No hay un caso parecido en España y parte del extranjero al del granadino Ernesto “Eric” Jiménez: un tipo que desde el talento natural y su pegada colosal de caja y timbales, la pasión, la disciplina y una vitalidad fuera de lo normal, ha impreso una huella imborrable en la música alternativa nacional de estas últimas cuatro décadas.
KGB, Lagartija Nick, el mito del flamenco Enrique Morente, Los Planetas, Los Evangelistas, Fuerza Nueva… y ahí sigue el tío en sus trece, haciendo temblar su kit con la fuerza incontenible de quien siempre parece que lo va a hacer por última vez.
Tras sendos tomos de memorias –“Cuatro millones de golpes” y “Viaje al centro de mi cerebro”– se le dedica este entretenido documental que, desde el irónico título con referencia indisimulada a Oscar Wilde, además de presentar sus orígenes personales y artísticos, hace un necesario repaso histórico de la vibrante escena granadina de las últimas décadas.
El resultado es obligatoriamente benévolo con un músico que cae bien entre colegas y compañeros, al menos los que desfilan ante las cámaras. Su seriedad como instrumentista compensa sobradamente sus extravagancias, que están ahí. Y conocemos sus orígenes familiares, sus inicios, su trayectoria hasta su consagración como uno de los músicos más importantes de su generación. Que, siendo batería, insisto, tiene doble mérito.
Como no podía ser de otra manera, el filme está repleto de sabrosas anécdotas que unos y otros –de su hermano mayor a Jota, Florent, Soleá Morente, Miguel Ríos o Antonio Arias– van relatando con más o menos gracia. Y que un montón de músicos hablen bien de este peculiar Ernesto (o Eric) es el mejor tributo que se le puede rendir. Sin olvidar tantas canciones memorables que habrían sido otra cosa sin ese compromiso total con su instrumento.
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