funde con los fandangos sampleados de Caracol en “Prefiero la muerte”, o antes, modificando la respiración y repitiendo como una máquina ese “rrrr rrrrecoger” en el que parece atrancarse, transformándose en un ser robótico que dejó de amar por amor, “por recoger tus huellas, ha caído la nieve sobre la acera”.

Deblas, pregones, bulerías o una alabanza que resuena y renace de la luz como un “A ti” que pudo haber sido y siempre será, “calmando todos nuestros pesares”, para terminar envueltos de nuevo en la lisergia y oscuridad techno más afilada con “El corte más limpio”. Se despiden y se van dejando “La marca” más honda e imborrable de esta edición, ofreciéndonos de nuevo “el pensamiento de la yema de sus dedos”, entre susurros, brumas y ecos sonoros que rompen en grito y cristalina voz, con Antonio Mairena bajo las alas: “Aquel que se va, / va diciendo en el silencio: / ¡Qué grande es la libertad!”.

Después de esto, necesitamos coger aire, saborear y comentar lo vivido, cerveza en mano.

El dream pop naif y enamoradizo de Teresa Gutiérrez y Mira Paula, Ganges, flota morfínico en el auditorio, con un público que aún se encuentra en otra dimensión, tras la sobredosis de intensidad y descarnada belleza a la que nos han sometido Rocío y Santi.

Los Voluble, con su espectáculo “Jaleo is a crime”, son los encargados de devolvernos a la tierra y hacer que arda, bajo una bola de espejos, la madrugada, a ritmo de vertiginosa electrónica y activismo en vena. Un hipnótico collage sonoro y visual en el que se entrecruzan imágenes de archivo y la más pura actualidad, arrastrándonos al baile y al jaleo hasta el final de los días. Espíritu punk y combativo que demuestra que, frame a frame, beat a beat y quejío a quejío: el flamenco y la electrónica son armas cargadas de futuro. Inigualable sello propio que deja con la boca abierta y ojipláticos a más de uno y una, al filo de esa fina línea que separa el clímax, de la epilepsia más placentera. En un parpadeo pasamos de peregrinar al Rocío y en el siguiente asistimos a la exhumación de Queipo, a ritmo de bulerías de El Torta y la rave más venenosa, o bajos los quejíos de la Paquera de Jerez fundiendo con el deep house de Choice. Putos genios. 

Viernes de tres golpes y cantecitos de hierro y cromo

El sol brilla en Sevilla y Alhambra Monkey Week funciona ya a pleno rendimiento, con afluencia creciente de público a la caída de la tarde. Nuestra segunda jornada comienza siguiendo el rastro de la anterior, con la flamencura, heterodoxa y valiente, de un Rycardo Moreno que traza, acompañado de una cantaora, paisajes coloridos repletos de recovecos, luces y aromas a las seis cuerdas.

De la guitarra flamenca del lebrijano, a la eléctrica de una de las voces más cautivadoras de esta edición, Anna Andreu, artista catalana que ha firmado uno de los mejores discos del año, “La mida” (22). En esta ocasión lo defiende sola (Marina Arrufat, batería, teclados y coros, está de gira por Argentina tocando el violín) y el resultado cala muy adentro a todos los presentes que tienen la suerte de presenciar su actuación en el escenario Fundación SGAE. Además de recorrer su sobresaliente último álbum, con interpretaciones cargadas de sensibilidad y fuerza, como “La mida”, “Penyora” o la explosión final de “El mur”, también brillan canciones de su anterior y magnífico trabajo, destacando “El Calvari” y la vibrante “Torrent Sanguini”. Mención especial para la espléndida versión de la lorquiana “Canción del jinete” de Paco Ibáñez, el estreno en directo de la bellísima “Un revés”, tema escrito por encargo para la serie de Netflix “Alma”, y la mágica y envolvente calma estremecedora de “Quietud”, hermosísimo poema musicado de Maria Antònia Salvà.

