Tres días en la ciudad del Rock
Conciertos / Azkena Rock

Tres días en la ciudad del Rock

8 / 10
Urko Ansa y Xabi Iglesias — 21-06-2023
Empresa — Last Tour
Fecha — 16 junio, 2023
Sala — Mendizabala (Recinto)
Fotografía — Rhythm And Photos (foto de portada: Stuart McDonald)

Un año más el Festival de Rock por excelencia ha dado sus frutos musicales y culturales, sumergido en un ambiente fraternal y apasionado por el rock, sus influencias y sus derivaciones. Tres días de intensa actividad musical en tres escenarios más el Trashville. Igual que el año pasado, nos ocuparemos aquí de los dos escenarios grandes, además de los textos adicionales de Xabi Iglesias al final de cada jornada para describirnos lo acontecido en el escenario tres y en el Trashville.

La cantidad de grupos a descubrir en este festival ha sido impresionante. Quizás hayan faltado algunos grandes nombres si lo comparamos con otros años, pero es que además la variedad de estilos y muy particularmente la presencia de ritmos latinos nos ha sorprendido y seducido a partes iguales. Tenemos nuestras dudas de si esta inesperada propuesta hubiera tenido aceptación hace unos años.

El Azkena es un ser vivo, como todos los festivales, y como tal siempre ha abarcado una gran variedad de registros, aunque esta vez el salto quizás haya sido más pronunciado. Tampoco sería muy de la línea editorial hace pocos años tener a Soziedad Alkoholika en el segundo escenario más grande (el año pasado) o El Drogas (¡en el escenario uno!) este mismo año. La lección que han dado ambos abre la puerta para futuras incorporaciones.

Ciñéndonos a los dos principales escenarios, algunos apuntes: las sorpresas absolutas de Os Mutantes, Calexico o Ana Popovic y el casi inimaginable talento de Monster Magnet, The Soundtrack Of Our Lives, los Melvins y de Iggy Pop. La fuerza de Rancid, el estilo de los Pretenders, la autenticidad de Steve Earle. La lección de El Drogas. Y los Beatles. ¿Los Beatles? Sí, un total de tres grupos homenajearon alguna canción suya, empezando por Incubus (“Come together”) siguiendo con los Melvins (“I want to hold your hand”) y terminando con Alter Bridge (“Blackbird”). Y ya, para rematar, vuelta a la casilla de salida: el primer concierto del primer día: Los donostiarras Liher arrasandolo todo.

Jueves, 15 de Junio: comienza el espectáculo

Nos apresuramos para llegar a las seis y cuarto de la tarde, después de los trámites para recoger las acreditaciones, para ver en todos su esplendor a los donostiarras Liher. Bajo un sol de justicia que les daba en plena cara, dieron una lección de cómo ganarse a un público que iba aumentando y que una vez en el concierto no se despegó del lugar. Dieron un buen repaso a los dos últimos discos y al tema nuevo “Eramaten”, que ya conocían los asistentes. “Thelma & Louise” dió el pistoletazo de salida a una lección de rock duro con guitarras deudoras del stoner más potente.

“Gizarte likido” representó al primer trabajo de Liher como grupo (“Hauts”, 2016), si dejamos fuera “Arrazoi gutxi, denbora asko” del año anterior que fue más bien un disco en solitario de Lide Hernando. Ya en ese primer trabajo como grupo tendríamos muchas de las claves del futuro éxito que les aguardaba, siendo este “Gizarte likido” una de las más explosivas. En “Urre hauts” Lide, el guitarrista Iñigo Etxarri y el bajista Joshka Natke empezaron abotar al unísono para acometer después “Kintsugi”, otra maravilla guitarrera donde dieron palmas y que encendieron aún más al público.

Con “Estoldak gainezka” pudimos observar que el grupo iba acelerado e hiper motivado, algo que se confirmó con la robusta “Arrastaka”, donde Lide gritó más que cantó en el estribillo, logrando un efecto demoledor. Alguien podría pensar que la ocasión desató al grupo y que se dejaron llevar por la euforia, pero cualquiera que les haya visto últimamente en salas sabrá que esa rabia desatada es común a los Liher de los dos últimos años. De manera que estamos ante un grupo en estado de gracia que a buen seguro hizo nuevos fans en este ARF 2023.

“Zulo bat gehiago” suele ir acompañado por la intro del “Crosssroads” de Robert Johnson, que más que intro es un gran desarrollo y que consideramos el grupo puede interpretar íntegramente con gran solvencia. “Orbainetan lehena” nos proporcionó un estribillo coreable a más no poder para dar paso al tema nuevo “Eramaten”, más melódico. El final con “Nor da piztia?” fue sencillamente arrollador, dejó un saldo de un audiencia desatada a pesar del calor y supuso un comienzo de festival prometedor.

Las ganas que teníamos de ver a los brasileños Os Mutantes los situaban como uno de nuestros principales objetivos de este año. De acuerdo: antes de que los anunciaran no tenía ni puta idea de la existencia del grupo, pero unas pocas escuchas en Youtube me convirtieron en fan para toda la vida. Esa mezcla de psicodelia con órgano Hammond, rock progresivo y música brasileña, con grandes momentos de percusión y desarrollos instrumentales cercanos a las Jam Session de los sesenta/setenta fue una delicia.

“Bat Macumba”, de 1969, fue un absoluto triunfo, a pesar del mal estado de la voz del mítico Sergio Dias. A buen seguro que “A minha menina” o la frenética “Top top” dejaron boquiabierto a más de uno. El público no dejaba de bailar hasta que una maravilla como “Balada do louco”, del año 72, nos hizo preguntarnos como es posible que no conociéramos antes a semejante maravilla de grupo. Eternamente agradecidos al Azkena Rock por semejante descubrimiento. “Ando meio desligado”, otro paraíso de percusión brasileña y psicodelia, nos confirmó la valía de la cantante, que creemos digna sucesora de la mítica Rita Lee, fallecida el 9 de mayo. La potente “A Hora E A Vez Do Cabelo Nascer” fue el apoteósico final que esperábamos. Una preciosidad percutiva, guitarrística y psicodélica sin olvidar nunca el toque de Carlos Santana. Dejaron huella e hicieron historia, algo nada sencillo en un Festival tan longevo como este.

