Cajas de música difíciles de parar
Conciertos / Beach House

Cajas de música difíciles de parar

9 / 10
Tomás Crespo — 28-09-2018
Empresa — Primavera Sound
Fecha — 27 septiembre, 2018
Sala — La Riviera, Madrid
Fotografía — Alfredo Arias

Haciendo uso de un símil no demasiado manido, las canciones de Beach House son como pequeñas cajas de música. Su funcionamiento interno es peculiar, pero todas parten de un patrón homogéneo. Ya sea un riff de guitarra, una línea de teclado o un ritmo de batería; cada una de ellas se vale de un pequeño elemento sonoro que repiten de forma continuada hasta que el oyente consigue sumergirse del todo en él. Son cajas de música difíciles de parar. No porque su mecanismo esté roto, precisamente. Sino porque sus diminutas melodías consiguen llenar el espacio y expandirse en todas las direcciones posibles. 

Victoria Legrand y Alex Scally (junto al batería James Barone) venían a presentar su nuevo álbum ‘7’ (Pías, 2018), probablemente el más inmersivo y oscuro de su carrera. Y lo hacían saliendo al escenario con una puesta en escena sobria y una actitud en principio comedida. Pero no sería hasta la segunda mitad del concierto que comenzaron a desgranar su repertorio más reciente. De hecho, como ya hicieran en su última visita a Madrid, abrieron el set con Levitation y a continuación soltaron dos de sus balas más preciadas: Wild y Silver Soul. De forma deliberada nos conducen a un territorio que nos resulta familiar y nos alientan a experimentar las mismas emociones dentro de él. Una sutileza que penetra en la mente y colorea nuestros recuerdos. En cierto modo son una banda psicodélica, por aquello de que crean paisajes musicales, pero con una diferencia fundamental. Sus viajes no conducen a otras mundos sino a lo más intimo de este.

Esa cualidad, cuasi mística, hace de los conciertos de Beach House una experiencia paradójica. No es un grupo complaciente. La sutileza con que trazan patrones en el aire exige la plena atención del espectador. De la contrario uno corre el riesgo de quedarse fuera de su particular universo. Pero si conectas con ellos ya no hay marcha atrás; el hechizo está funcionando. La experiencia es tan envolvente que entiendes todos los matices,  todas los texturas. Contrastes que, conforme avanza el set se vuelven más pronunciados. 

Suena la expansiva Space Song, la casi pastoral Walk In The Park, la hipnótica Wishes…. Y las luces inicialmente monocromáticas se vuelven multicolores. La actitud estática de la banda se transforma. De bucólico conjunto de dream pop a aguerridos músicos shoegazer. Los sonidos de guitarra vibrante y los golpes de batería se vuelven poderosos. Los momentos íntimos se hacen masivos. Algo particularmente notable en las nuevas canciones (Black Car, Drunk In L.A., Wildflower), donde las suaves programaciones dejan paso a atronadores accidentes. 

Hasta Victoria Legrand, esa mezcla imposible de Stevie Nicks y Bilinda Butcher, se transforma. Su aliento llena cada rincón y hasta ella misma se deleita con el sonido de las palabras que salen de su boca. Cuando en el bis repite aquello de “Help me to name it” nos está contando un secreto: Beach House están aquí para hacernos soñar con un mundo perfecto.

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