Anna Andreu

El festival coge velocidad de crucero y hay que moverse para recorrer la ruta personal que nos hemos marcado: vamos primero al encuentro de B1n0 y nos sumergimos sin pensarlo en su delicada y elegante electrónica, plagada de ritmos y beats que crecen como enredaderas que te atrapan en pocos segundos. De “Daus”, a “Bum bum” o la hipnótica “Dance dance decadence V1”. Desandamos nuestros pasos y nos dejamos mecer por el folk desnudo y preciosista de Amaia Miranda, para volar luego al rebosante escenario Altafonte y disfrutar con la energía y desparpajo de Sila Lua, que nos demuestra en pocos minutos por qué se está hablando tanto de ella. Magnetismo, sensualidad y mucho flow en cada embestida de pop urbano y electrónica mutante. De “La hija del capitán”, a la pegadiza “Eres para mí” o “Makara”. Nos vamos con el ritmo en el cuerpo.

Sila Lua

En el escenario AIE recibimos el primer zarandeo potente del día con Chaqueta de Chándal, que repasan su último “Futuro, tú antes molabas” (22), conectándonos a bocajarro piezas afiladas como “Firme usted aquí”, “Vademecum”, o “Tú a Boston y yo a California”. Natalia Brovedanni exprime su guitarra y contagia su entusiasmo en cada tema, mientras Guillem Caballero toma las riendas del show entre canciones, con la ironía y acidez que le caracteriza. Nos llevamos dos dentelladas más de su pop-rock espacial a quemarropa: “A moderno resabiado no le mires el dentado” y “El amigo del mal”.

Aceleramos el paso para llegar a nuestro cabeza de cartel del día, pero antes, los cantos de sirena hacen que nos asomemos a la rebosante sala SGAE, y comprobamos que Kora tiene a todos los presentes más que embelesados. Nos pedimos un “Como si nada” y un “Marte” para llevar, que no dejamos de tararear hasta llegar al Auditorio principal.

Perrate, tras once años de silencio discográfico (que no artístico), ha creado uno de los trabajos más sobresalientes del año, “Tres golpes” (22), con un omnipresente y brillante Raül Refree en la producción. El cantaor utrerano sale a escena para presentarnos los nuevos temas, acompañado esta noche por Paco de Amparo a la guitarra flamenca, Antonio Moreno a las percusiones y Pepe Fernández a los teclados y bajo. Estas canciones son fruto de un respetuoso y concienzudo estudio de la música popular del siglo XVI, XVII y XVIII. Proto-flamenco empapado de perfumes y esencias de zarabandas, jácaras, folías y tonás, pasando por romances carolingios de tradición sefardí. A esas raíces acude Perrate y su voz cubista y áspera, como la madera y la tierra mojada que desprende mil aromas, nos regala un concierto inolvidable; repertorio bajo el latido doliente de los esclavos silenciados, muy presente, encrucijada donde los sones africanos se hermanan con cantes gitanos, pasando por ritmos caribeños de ida y vuelta que domina con la maestría y vanguardia natural de los grandes maestros. Así, nos hechiza con la genial chacona de negros y gitanos, “Boa Doña”, pasando por la folía que para las manecillas del reloj, “Yo soy la locura”, o esa interpretación, al alcance de pocos, del romance carolingio de tradición sefardí “Melisenda insomne”.

Perrate

Nos vuelve a dejar sin aliento por toná fantasmagórica en “Noche oscura”, y el Monkey se hace flamenco al completo por combustión instantánea con las seguidillas mitológicas de Alosno: “dicen que arde la casa de Cupido” y nosotros con ella.

Fin de fiesta con los cuatro músicos en pie desde el filo del escenario, entre palmas y zapateos, con el fandango callejero titular “Tres golpes”, rezumando caribe y jondura por cada poro de su piel.

De nuevo toca coger aire y nos llevamos una de esas gratas sorpresas y descubrimientos que, la casualidad y la magia del Monkey, nos regala con tanta frecuencia: The Boo Boo Bama Orchestra. Banda sueca todoterreno que quema las naves en el escenario (gratuito y exterior) Plaza, con una actuación a tumba abierta de principio a fin. Bailando entre el público, descamisados y hasta trepando por las barras de hierro del escenario. Show total con masterclass de rock and roll actitud y tromba de ritmos afrobeat, reggae y funky sin pausa. Todo con una potente y seductora voz que, por momentos, nos recuerda al Alex Turner más magnético y desenfadado. Nos olvidamos del frío y vamos a por más.