Lo de Steve Earle en solitario se presentaba también como una oportunidad de oro para disfrutarla en toda su desnudez. Una desnudez que le sienta fenomenal y que llena con una sucesión de tonos altos y bajos que llenan el escenario. A pesar de tener un disco reciente (“Jerry Jeff”, del año pasado), no reconocimos ningún tema del mismo, sí en cambio clásicos eternos del outlaw country como “The devil’s right hand”, “Guitar town” y un largo etcétera. Los temas más introspectivos y con un toque del “Nebraska” de Bruce Springsteen fueron también de los más emotivos, como por ejemplo “My old friend the blues” o “Goodbye”.

Temas como “Someday”o “Guitar town”, que en un principio los preferiríamos acompañados por una banda, sonaron convincentes en su sencillez, y qué decir de las sugerentes canciones que tocó con la harmónica (además de la guitarra, claro está), como las eternas “Taneytown”o “Now she’s gone”... Es cierto que el numeroso público le llevó en bolandas, como en la Dylanesca “You’re the best lover that I ever had”, las marchosa en origen “I ain’t ever satisfied” o “It’s about blood” (casi nueva, de 2020).

Hacia el final y en el apartado de versiones, “Mr.Bojangles” de Jerry Jeff Walker y el homenaje a su hijo fallecido en la emotiva “Harlem River Blues”. La despedida por todo lo alto con “Copperhead Road” fue toda una celebración por parte de un público que le esperaba ansioso tras su visita de 2003.

Sobre El Drogas y su inmensa gira de canciones de Barricada, solo decir que es algo muy grande en todos los sentidos. Y que su visita al Azkena Rock demuestra la evolución del festival, que como todos, en un ente vivo. En contraste con el repertorio de El Drogas en solitario, los temas que tocan de la legendaria banda corren desigual suerte dependiendo de los cambios que introduzcan en ellos. Y es que como los originales Barricada, ninguno.

Así, y con un repertorio que varía de concierto en concierto, salieron a matar con “La silla eléctrica”, “Contra la pared” y “Barrio Conflictivo”. Ahí queda eso. Sin embargo, no fue hasta el cuarto tema cuando lo bordaron con “No sé que hacer contigo”, “Bahía de Pasaia” y “La hora del carnaval”, tres temas de distinto pelaje donde reinaron con el rhythm & blues del primero, la potencia del segundo y el sentimiento del tercero. “Lentejuelas” sigue siendo un barullo incontrolable con esta banda, aunque en la poderosa “Problemas” reflejaron toda la rabia del original y “Campo amargo” fue una absoluta delicia donde (como en todo el concierto) nos impresionó el penetrante bajo de El Flaco y la apabullante guitarra de Txus.

No queremos repetirnos, pero los cambios en temas de por sí tan incendiarios como “Víctima” y “Rojo” les restan toda su fuerza. Donde antes había una batería concisa, leñera y directa como la de Fernando, El Brigi en algunos temas introduce cambios y redobles que le restan su pegada original. Es verdad que en otros lo borda, como en la apoteósica “Objetivo a rendir”, donde su compenetración con el bajo es absolutamente aplastante. Una maravilla que incluso expande y amplifica la grabación original. Si en la vacilona “No sé qué hacer contigo” lo habían bordado, nos extrañó que no hicieran lo propio con “Tentando a la suerte”. El Drogas ya había sacado el bastón y continuaba con su exhibición de frontman, cantante y elemento aglutinador. Un despliegue tremendo y un talento infinito.

He sido crítico (también en el pasado) en algunos aspectos, intentando hacer una crítica constructiva y nunca cuestionando la capacidad de estos pedazo de músicos. Al fin y al cabo, solo se trata de una opinión. Pero los tres temas que vinieron después fueron una auténtica pasada: Un “Animal caliente” emocionante, una “Okupación” rabiosa y directa (como debe ser) y la genial “La hora de carnaval”, con El Drogas arengando a un público entregado desde el primer al último tema. Un triunfo total, sin duda. Seguidamente, “Todos mirando” sonó enredado antes de dar paso a un “Oveja negra” legendario y coreado con pasión.

El Drogas dedicó “No hay tregua” “al que siempre la cantó”, es decir, a su amigo y compañero Boni, fallecido en 2021. La canción fue una apisonadora y quizás la más celebrada. La legendaria “Esta noche” logró lo que muy pocos puden: mantener al público cantando el estribillo mucho después de haber terminado la canción. Algo realmente emocionante, como lo fue la despedida con “En blanco y negro”: rabiosa, festiva y eterna. Un diez a la entrega de grupo y público e incluso un desafío al modelo de festival. Gran banda.

Lydia Lunch Retrovirus ya habían empezado con su show. Observamos que había menos espectadores de lo esperado para ser el segundo escenario y más público punkie de lo habitual (que seguidamente iría a ver a Rancid) y cierta frialdad o falta de comunicación entre el escenario y los asistentes. Escuchando con más detenimiento, notamos un rollo musical envolvente y absolutamente personal. Acercarse a ella es hacerlo a un universo sónico flotante, revestido de un aparente ensimismamiento por parte de los músicos, que sin embargo estaban metidos de lleno en aquellas atmósferas no tan fáciles de conseguir. Lo que sí se notó fue la falta de comunicación con el público por parte de una Lydia que no está en su mejor momento, aunque temas como “Lock your door” o “Still burning” difícilmente se puedan calificar como carentes de emoción. El concierto fue una invitación a quien quiera profundizar en su catálogo.

Lo de Rancid fue otra cosa. Por fin pudimos disfrutar de los californianos, en un festival donde han pasado desde Social Distortion, Sex Pistols, D-Generation y tantísimos otros. ¡Hasta Offspring lo han hecho! Acaban de publicar nuevo álbum, el flamante Tomorrow never comes, del cual tocaron solamente el tema-título, y que además sirvió para comenzar el show. La canción da la talla y se postula como posiblemente bien situada en el repertorio a corto-medio plazo. La fiereza y la rabia siguen ahí, como cabe exigir al cuarteto. Enseguida saltaron al mítico “...And out come the wolves” (del cual caerían nada menos que nueve temas) con “Roots radicals”, “Maxwell murder”, “The 11th Hour” y “Journey to the end of the East bay”, y entre ellas la no menos mítica “Radio”, perteneciente al anterior disco (“Let’s go”, del cual escogieron siete).

