Romería
Cine - SeriesCarla Simón

Romería

7 / 10
José Martínez Ros — 08-09-2025
Empresa — Elastica Films
Fotografía — Cartel de la película

En el último Festival de Cannes, el más prestigioso escaparate de la industria cinematográfica global, se produjo un hecho muy poco común. Dos películas españolas fueron elegidas para la sección oficial a concurso, algo que ha pasado en contadas ocasiones en las últimas décadas. Y aún más raro: ninguno de los responsables de estas películas se apellidaba Almodóvar. Al contrario, los elegidos para medirse con la aristocracia de cine de autor contemporáneo (los hermanos Dardenne, Kelly Reichardt, Wes Anderson, Ari Aster, Julia Ducournau o Richard Linklater) fueron dos directores aún jóvenes, que aún tienen -esperamos- una larguísima carrera por delante: Oliver Laxe y Carla Simón.

El que se llevó la mayoría de los parabienes, y el premio del jurado, fue Laxe con su extraordinaria “Siràt”. No cabe duda de que se trata de una película mucho más tensa y magnética, más poderosa a nivel audiovisual. No obstante, eso no le quita nada de interés a la propuesta de Simón, “Romería”, en la que confirma buena parte de las cualidades positivas de sus obras previas: “Estiu 1993” y “Alcarràs”. Y además muestra que la directora está dispuesta a adentrarse en territorios no hollados en las cintas que la convirtieron en el mejor símbolo, junto a Pilar Palomero, de una brillante generación de mujeres cineastas españolas.

Se ha escrito muchísimo sobre el naturalismo de las películas de Simón, de su estricto realismo. Este existe, obviamente, pero es un naturalismo contenido, estilizado y lírico, que está mucho más cerca de, por ejemplo, el Terence Malick de “Malas tierras” que de Ken Loach o Mike Leigh. Algo se aprecia no sólo en su cuidada fotografía y montaje, sino también en muchas decisiones de guion. En sus películas, sobre todo en “Estiu 1993” y en esta “Romería”, que podría considerarse su secuela espiritual, los auténticos problemas, la tragedia de los personajes, rara vez emerge a la luz en sus escuetos diálogos y sus largos silencios. Más bien percibimos que es aquello de lo que nadie desea hablar.

Estamos en 2004 y Marina (una excelente Llúcia Garcia, firme candidata al Goya a la mejor actriz revelación), una joven estudiante de cine, aprovecha las vacaciones estivales para viajar de su ciudad, Barcelona, a Galicia. No por turismo: va a intentar desentrañar algunos enigmas de su pasado que nunca han dejado de perseguirla. A los seis años fue dada en adopción. Ahora quiere contactar en Vigo con la familia de su padre “real” (abuelos, tíos, primos) a los que no conoce en absoluto. Intenta saber más acerca de sus progenitores, que fallecieron muy jóvenes y de los que apenas le han contado nada.

Sin embargo, su familia gallega no la recibe con los brazos abiertos, sino con un sinfín de reticencias. La película sigue a esa “intrusa” que, valiéndose de su entereza y de su sentido de la observación, llega a descubrir su auténtica historia de origen, sus raíces, aquello que le ocultaban desde su infancia. En ese sentido, el peregrinaje, la “romería” de la chica es un éxito, se transforma un viaje de autodescubrimiento. Pero, al tiempo, la película adquiere una dimensión onírica que se desata en su tercio final. Marina logra reconstruir la relación entre sus padres biológicos, que estuvo marcada por las drogas y la enfermedad que devoraron a muchos jóvenes en los ochenta. Pero, al visualizarla en su imaginación esta toma un carácter intensamente sensual y mágico. Se transforma en una memoria “mitificada”, sin la sordidez que cabría esperar.

La combinación de ambos tonos no funciona al ciento por ciento, a pesar de que esas escenas son a menudo muy hermosas. La frialdad y el objetivismo de gran parte de la narración no casan armónicamente con ese desenlace febril y apasionado; y por momentos, creemos que nos hallamos en otra película. Es probable que esto represente que para Carla Simón su trayecto dentro del naturalismo ha llegado a su límite, y que ahora su cine se va a expandir en nuevas direcciones. Si es así, lo averiguaremos en sus siguientes películas.

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