The Boo Boo Bama Orchestra

Se acerca el concierto más esperado, pero nos pegamos una última carrera para flotar en las atmósferas preciosistas y luminosas de Mariallüisa, en una sala llena hasta la bandera. De “Gira-sol”, a su último “Feel free”. Flotando llegamos al siguiente destino, la celebración de los 30 años de “Échate un cantecito”, disco imprescindible al que le han dado una vuelta y filtrado por su psicodelia floral y morfínica los Vera Fauna. Salen a escena los sevillanos y, tras una intro instrumental marca de la casa, con teclados extras y un saxo que brillará a lo largo del show, sale Kiko y “Salta la rana”, dejando claro el sello de Vera Fauna desde el inicio. Le sigue una colección de himnos desordenados que canta todo el auditorio como si fuera la última noche en la Tierra. Fluye y se siente la química entre Kiko Veneno y Vera Fauna, de “El mensajero” a “Fuego”, pasando por la muy coreada “Superhéroes de Barrio” o uno de los clímax creativos con la versión, muy reggae y pegadiza, de “Lobo López”. Nos caen, poco a poco, las diez indiscutibles masterpieces y cada vez hay más ojos brillantitos de felicidad en la oscuridad… Pero, también es cierto que algunos temas pierden frescura y entran en una uniformidad sonora que parece perder el soniquete que se nos quedó pegado para siempre en el inconsciente sentimental colectivo… Problema mío, claro, y del gran calado de estas inmensas canciones durante tantos años. En realidad hemos venido a jugar y lo meritorio era eso, saltar al abismo y arriesgar, transformar las canciones sin que perdieran la esencia, logro indiscutible que han cumplido con creces Vera Fauna y Kiko en este puñado de alegría que nos llueve y nadie deja de cantar ni bailar en ningún momento. Hay tiempo para “Reír y llorar”, echarse una rumba lisérgica “En un Mercedes blanco” y recrear en directo, fuera de carta, “Martes”. Fin de fiesta con un “Volando voy” a medio camino de Camarón y Tame Impala. Así, que se cumplan 30 años más y otra vida entera echando cantecitos.

Mención especial al setescenario Alhambra MondoSonoro "Échate un cantecito" por el que pasan a lo largo del fin de semana muchos de los artistas de esta edición para seguir celebrando a Kiko Veneno y sus canciones, cantando algunos de sus versos inmortales y temas propios. Una celebración de la música en toda regla con los grupos del presente y del mañana.

Del aquelarre de Lunavieja en el Parkineo, subiendo los decibelios entre conjuro y conjuro, pasamos a recuperar los oídos con los últimos ecos de la brisa fresca de Emilio José y, casi sin coger carrerilla, nos vemos saltando y saltando en la verbena y debut en solitario de Carlangas, junto a unos muy brillantes Mundo Prestigio como banda de acompañamiento. Suenan, pegadizos y adictivos, los adelantos del que será el primer disco de Carlangas, como ese “Cae la noche” cantado por todos, pero, cuando verdaderamente se derrite y se cae el auditorio, es con cada clásico de Novedades Carminha, tan potentes y divertidos como siempre: De las últimas “Ya no te veo”, “Verbena”, “Te quiero igual” o “A santiago voy”, al remate y locura total con “Dame veneno”. La fiesta le sigue perteneciendo al gallego más Monkey.

No nos queda ni un hilo de energía y nos retiramos con más ganas de Yo diablo, que dejan marca con un sonido primitivo y mántrico que rezuma azufre, como si Guadalupe Plata y Crudo Pimento se batieran en duelo al amanecer en un spaghetti western post apocalíptico.