El concierto transcurrió a un ritmo vertiginoso y toneladas de actitud. Tanto los guitarristas Tim Armstrong como Lars Frederiksen y el bajista Matt Freeman cantan con garra y aportan toda la agresividad que requieren los temas. Incluso diríamos que se trató de uno de los mejores conciertos de Punk en la historia del Azkena. Del disco “Let the dominoes fall” de 2009 el único que tocaron fue una correcta “East by night”, del “Indestructible” aportaron “Fall back down” hacia el final del concierto, de “Rancid” cayó “Dead bodies” y del penúltimo “Trouble maker” la elegida fue la rápida “Ghost of a chance”. Solo un disco quedó sin representación, pero quedó clara la apuesta por los discos segundo y tercero. El único que, aparte de esos dos, contó con más de un tema fue “Life won’t wait”, con tres: “Bloodcot”, muy famosa en su momento, “Hoover street”, que aportó variedad al repertorio, y “Something in the world today” interpretada a tres voces como tan bien saben hacer Rancid.

Tampoco olvidemos el efectivo ska de “I wanna riot”, publicado en 1996 en “Beavis and Butt-Head Do America”. El impresionante solo de bajo de Matt en “Black & blue” fue digno de recordar, además de los breves pero frenéticos solos de guitarra repartidos en todo el repertorio. La traca final con “Tenderloin”, “Time bomb” y “Ruby Soho” dejó el show en su máximo punto de combustión. Impresionante.

Y qué decir de Monster Magnet... Hacía 17 años que vinieron a Mendizabala y desde entonces no han sido tantas las visitas a Euskal Herria. Claro que en medio ocurrió aquella sobredosis de medicamentos de Dave Wyndorf y la cosa se complicó... De acuerdo, verlo en 2009 en la sala Rock Star de Barakaldo fue un shock, pero no así en 2018 en Santana 27, donde ofrecieron un concierto más que potente.

Un público absolutamente entregado aguardaba a Dave y los suyos. De su último disco (“A better Dystopia”, 2021, disco de versiones) eligieron un solo tema: “Born to go” (nada menos que de Hawkwind) que abrió el show en todo su esplendor psicodélico-espacial. Cuando nos situamos en las primeras filas atacaron con “Corp circle”, desatando al personal, para seguidamente sumergirnos en universos más space-rock y psicodelia con la inmensa “Superjudge”. Qué maravilla. El público flotando y Dave derrochando actitud. “Tractor” nos devolvió a terrenos más inmediatos y concisos para seguidamente empaparnos de nuevo en ácido con la mágica “Look to your orb for the warning”. Qué grandes momentos y qué grupazo.

Casi pareciera que Dave estuviera jugando a ese juego de cortar los viajes espaciales con la inmediatez de los temas de “Powertrip”, así que nos apabulló con “Bummer” y la propia “Powertrip”. Ahí queda eso. Un último regalo en forma de eterno viaje espacial a cargo de la megalítica “Negasonic teenage warhead” para despertarnos del sueño con “Space lord” y un “Mastermind” especialmente aplastante. El final llegó en forma de versión con “The right stuff” de Robert Calvert. Quizás dos versiones fueran demasiadas para un festival, pero la calidad de los músicos (por Dios, ¡qué guitarras!), el poder del grupo, el sonido compacto y robusto y absolutamente flotante hace que se lo perdonemos todo.

Generador tienen el honor de abrir el jueves las actuaciones de Trashville, un espacio que año a año va ganando adeptos y público dentro de un macro festival como el Azkena. En este caso no tan macro por la ausencia el primer día de actuaciones en el 3. escenario (Love). Y además con cambio de ultima hora ya que la semana anterior al inicio del festival la organización informaba de la sustitución del cuarteto femenino Mimi and the Miseries por Generador. Y la verdad es que este duo madrileño encajan perfectamente en los habituales estilos musicales de la carpa azkenera: rock'n'roll garajero abierto a cualquier estilo que pueda hacer frontera sonora con esa etiqueta. Y no excesivamente virtuosos, que tampoco hace falta para hacer un buen y creíble garaje-rock. Un mini cover de "Es Un Crimen" de Eskorbuto eleva los decibelios entre un público con ganas. Elegante puesta en escena con ropa, batería y Danelectro con azul celeste a juego. Annie Baby tocando su batería de pie y repartiendo las voces con el guitarra Jesús Horror dan un comienzo prometedor a las "pequeñas" fiestas del Trashville.

Recién estrenada la noche comparecen The Kaisers, un grupo ya veterano y con una dilatada trayectoria. Tienen tablas y se nota. Formación clásica de rock'n'roll (bateria, bajo, y dos guitarras) para un bolo repleto de nostalgia sesentera. Se reparten las voces entre todos los miembros. En su escasa hora de concierto ofrecen un rock añejo correctamente ejecutado, con pinceladas de pop y guiños constantes al twist. Al principio no se les ve cómodos pero el concierto va de menos a más.

Nestter Donuts es el tercer y último concierto del Trashville del jueves. Bizarrísmo en estado puro. El alicantino Néstor Chester es uno de esos one-man-band que no necesita nada más que su arte y su buen hacer para llenar el escenario y ganarse al público que en su concierto está especialmente entregado a esa mezcla de flamenco, rumba bañada en country-rock y por supuesto mucho de punk en sonido y actitud. Fantástico final con desnudo integral incluido en el precio para la jornada inaugural del Trashville.

Viernes, 16 de junio: eclecticismo a más no poder

El escenario dos había comenzado ya a arder en el momento en que llegamos. S8nt Elektric, un grupo de jóvenes entusiastas, estaban manejando la situación con una dosis de fuerza realmente vistosa. Se formaron hace dos años aunque poseen ya un sonido compacto y muy convincente, de una fuerza que realmente impresiona. Briana es una front woman que contagia su sencillez y buen rollo, algo quizás fuera de los cánones que se le presuponen.

