Sin edulcorar
Cine - Series / Jerry Seinfeld



Sin edulcorar

4 / 10
Fran González — 15-05-2024
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la película

Dice Jerry Seinfeld que la corrección política ha matado el humor. Un rancio y ya manido lugar común que ha levantado ampollas en redes sociales y que el cómico estadounidense parece haberse tomado al pie de la letra a la hora de concebir el que es su debut direccional. Tras su visionado, a uno no le queda del todo claro que “Sin edulcorar” sea una película de verdad, un mero branded content de hora y media o simplemente el trampolín al vacío de una supuesta leyenda.

Haciendo acopio de ese temor a tener que cogérsela con papel de fumar, el icónico humorista de stand-up ha suavizado tanto sus formas, sus gags (de los que solo él se ríe) y el tono general de su cinta, que prácticamente tendremos la sensación de estar viendo un cartoon en imagen real que roza la vergüenza y sobrepasa la confusión. Ni siquiera su elenco, plagado de estrellas y caras conocidas del Saturday Night Live y otros populares artefactos de la comedia norteamericana (Amy Schumer, Melissa McCarthy, Bobby Moynihan, Max Greenfield, Thomas Lennon, Jack McBrayer y suma y sigue) consiguen levantar la trama de una patochada que se queda corta, tanto para el público infantil como para el adulto.

Los chistes no funcionan, el tono es condescendiente con el espectador (potenciado por esa irritante banda sonora fanfarriosa y aniñada) y su conflicto narrativo (la latente rivalidad entre dos magnates de los cereales) carece de la consistencia suficiente para interesarnos y atraparnos.

Su argumento es de un simple que desconcierta. Kellogg’s y Post, dos grandes firmas de alimentación, compiten con las artes más bajas a fin de lograr el lanzamiento del producto definitivo que revolucione el desayuno de los norteamericanos. Para ello no dudarán en pisarse el cuello y poner sobre la mesa sus cartas menos decorosas, porque en el amor y en la comida más importante del día vale todo.

En esta sucesión de lo absurdo y lo excesivo, y con la intención de resaltar algún aspecto redentor del texto, se salvaría la participación puntual de algunos de sus secundarios (Hugh Grant parodiando el asalto al Capitolio o Bill Burr dibujando la cara más turbia de JFK será lo más atrevido que el film nos proponga) o la contribución de una llamativa lista de cameos (Peter Dinklage y Christian Slater de malos malísimos, un Fred Armisen muy poco aprovechado o la dupla formada por Jon Hamm y John Slattery trasladándonos a aquellos primeros años del auge publicitario en el nuevo continente madmeniano).

Pero desgraciadamente, en lo que se refiere a ver a su director y protagonista en acción, sufriremos una terrible desilusión que se encuentra a años luz de sus mejores golpes en la célebre sitcom que popularizó su nombre. A medio camino entre una comedia indie y un intento de blockbuster familiar (con su respectivo hit comercial y sus incómodas tomas falsas como colofón final), “Sin edulcorar” hace honores a su nombre y se siente como una insípida broma y una oportunidad perdida.

 

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