Carlangas

 

Sábado de gafas de sol, jondura eléctrica y traca final

Los cuerpos se resienten, pero, en el Monkey, siempre se resucita al tercer día con La Batalla de bandas de los compañeros de Radio 3, con Carmona al mando y Gustavo Iglesias, ideólogo y precursor del concurso, un año más presentes. Dieciséis bandas peleando por, entre otros premios, la preciada Botella de anís del Mono. Además, como padrinos de esta edición, Los niños mutantes, que se marcan una “Madreselva” que impregna de azahar y buen rollo el ambiente. Destacamos las actuaciones de la ganadora, Kora, con una interpretación de “Marte” que nos conquista a la primera y deja en la cabeza ese “puedo verte bien” que crece y crece; el “Mañaneo”, también muy ganador, de Trashi, con el que se desgañitan y hasta se cuelgan, a lo Eddie Vedder, del escenario; los siempre solventes Detergente Líquido, que se atreven con una versión en japonés de su “El que piensa en irse, es que ya no está”; la dulzura y luz del folk-pop de Marta Knight; los soleados sones de Cometa; el pop descarado y con garra de Pipiolas o un Cristian de Moret que terminará por coronarse esta noche en el auditorio principal y, ahora, se marca una intro a la guitarra eléctrica del “Thunderstruck” de AC/DC y funde con “Romance de la cautiva”. Rock y quejío de altos quilates. Reaparecen Vera Fauna y, aún con la sonrisa en la cara tras la gran noche de ayer, se hacen una muy destroyer “Mira lo que tengo”. Como bonus track, fuera del menú y por sorpresa, aparece Dani Llamas y se marca, solo a la eléctrica, una vibrante y emocionante “Fandangos de la libertad”, que bien vale un palé de Anís del Mono.

Como cantaban los Vera hace un ratito, “que quiero a mis chavales” y chavalas, y nos vamos de bares bajo naranjos para recargar las pilas.

Los mallorquines Bad Shades inauguran nuestro atardecer en el escenario Plaza, encandilando con su aire sureño de tintes folk y americana morfínica y pegadiza. Desgranan su disco homónimo y se nos quedan muy grabadas canciones como de “The rat” o ese “Karla” a fuego lento que suena a clasicazo. Les seguiremos la pista.

El tiempo y el espacio comienzan a comprimirse (si has estado alguna vez en Alhambra Monkey Week, sabes de lo que te hablo), así que, hay pisar el acelerador si quieres ver un mayor número de bandas interesantes y, justo ahora, pasamos por un complicado overbooking de artistas que no nos queremos perder y tenemos marcados a fuego en nuestro manual de supervivencia… ¡Vamos a ello!

Verde Prato tiene a la sala al completo comiendo de su mano, con sus cantos de sirena neofolk, suaves melodías y atmósferas sintetizadas. Recorre su espléndido debut y sus últimos adelantos. Su voz y teclados nos calan hasta los huesos, tema a tema, de “Mundu Leunema”, a la sensual y magnética versión de “Zu atrapatu arte” de Kortatu, o con la siempre irresistible “Neskaren kanta”.

Julián Mayorga

Nuestra siguiente parada es junto al Tom Waits colombiano del futuro, el gran y único Julián Mayorga. Tarda pocos segundos en dejar al público con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos abiertos como platos. Pura locura y genialidad en cada marciana interpretación, con bailes extravagantes y espasmos infinitos. Hombre orquesta que inunda la sala con loops paridos al momento y bases lanzadas al aire una y otra vez, ritmos tropicalistas, vocoders lisérgicos, sintes, teclados y guitarras psicodélicas de mil colores. Todo aderezado con visuales que aumentan el surrealismo de una actuación única. Funambulista que recorre la música popular y el folclore Colombiano, sonidos tradicionales latinoamericanos y la electrónica más bastarda y alucinógena. Imposible quitarte de la cabeza temas como “La fiesta de transmigración de los pollos”, “Cuando tengo fiebre veo la cabeza de un leopardo” o “Del cielo cae un bachiller”. Nos habríamos quedado un Monkey entero con Julián, pero no podemos terminar de ver su actuación, ya que, justo comienza en el escenario exterior otro de los shows más esperados, en de Los Cogelones, primos mexicanos de la kinkidelia. Cinco hermanos con indumentarias indígenas, guitarras eléctricas, bajo y baterías, más un sin fin de instrumentos autóctonos. Bailes y ritmos ancestrales, gritos de guerra mezclados con actitud punk y la psicodelia rock más afilada. El concierto más incendiario y espectacular de este escenario gratuito y unos de los más interesantes del festival. Es su primera vez en España y hacen un recorrido en llamas por su único disco hasta la fecha, “Hijos del Sol” (20).  De los tambores combativos de “Mexica”, a “Hijos de puta” o el explosivo “Danza del Sol” final. Se nos queda grabado en la mente ese grito de: “¡La música me llena!”. Otro de esos shows que, por mucho tiempo que pase, no se olvidan.