El despliegue guitarrístico y el del batería London (hijo de Slash) también es algo digno de mención. Reunieron a un público muy joven que respondió con devoción y coreó con afecto temas como “Live on”. El tema que da nombre a la banda también había sido un punto caliente. Resumiendo, una actuación más que exitosa y marcada tanto por el poderoso sonido como por la frescura de su propuesta.

Lo de Cordovas en el escenario principal fue otro descubrimiento para muchos de nosotros. Su mezcla de estilos y variedad de registros, bebiendo siempre de las raíces americanas, les valió la etiqueta de Americana. De manera que encajan en el Azkena a la perfección. Esta tarde pudimos disfrutar de maravillas como “Sunshine”, american roots rock como “Fallen angels of rock’n’roll”, con esos estribillos tan típicos... pero nada mejor que “Destiny” donde Joe Firstman nos sobrecoge con su refinado sentimiento. Increíble.

Y ya metidos en esa otra dimensión mezcla de Jam y sentimiento flotante cuasi psicodélico, otra maravilla como “Them blues”, un tema con una fluidez pasmosa. Y si el country sobrevuela buena parte de su repertorio, ¿qué decir de esa gema llamada “High feelin’”? La solvencia de los músicos se mostraba tanto en pequeñas demostraciones como en el conjunto de un sonido rebosante de feeling. Otra actuación que no olvidaremos.

Un tremendo rugido empezó a golpear el escenario dos. La afinación utilizada por Earthless impresionaba desde el principio. Una serie de desarrollos instrumentales de ultratumba de varios minutos hicieron las delicias de los más devotos. “Night parade of one hundred demons (Part 1)”, de casi veinte minutos, fue una demostración, si no de virtuosismo, sí de una profunda huella sónica y de un sonido aplastante. “Night parade of one hundred demons (Part 2)”, de veintidós minutos de duración, fue básicamente una preparación a fuego lento de frecuencias graves y una Jam Session del averno hasta los explosivos minutos finales donde volvieron loca a la audiencia más fiel. Se despidieron con “Cherry Red” de 1969, versión de los Groundhogs y de solo ocho minutos de duración. La traca final fue meritoria y les llevó a terminar con un notable alto. Otro descubrimiento.

Hace casi exactamente veinte años perdimos la oportunidad de ver a los Pretenders en el viejo San Mamés. Teloneaban a los Rolling Stones, a los que sí llegamos a ver, pero no llegamos a tiempo para ver a Chrissie Hynde y los suyos. Esta vez no se nos escaparon, y hemos de decir que mereció la pena. Y mucho. Es cierto que los años no pasan en balde, pero Chrissie, a sus 72 años, fue un derroche de actitud y estilo; sin grandes alardes, eso sí, pero lo suficiente como para dejar huella. Seguramente hubo opiniones para todos los gustos, pero pocas pegas podemos ponerle a estas alturas. Empezaron apostando fuerte por nuevos temas como “Losing sense” y “A love”, y también “Turf accountant daddy” de su hasta ahora último disco “Hate for sale” (2020).

“The adultress” marcó la primera incursión en los ochenta, seguido del noventero “Downtown” (que no desentonó) y una ristra de clásicos inolvidables como el súper hit “Message of love”, la preciosa “Back on the chain gang”, la sensible “Kid”, la marchosa “Time the avenger” o la emotiva balada “Hymn to her”. Otra explosión fue la archiconocida “Don’t get me wrong”, tras la cual decidieron saltar al último disco con dos temas especialmente adecuados para el festi como la vacilona “Junkie walk” y la animada “Hate for sale”. Vuelta al redil con la elegante “Talk of the town” y el irresistible atractivo a lo Bo Diddley de “Cuban slide”.

Continuaron con la tardía balada “I’ll stand by you” para recuperar otra inédita (“Let the sun come in”, una apuesta más que digna que parece un himno) y volver al avasallador ritmo al Bo Diddley más tribal en “Turbellina”. La convincente presencia de Chrissie se vió refrendada por la elegancia y el saber estar de sus músicos, entre ellos el fiel batería Martin Chambers. Y una traca final de lo más intensa con “Tattooed love boys”, la coreadísima “Middle of the road” y la guitarrera “Mystery achievement”, con un despliegue instrumental digno de recordar. Qué fuerza y que estilo en esas cuatro últimas canciones.

Nos esperaba otra gran sorpresa con Calexico. Esa mezcla de tex-mex, country, rock latino y americana demuestra la amplitud de miras del festival. Los de Arizona conquistaron sobre todo con sus ritmos latinos y temas como “Inspiración”. Además, no dejaron de lado su último disco con maravillas como las delicadas “Harness the wind” y “Then you might see”. El adictivo reggae a lo Men At Work de “Under the wheels” fue un triunfo absoluto y una delicatessen en sí misma.

Bajaron revoluciones con “Black heart” y triunfaron con los ritmos latinos antes mencionados con picos como “Flores y tamales”, “ Minas de cobre” o “Cumbia de donde”. Quizás sea verdad que el “Alone again or” de Love perdió parte de su encanto original cuando lo llevaron a su terreno, pero poco importó en la fiesta que ya se había montado en la explanada. Triunfo total.

Incubus gozaron de un gran poder de convocatoria y sus fieles supieron apreciar desde el primer hasta el último tema. “Anna molly”, “Just a phase”, “Nice to know you”... fueron coreadas de principio a fin, aunque echamos en falta más temas de los noventa. Es decir, nos hubiera gustado mayor despliegue de fuerzas de discos como “S.C.I.E.N.C.E.”. Es verdad que la puesta en escena era muy atractiva y que abundaron los temas elaborados con gran mimo y gusto por el detalle. El regusto experimental de “The warmth” es bastante significativo, igual que “Echo”, por ejemplo. El “Come together” de los Beatles supo a gloria, y la larga “Sick sad little world” resultó cuanto menos estimulante por su endiablado ritmo.

