Calvin y Hobbes. Un mundo mágico

El año pasado veía la luz, bajo el título de “El gran Calvin y Hobbes” y gracias a Astiberri, el primer volumen de una impagable retrospectiva sobre los personajes de Calvin y Hobbes creados por Bill Watterson. Ahora, la misma editorial publica la presente continuación, que junta al amparo de otra referencia aquellas historietas que en originalmente fueron publicadas en forma de tiras y páginas dominicales entre marzo y diciembre de 1995. Al igual que sucedía con su predecesora, el lanzamiento resulta ser un producto de obligada adquisición y valor incalculable, al presentar cerca de doscientas páginas —en este caso prensadas en formato horizontal— que inciden con la habitual caustica del autor en el mundo igualmente seductor del pequeño Calvin y su inseparable amigo, el tigre Hobbes.

Alternando páginas completas o la tira escueta como medio para concretar esas aventuras y líos que marcan el devenir diario de ambos, la obra muestra un trasiego en el que tienen cabida tantos divertimentos como preocupaciones vitales. Un conjunto chocante que incluye baños creativos, el juego del Calvinbol, las bondades del verano, una temible bici, el apasionante mundo del chicle (y una revista especializada en la materia como es “Masticando”), o la ya consabida devoción de Calvin por la nieve, los globos de agua y las siempre recurrentes fantasías con alienígenas. También tienen cabida personajes con nombre propio, como sus sufridos padres, la profesora Carcoma, su compañera de clase Susie Derkins, y hasta ese Papá Noel con el que mantiene una marcada relación de amor y odio.

Todos ellos aparecen en las vivencias de Calvin y su adorado Hobbes, quienes, juntos y en plena complicidad, vuelven a ofertar no pocas lecciones de vida, de esas tan capaces de generar una reflexión como de dibujar una entrañable sonrisa en el rostro de cualquiera que decida unirse a la fiesta; incluso de motivar ambas consecuencias al mismo tiempo. La especialísima imaginación de Calvin y la ironía de Hobbes confluyen, una vez más, en diálogos inteligentes y un tipo de humor específico que ejerce como argumento durante todas las páginas seleccionadas, que varían del color al blanco y negro. El cómic apuesta por una filosofía siempre divertida y entrañable que, en base a sus más que evidentes virtudes, consigue recuperar cualquier día gris y anodino para la causa.

La habilidad de Watterson para mostrar cualidades en tan poco espacio resulta loable, así como su exquisita pericia para continuar hurgando en el universo de los protagonistas, levantando bases comunes entre ambos tomos sin repetirse ni perder agudeza en el guion. “Calvin y Hobbes. Un mundo mágico” es un alegato a la alegría de vivir y relativizar en pos de la felicidad, sin sentimentalismos baratos ni trucos facilones. Por eso, el contenido cala tras generar unas sensaciones esperanzadoras que dejan poso en el agradecido lector. Un tesoro en forma de viñetas que funciona, también, como cápsula del tiempo con la que reverdecer aquellas sensaciones asociadas a cuando fuimos niños. Pocas veces un título estuvo tan bien elegido.