Los Cogelones

Dani Llamas en la sala AIE y Cristian de Moret en el Auditorio principal, son los encargados de hacer que el flamenco, por caminos y fusiones distintas, vuelva a brillar en dos de los conciertos con más garra y duende del sábado. Primero el músico de Jerez, acompañado de una banda de relumbrón, en la que, a sus habituales, se suma hoy Juano Azagra. Les sacan brillo a sus dos últimos y sobresalientes discos, “La Verdad” (20) y “A fuego” (22), con los que Dani se ha sumergido en sus raíces flamencas y ha encontrado su mejor yo, acercando palos de diferente jondura y compromiso al power-pop y la americana más eléctrica. Así, recorremos una docena de temas que, con el latido siempre en llamas de corazones guerrilleros que lucharon contra las injusticias y por un mundo mejor, resuenan ya a clásicos. De la emocionante “Caulina”, en la que la esperanza y sueños hechos realidad de los campesinos de jerez se esfumaron en pocas horas, a esa herida abierta con la inicial “Se canta a lo que se pierde”, pasando por pasajes más luminosos como aquel primer hit total de “Fui piedra” o los “Fandangos de la libertad” de la recta final. De su último disco, con Menese y Moreno Galván bajo las alas, “Romance de Juan García” y “Que bien me sabe tu nombre”, cada vez más sentidas, descarnadas y poderosas en directo. Un concierto donde se canta a corazón abierto y se suda verdad, palo a palo y riff a riff. Con esa pregunta en la cabeza de “Qué lleva el río”, nos retiramos de una sala a reventar y agradecida por la entrega total. Lástima que muchísima gente se quedara fuera por aforo completo.

Avalanche Kaito

Antes de teletransportarnos al auditorio principal, nos da tiempo (¡por suerte!) de experimentar la sorprendente y potente propuesta de Avalanche Kaito. Justo cuando el dúo de noise post-punk belga, Benjamin Chaval a la batería y Nico Gitto a la guitarra eléctrica, parece que se van a arrancar sobre el escenario SGAE… de repente, aparece entre el público, cantando a capella, Kaito Winse, vocalista y multiinstrumentista de Burkina Faso, que termina por ser la pieza que le falta a este radical trío. Con solo un EP y un primer disco homónimo aún humeante bajo el brazo, nos ofrecen una de las actuaciones más intensas e incendiarias del festival. Si Benjamin y Nico tejen en todo momento un muro sonoro sin fisuras que hace que se tambalee el Cartuja Center Cite, Kaito Winse es el alma del caos, el ojo del huracán del proyecto, ya sea soplando fuego a la flauta o tocando poseído un pequeño tamboril, mientras canta y baila bajo un trance contagioso. Afrobeat y noise desenfrenado que chocan de frente y se hacen uno, en una hoguera sonora que deja quemaduras a todos los presentes. Otra medalla para los programadores.

El Jack White de Huelva, Cristian de Moret, acompañado por Pablo Prada al bajo, Jesús Flores a los teclados y Javier Tovar a la batería, recorre los surcos de su disco “Meteoro” (21) y las nuevas canciones de su flamante “Caballo rojo” (22); demostrando que ese quejío natural que lo hace único, no lo ata a ninguna convención ni prejuicio purista, aunando y respetando las raíces y, al mismo tiempo, haciendo que todo vuele por los aires, ya sea bajo los ritmos sintetizados de “Magia negra”, al son de la cumbia final “Limpio y puro” o con las cuerdas afiladas de su guitarra eléctrica en una rockera, hasta el infinito y más allá, “Romance de la cautiva”. Todo sin perder su aroma y esencia jonda que le viene de fábrica. Sigue demostrando el dominio de la tradición y el aleteo libre de esa águila americana que siempre le acompaña: de su personalísima versión de “La leyenda del tiempo” de Camarón, a una “Meteoro” en la que se pasa a los teclados, unos cantes de trilla del Alosno que borda con una sensibilidad, sutileza y poderío al alcance de pocos. Si aún alguien no lo conocía, esta noche vuelve a sumar seguidores y sale por la puerta grande del festival.