Todo ello fue conformando un repertorio muy apetecible que estuvo acompañado por una puesta en escena y despliegue de luces de lo más sugerente. Aún así, los metaleros obtuvieron la ración de himnos que tanto esperaban, tales como la rabiosa “Vitamin” y la juguetona “Pardon me”. Tampoco faltó “Stellar”, aunque estuviera un peldaño por debajo en cuanto a fuerza. “Are you in?” quedó suavecita pero fue muy coreada, e incluso tuvo su homenaje a los Doors con su “Riders on the storm”.

Y lo cierto es que aunque a canciones como “Dig” les falte cierta garra, habremos de concluir más pronto que tarde que si buscamos temas agresivos y a la yugular, Incubus no es el grupo más apropiado. Ningún problema: “Wish you were here” (tema propio) se dejó querer ya desde el homenaje a Pink Floyd y después con su propio tema. “Drive” fue la despedida acaso soñada por más de uno, y quedó demostrado con la cerrada ovación que tuvieron como despedida.

Y llegamos a uno de los mejores momentos de la historia del festival. Por increíble que parezca, el Azkena Rock ha logrado una reunión más que improbable: nada menos que los suecos The Soundtrack Of Our Lives, después de once años de su separación y doce desde que actuaran en este festival. La magia de este grupo se reflejó en una devoción casi total por parte de sus fieles. Toda la puesta en escena, la pasión y comunicación entre músicos y seguidores, el sentimiento generalizado y la maestría de las canciones formaba un todo que se asemejaba a una liturgia; momentos realmente mágicos y sobresalientes en lo musical, como en “Grand Canaria”, o en picos de agresividad como la fabulosa “Bigtime”, donde casi nos proponen un viaje sensorial/espacial.

La delicada y preciosa “Second life replay” casi nos hizo derramas las lágrimas por su eterna grandiosidad. Tampoco hay que olvidar los crescendos tan significativos tanto en este tema como en la mayoría de los demás. Esas explosiones instrumentales y vocales tan celebradas por las primeras filas. “21st century rip off” es una de esas que explota al final, y “Jehova sunrise” un acto supremo de elevación del espíritu, sea eso lo que diablos sea. La maestría a la voz y el carisma de Ebbot Lundberg son sencillamente insuperables. Esperemos que vuelvan pronto. Les echaremos de menos.

La segunda jornada ya viene más cargadita con el estreno del escenario Love. A las 18:00 en punto arranca Pasadena, la única representación gasteiztarra en el Azkena Rock de este año. Libe Garcia de Kortazar (Libe, Izaki Gardenak) y Jon Basaguren (Izaki Gardenak) nos ofrecen un bolo de muy bella factura, buen sonido y muy bien arropados por su banda capitaneada por el gran Danilo Foronda que está soberbio a la guitarra. Temas complejos e intensos que hay que escuchar con atención. En directo suenan potentes. Es posible que haya sido una de las últimas oportunidades para verlos ya que hace escasas fechas Libe anunciaba su disolución.

Les siguen en el Love lo más que veteranos británicos Matchbox. Uno de los grupos de rockabilly más longevos de la actualidad. Eso no ha impedido poner a bailar al numeroso público rocker presente, que en el momento de su super-hit "Rockabilly Rebel", se ha hecho notar. Concierto muy divertido de uno de los iconos del género, del que han hecho algunas versiones. La tarde va cayendo y es el turno del supergrupo? The Guapos que por razones obvias ha creado expectación. The Guapos todavía no son mainstream pero lo serán. Camino de ello llevan. Recién creados y ya al Azkena Rock. Eso es tener buenos padrinos. La puesta en escena es “diferente” con la batería de Leiva en primer plano, aunque a mitad de bolo toma la guitarra y voz. Son un buen grupo de rock’n’roll y gustan al público, sin duda. Los pipas vestidos de tenistas setenteros un puntazo, la verdad. Y por fin rozando la medianoche llega uno de los momentos fuertes de la noche, la esperada actuación de los incombustibles The Undertones. Comienzan el bolo con Jimmy Jimmy, así que ya nada puede fallar. Los irlandeses están excelsos, sonido potente y perfecto, interactúan con el público y nos ofrecen el habitual repertorio de clásicos. Paul McLoone ya sabemos que no es Fergal Sharkey, bla, bla, bla… pero es buen cantante y una excelente frontman. Los hermanos O’Neill están perfectamente compenetrados. Cómo no van a estarlo después de más de 40 años. Billy Doherty agarra su baqueta izquierda, digamos, al estilo Charlie Watts pero golpea con violencia su caja. El final con Get Over You nos deja con ganas de más, pero sabemos que no habrá bis. Fueron y son una gran banda de rock. De lo mejor de este Azkena Rock 2023.

Cierran ya de madrugada GWAR. Más que un bolo al uso es una especie de concierto teatralizado, excesivo, extremo y en ocasiones bordeando lo ridículo-cutre, pero solo bordeándolo. Los norteamericanos es un cuarteto al que apoya en el escenario una suerte de Popotxos gore que sufren todo tipo de penurias. El espectáculo es divertido y entretiene, máxime si es la primera vez que los vemos. Repetir será difícil... Látex, maquillaje, sangre falsa, tripas de atrezo, todo en cantidad. Ah! y hacen Heavy Metal cañerito, que casi se nos olvida comentarlo. El cover de "If You Want Blood You've Got It" resume su propuesta y pone punto final a un bolo entretenido.

