Tío Budo

Tal vez Víctor Coyote no se encuentre bajo el foco de forma tan intensa como durante los años ochenta, pero lo cierto es que a poco que te pongas tras su pista reconocerás a un creador incansable que se mantiene en plena forma en las dos disciplinas principales por las que le conocemos: como músico y como creador de cómic.

“Tío Budo” en realidad supone una pequeña variación de la segunda y se enmarca en la colección
Fulgencio Pimentel E Hijos”, donde la exquisita editorial de Logroño plantea el reto a nombres reconocidos del noveno arte de completar un cuento infantil. Víctor Coyote es el tercero, tras Mauro Entrialgo y el francés Matthias Picard, en recoger el guante. Y el resultado es un delicioso homenaje a ese tío que todo niño debería tener y que el apéndice “El manual del perfecto tío” describe en una serie de viñetas (es la parte más comiquera de este lanzamiento) tirando de sorna: “Está soltero porque es un poco energúmeno”; “Un tío que conoce y disfruta los dibujos animados accede al fascinante mundo de la crítica audivisual infantil”; “Cuando una tía se lleva por ahí a sus sobrinos ha de devolverlos sucios a casa”. Y así todo…

La historia principal sin embargo maneja claves más infantiles y se estructura tanto narrativamente como en el aspecto visual conforme a la ortodoxia del cuento de siempre, incluido también el gusto por el absurdo y los giros caprichosos en una historia que arranca cuando el Tío Budo se hace con un precioso y peludo elefante de peluche para sus sobrinos. Dedicado a sus propios sobrinos y hasta a un tío que sin duda dejó huella en los ya lejanos años de infancia de Víctor Coyote, éste tampoco se esfuerza demasiado por esconderse como influencia directa del personaje, dotando a su imagen y semejanza de cierto aire canalla al entrañable y atolondrado Budo…