De nuevo velocidad de crucero en esta recta final: un poco de calle y Plaza con el dúo chileno Vuelveteloca, que hace que nos olvidemos del frío con su perfecta amalgama de rock progresivo y psicodelia experimental; confirmamos en un escenario Altafonte en el que no cabe un alfiler, que Brava viene a por todas. Disfrutamos con su frescura y naturalidad, mezclando el rock urbano-cañí, con ecos de sonido Caño Roto, dándole un buen bocado a la luna con temas como “Farolero” y “Laberinto”.

Cuando parece que el Monkey ya nos dio todas las sorpresas posibles, nos tiene guardada alguna más, primero con los mexicanos ACTY, que nos vuelan la cabeza y atrapan con una tela de araña de kraut punk y resplandecientes atmósferas shoegaze de las que nos cuesta escapar. Pero la cumbia es liberadora y nos llama a gritos la banda peruana Los Chapillascs, que, con dramatizada locura y simpatía, montan la verbena madre del sábado, contagiando el baile y la diversión en una Plaza que alcanza sus puntos más álgidos de disfrute colectivo.

Doctor Explosión no dejan títere con cabeza en el Auditorio principal, demostrando tablas con una balacera de hits continúa en la que nos centrifugan una y otra vez. Bombardean con lo más brillante de su último cancionero, “Superioridad moral” (22): de “Insatisfacción”, a “El día que Bowie murió” o “Grises”; y no faltan clásicos como “Eres feo chaval”, “Drácula ye-yé” o “Chesterfield Childish Club”, recordando la movida de su Gijón y haciendo que atrone en la sala ese riff stoniano de “Satisfaction”. La traca final nos explota en la cara con la gamberra y divertida metamorfosis del “Ça plane pour moi” en un “Surf talibán” que es puro despiporre generalizado, para seguir con los músicos saltando las vallas, instrumentos en mano, sin parar de tocar y bailar entre el público, rematándonos con “Let's go in 69” y “Comanchee”.

Doctor Explosión

Bajamos al inframundo del Parkineo y los portugueses Conferencia Inferno nos ofrecen venenoso post punk y latido kraut en vena, acelerando la madrugada a base de oscuridad resplandeciente, con su frontman poseído por el espíritu nervioso y relampagueante de Ian Curtis.

La realidad comienza a desdoblarse y a sembrar lagunas, así que nos tomamos la penúltima en ese triángulo de las bermudas que va del pop oscuro y nervioso de Caballo Prieto Azabache, al rock n roll garagero de los chilenos Perrosky, con los que nos contoneamos a ritmo de “Todo lo que sube”, para terminar por reflejarnos en el “Espejo” de Niños Luchando, que despliegan su elegante y minimalista mar de electrónica pop como broche de esta 14.ª edición de Alhambra Monkey Week, que nos deja el buen sabor de las de antaño.

Antes, los moratones de felicidad nos delatan, cuentan que Parquesvr puso boca abajo el escenario Altafonte, con pogos y gente volando, alcanzando locura máxima con hit como “Almodóvor Amenábor” y “Lance Armstrong”. Más una sorpresa final que nos llega desde Reino Unido con Plastic Mermaids, con los hermanos James y Douglas Richards al mando, rodeados de una familia de músicos que conforman un todo que crece y crece, como un conjuro que escupe pavesas alrededor de una hoguera inextinguible que alarga su lengua de fuego en la noche. Cada uno de los miembros de la banda, con una sensibilidad y elegancia embriagadoras, encuentra su espacio y se funden en un todo una y otra vez, haciendo que, en medio de una mágica jam de psicodelia que se mueve entre el dream pop y el space rock, flotemos y no toquemos al suelo, tema a tema. Se centran en su reciente y recomendadísimo segundo disco, “It’s Not Comfortable to Grow” (22), abriendo con la titular y estirando el tiempo, parándolo y acelerándolo a su antojo. Puede que nos quedemos a vivir en “Elastic time” hasta el próximo Alhambra Monkey Week. Como gritaron nuestros carnales mexicanos: ¡la música nos llena!

 

 

 

 

 

 

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