Pero el viernes también hay Trashville, claro. The Cleopatras. Cuarteto italiano (en esta ocasión con un guitarrista masculino) desbordando energía en el escenario, ritmos punk-pop mirando al proto-punk setentero. Riffs distorsionados. Finalizan el bolo con su tema Maldito y dejan satisfecha a la media entrada en la carpa. Les siguen los esperados (por la cantidad de gente que entra a la carpa a ver su concierto) Los Tiki Phantoms. Veteranos de la escena surf-rock estatal es un grupo que nunca nos defrauda. Una lección maestra de buen surf instrumental pero que va algo más allá del genero. Eso si, la imagen y puesta en escena sigue inalterable en sus casi 20 años de existencia. Sonido impecable. Saben como nadie trabajarse al público con un crowd surfing con colchoneta en Sacrificio y acabar con una conga. Bolazo. The Reverend Peyton’s Big Damn Band tiene el handicap de ser solape de The Pretenders y superan el reto con nota alta. Al trio de Indiana los esperábamos con impaciencia. Una de los bolos que había que ver sí o sí. Ver y disfrutar. La maestría del enorme (en todos los sentidos) Reverendo Peyton está fuera de toda duda. Maneja como nadie el slide y las afinaciones abiertas para hacer un country-rock de muy alta factura. Y excelentemente acompañado por una base rítmica de batería y la sin par Breezy Peyton manejando con destreza una washboard a la que saca fuego (al final del bolo en sentido literal). A pesar del solape la carpa está llena y entregada como pocas veces. Cierran esta segunda jornada del Trashville Hola Ghost. Los daneses ofrecen un bolo un tanto irregular, de psychobilly y surf con constantes guiños a la música mejicana. Técnicamente bien dotados pero el concierto se nos hace un poco plano, aburrido, sin momentos que nos llamen la atención. El añadido de 2 vientos a la banda eleva el tono en algunos momentos pero no acaban de conectar. No seamos injustos del todo, ya que tantas horas de conciertos puede que nos cambien la perspectiva.

Sábado, 17 de junio. La lluvia no estropeará nuestro festival.

De acuerdo, la dichosa lluvia sí que jodió algunas actuaciones, como las de Ezpalak en el escenario dos a las 17:30 y la de Brigade Loco en el escenario tres a las 18:00. Creemos que también se suspendió el de The Nude Party, e incluso se anunció la suspensión del concierto de Nat Simmons & Cherie Currie en el escenario tres (increíble, ¡la mismísima Cherie Currie en el Azkena Rock!) aunque esta última la cambiaran a las 00:45. Respecto a Lucero, parece ser que tocaron en su hora, las 23:15 y Jim Jones All Stars a las 2:00.

Pillamos a The Bevis Frond en su salsa, desplegando todos sus encantos instrumentales y con un público muy animado a pesar de la lluvia. De ellos nos interesa su autenticidad y su dimensión psicodélica, que sobrevuela buena parte del repertorio. La despedida con “Olde worlde” fue un chute de energía sin límite que nos animó a seguir luchando y a resistir las ocho horas que aún nos quedaban hasta el final del festival.

Amanda Shires gustó al público, al menos al de las primeras filas. Es la suya una propuesta con pocas fisuras y muchas virtudes, desde ejercicios baladísticos como “Take it like a man”, gemas como “Don’t be alarmed” y medios tiempos como “Lonely at night”. La delicadeza de su voz y su manera de tocar el violín son otros puntos fuertes suyos, pero quizás su propuesta se nos antojó demasiado blanda para este festival. Hay que reconocer su valentía al tocar varios temas de su último álbum como las mencionadas “Take it like a man”, “Don’t be alarmed” y “Lonely at night”, entre otras, además de “Bad behavior” y (si no nos equivocamos) la más marchosa “Here he comes”.

Se agradeció también la más animada “Saddle in the rain”, aunque fuera una versión (concretamente de John Prine). El “Always on my mind” que cantó Elvis en su día le quedó preciosa, y la despedida con “Look like a bird” lo dejó en un buen punto. Y a todo esto, ya había dejado de llover...

Nada que ver lo que nos esperaba con Ana Popovic. La agresividad y la actitud de esta mujer serbia nos dejó boquiabiertos desde el principio. Además, tocó varias de su recientísimo disco como las enérgicas “Queen of the pack”, “Strong taste”, “Doin’ this” o esa maravilla funky llamada “Rise up!”. Solo el derroche de energía ya sería impresionante si no fuera porque además hacía unos solos vertiginosos de guitarra sin parar de bailar y de mover las caderas. Algo realmente increíble y digno de admiración. Ya había dejado de llover, pero a eso de las 21:15 salió el sol. Un momento mágico que más bien parecía una señal o un premio para la sufrida audiencia.

El blues, el soul y el rock duro sobrevolaron en todo el concierto, solo por debajo de las increíbles pulsaciones funkies y la penetrante base rítmica refrendada por un teclado expansivo. “I like it on top” fue fiel reflejo de ello, antes de la incendiaria despedida con “Lasting kind of love”: funk de la mejor escuela, solo de bajo penetrante, un guiño al “Thriller” de Michael Jackson... ¿Qué más se puede pedir? Se despidió por todo lo alto dejando una sensación de éxtasis en los presentes. Si creen que exagero, les invito a ver cualquiera de sus conciertos, ya sea en salas o en festivales.

La eterna Lucinda Williams fue una de las que recibió mayor cariño por parte de los asistentes. Desde el primer tema (“Protection”), pareció flotar una especie de halo protector que la arropó desde el primer hasta el último tema. El derrame cerebral que sufrió en noviembre de 2020 la dejó en mal estado, pero aunque no pueda tocar la guitarra sí que puede cantar, y lo hace con gran sentimiento y efectividad. El coraje de esta mujer no tiene límites. De manera que, una vez asumido este contratiempo, solo nos quedaba disfrutar de su inmortal legado.

“Stolen moments”, el emotivo homenaje al gran Tom Petty fallecido en 2017 y grabado por Lucinda en 2021 (es decir, después del derrame) derramó más de una lágrima, por no hablar del increíble “Drunken angel”. También fue muy bien acogida la balada “Fruits of my labor”, aunque tampoco dejó de lado temas que se publicarán el próximo día 30 en su nuevo disco titulado “Stories from a rock n roll heart”, como la sorprendente y embriagadora “Are you down” o la outlaw country rock “Let’s get the band back together”. Hubo otro tema bastante reciente, como la versión del blues “You can’t rule me” que había cantado Memphis Minnie hace muuuchas décadas. La verdad es que le quedó redonda.

Demostró gran sensibilidad en la emotiva balada “Out of touch”. “Unsuffer me” sonó maravillosa en manos de su banda, que volvió a juguetear con la vacilona “Joy”, la cual extendieron con gran maestría para bajar después el tempo con “Essence”. Ya en el sprint final, la arrebatadora “Honey bee” y la innecesaria versión (¡este año también, igual que el año pasado por parte de Patti Smith!) del “Rockin’ in the free world” de Neil Young, que sin embargo encendió al público. Resumiendo: estamos en 2023 y esto es lo que hay. Tampoco podemos exigirle mucho más a Lucinda, que por otra parte los tiene bien puestos. Sí que echamos de menos más temas de sus primeros discos, pero el repertorio fue inmaculado. El final con la gente coreando “¡Lucinda!” fue digno de recordar. Y el remate fue cuando ella se quedó un rato de pie mirándonos, saludándonos y diciendo “Gracias para todos. Amor y paz. I love you all”.

Lo de los Melvins dista mucho de ser una simple propuesta musical. Tanto su carisma, su concepto, su sonido y su actitud son características que pudiéramos intentar clasificar de alguna manera. Pero no es posible. Pioneros del Sludge, desarrolladores de las afinaciones graves Sabbathicas, camaleónicos y anticomerciales en sus discos y en sus directos... Por ésta y muchas otras razones podremos entender la devoción de sus fans y las ganas que teníamos de verlos en directo. No decepcionaron. La salida a escena fue apoteósica, con una agresión sonora del calibre de “Snake appeal” que fue simplemente increíble. La brutal “Zodiac” nos impresionó por su fuerza bruta y el latigazo de dos minutos “Copache” desató los instintos.

La sola presencia de Buzz Osborne, con su extraño atuendo y su pelambrera, impresionaba desde el primer momento. Y ahí estaba, detrás de él, Dale Crover, el fiel batería que lleva con él cuarenta años, aunque en ocasiones puntuales también se haya encargado del bajo. Y actualmente a cargo de este instrumento, nada menos que Steven McDonald de Redd Kross, que ya había actuado con su grupo en este mismo festival en 2006. Su sola presencia, sus constantes cambios de postura, poses inverosímiles siempre coordinadas con la música, provocaciones y su tenaz comunicación con el público lo convierten en uno de los bajistas más singulares de la historia de los Melvins, que ya es decir.

Hubo homenaje a los Beatles con un “I wanna hold your hand” de ultratumba: algo increíble, aunque el hecho de que no se oyera casi la voz en las primerísimas filas durante todo el concierto (aunque nos consta por los testimonios recogidos que más atrás no fue así) condiconó mucho nuestro veredicto final. No se olvidaron de su último disco “Bad moon rising”, editado el año pasado, con la pesada “Hammering” y la deliciosamente súper heavy “Never say you’re sorry”.

El carisma del grupo nos llevó en bolandas también con la sabbáthica “Evil new war god” para bajar el tempo con la embriagadoramente grave “Let it all be”. En este punto servidor debe ser sincero: me parecía increíble que estuviera viendo a los Melvins, y una vez más debemos dar las gracias a este querido festival. Las sensaciones acumuladas durante todo el concierto son tantas que las guardaremos para siempre. Es cierto que en la variedad está el gusto, y en eso los Melvins nunca se quedaron atrás. El ritmo entrecortado, lento y pesado casi hasta la parada técnica, de “Blood witch” fue otro punto fuerte del set.

Sumergidos plenamente en el universo Melvins, cabe destacar la comunión entre el público, aunque siempre haya alguna desgraciada excepción. Ya saben, a estas alturas del festival hay quien quiere dar la nota y se llena de gloria. Por lo demás, temas insignia como “Honey bucket” y “Night goat” supieron a gloria bendita en un concierto que nos llevaremos a la tumba.

Se pueden imaginar la expectación para ver al eterno Iggy Pop. Comenzó con “Rune” (versión de Noveller), que enpalmó con “Five foot one”, una rareza para el gran público, como lo es el disco al que pertenece: “New values”. Esta y alguna otra que ya comentaremos son dignas de agradecimiento, aunque no iban a ir por ahí los tiros. Por desgracia (y por suerte para la gran mayoría), se sucedieron los clásicos de los Stooges como “Raw power” o “Gimme danger” para regocijo de las masas. No hay problema con ese repertorio, faltaría más, pero después de ver a los Stooges tres veces y a Iggy en solitario solo una vez, se pueden imaginar que echamos de menos temas de su discografía en solitario.

Llegaron, por fortuna, las inevitables “The passenger” y “Lust for life” proyectándose a la eternidad, aunque perdieran parte de su maestría por la sección de vientos. Como para llevarnos la contraria, increíblemente tocaron otra del disco “New values”: un delicioso “The Endless sea”. Seguidamente, las explosivas “Death trip”, “Im sick of you”, “Search & destroy” de Iggy & The Stooges y, entrecalada, la apoteósica “I wanna be your dog” de los Stooges. Fueron, sin duda, los momentos más explosivos.

Último viaje a “The idiot” con la bendita “Mass production” en los bises, para seguir una vez más con el “Fun house” hacia la devoción total con “Down on the street” y “Loose”. Por eso agradecimos que se acordara del increíble nuevo disco con la apabullante “Frenzy”.

Iggy fue un auténtico terremoto durante todo el concierto: se movió, a pesar de su lesión permanente, como solo él sabe hacerlo: arengando a las masas constantemente y dando un espectáculo realmente asombroso a sus 76 años. La manera de manejar la situación, sus proclamas, sus provocaciones y su casi insultante manera de tomar el escenario perdurarán para siempre en la historia del rock. Como conclusión final, destacar que los nueve temas de los Stooges nos privaron de oír más clásicos inmortales suyos y, ya puestos, que solo tocaran uno del primero de los Stooges nos supo a poco. Hemos comentado el tema nuevo que cerró el concierto, pero creemos (aunque no lo afirmamos con rotundidad, para no meter la pata y algún hater nos cruja) que tocó otro hacia el principio del concierto, entre “TV eye” y “Raw power”, y que ese tema fue “Modern day rip off”.

Hubo momentos en los que del oído izquierdo podíamos escuchar los últimos temas de la Iguana mientras que por el derecho oíamos los inmortales clásicos de las Runaways, a cargo de Nat Simons y la mismísima Cherie Currie. Tras el final de Iggy, éstas también habían terminado su show, así que, con un palmo en las narices, nos acercamos a despedir el escenario dos con los comedidos Alter Bridge. A medida que nos acercábamos al escenario nos iba impresionando más el fabuloso telón de fondo, las maravillosas luces y la limpieza de todo el conjunto. Un auténtico paraíso para los fotógrafos.

“Ghost of days gone by” es una de esas inmaculadas piezas de medio tiempo que van creciendo hasta explotar en estribillos dignos del más radiable pop. “Cry of achilles” empezó con acústica aunque siguió con una gran cabalgada digna de Iron Maiden y un riff oscuro como pocos. Un estribillo agudo le añadía más dramatismo a, esta vez sí, una gran pieza de genuino metal. Seis minutos de auténtica delicia. Tampoco decepcionó “Before tomorrow comes” a sus seguidores, en un tema cuyo empuje confluye en el estribillo y ya. Metal alternativo melódico a más no poder.

“Come to life” sí que fue un auténtico revulsivo y un despliegue de agresividad si lo comparamos con la mayoría de temas del repertorio. El oscuro riff de “Blackbird” tuvo una introducción en forma de homenaje a la canción de los Beatles del mismo título. Un tema, el de Alter Bridge, calmadito casi hasta el final, donde sí explota de algún modo, además de desplegar un solo de guitarra atractivo.

Decidieron regalarnos un final metalero con la elegante “Isolation” y el avasallador ritmo de “Metalingus”. No podemos poner muchas quejas a la banda ni a ninguno de sus integrantes: demostraron elegancia y gran solvencia en su trabajo. En cuanto a Myles Kennedy (que ya había visitado el Azkena en 2010 como cantante de la banda de Slash), la calidad su voz y su buen hacer quedaron demostrados una vez más, aunque tanto a él como a toda la banda no le vendrían mal algo más de agresividad.

Terminamos así esta edición del Azkena, trasladándonos a todo correr al escenario tres para intentar pillar el show de Jim Jones Allstars. Jim, que ya había venido a este festival en 2010 como Jim Jones Revue, había montado una tremenda fiesta en la abarrotada explanada, aunque solo pudimos disfrutar de la última canción. Fin del trayecto por ahora. Nos vemos el año que viene con más sorpresas.

La jornada final comienza con la consabida tormenta, el retraso en la apertura del recinto y el inevitable aplazamiento de los 2 primeros conciertos del escenario Love. Afortunadamente Brigade Loco podrán tocar el año que viene. Los técnicos de sonido nos comunican que los daños en este escenario son importantes y que además de la banda de Bergara también se suspende el esperado concierto de Nat Simmons y Cherie Currie. Más tarde nos enteramos que el concierto se llega a hacer solapando a Iggy Pop pero la información no nos llega a tiempo. Una pena. A los que si podemos disfrutar es a The Nude Party a pesar de empezar con algo de retraso. Siete músicos sobre el escenario (incluso un percusionista) haciendo un rock de influencia clara de bandas como Wilco o Avett Brothers. Y un Pedal Steel que hace de su sonido inconfundiblemente norteamericano. Después es el turno de la banda de Memphis Lucero ya entrada la noche. Concierto con muchos guiños al hard rock con buenos y potentes riffs. Son una buena banda de rock y su directo está muy lejos del country alternativo con el que muchas veces se anuncian sus actuaciones. Y lo mejor del Love para el final. Jim Jones All Stars finalizan las actuaciones del tercer escenario con un concierto bestial, con una mezcla de rock, soul y rhythm and blues. No inventan nada y a la vez son originales. Una fantástica versión del "Run, Run, Run" de la Velvet nos demuestra que pueden llevar cualquier cosa a su particular visión del rock’n’roll. La ayuda de dos saxos (especialmente el barítono que está soberbio) no deja lugar a ninguna tregua rítmica. Puro rock de un grupo hecho para el directo. Estupenda manera de acabar el Azkena Rock.

El Trashville acoge su último día de fiestas garajeras. Con la lluvia todavía presente nos refugiamos en la carpa para ver a Lost Cat, cuarteto femenino de Los Angeles facturando un rock garajero con momentos punks acelerados. Pero ni instrumentalmente, ni en voces ni en temas tienen mucho que decir. Concierto regular. Después llega el turno de Steel Beans. Detrás de estos Frijoles de Acero se encuentra otro one-man-band, Jeremy DeBardi. El comienzo es un tanto aburrido pero poco a poco empezamos a valorar el mérito que tiene ejecutar con tanta precisión los riffs a la guitarra mientras suena una batería que parece tocada por otro músico. Un ejercicio de habilidad no muy común. Pero se nos hace largo el bolo por repetitivo. Nos resarcimos poco después con el buen bolo de los Phantom Surfers. Quinteto californiano de autentico y puro surf-rock. Cumplen con todos los clichés del estilo pero para bien. Guitarras reververadas, surf instrumental y cantado y de California. Diversión y rock dentro y fuera del escenario. Ataviados con unos antifaces intercalan temas propios y algún cover. El más celebrado, sin duda, un instrumental "Sheena Is A Punk Rocker" que el público nos encargamos deje de serlo cantando de principio a fin la ramoniana letra. Acaban el bolo tocando los instrumentos en la espalda, momento en que una ikurriña se despliega detrás del bajo de Mike Lucas. Y sin bajar el nivel son los fabulosos King Salami & The Cumberland Three los que ponen punto y final a los conciertos Trashville. Sin duda son una gran banda con un directo espectacular (destacar al excelente bajista). Es el último concierto que vemos este año en la carpa y su bolo es el resumen perfecto de lo que es este espacio: rhythm & blues, black music, escalas orientales, surf, garaje... Una macedonia de sonidos del siglo pasado guiados por Jimmy Pantzavolta, un excelente frontman. Seguro que la coincidencia con Iggy Pop les restó público pero acabaron con la carpa llena y entregada.

Cada año Trashville gana más adeptos, la cercanía del público con las bandas hace que cada bolo sea especial y se viva de manera intensa, algo que es más complicado en los escenarios grandes. Así pues, permitidnos recordar que en Vitoria-Gasteiz hay varios locales donde vivir los conciertos de esta manera. Saber aprovecharlos y disfrutarlos depende de nosotros/as.

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