"I Can Hear The Heart Beating As One" de Yo La Tengo 25 años después
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"I Can Hear The Heart Beating As One" de Yo La Tengo 25 años después

Sergio Ariza — 02-05-2022
Fotografía — Archivo

"I Can Hear The Heart Beating As One" es un obra maestra bastante improbable y es que Yo La Tengo llevaban existiendo desde hacía 13 años y habían sacado siete discos al mercado que nadie había comprado, aunque toda la prensa y los dependientes de tiendas especializadas cantaban las loas de una banda muy especial.

A Yo La Tengo, principalmente sus dos impulsores, la pareja compuesta por Ira Kaplan y Georgia Hubley, no les podía importar lo más mínimo esa falta de éxito, como demostraban en el divertido vídeo de "Sugarcube" con cameo del actor Bob Odenkirk (Better Call Saul, Breaking Bad) incluido, ya que consideraban todo un éxito simplemente poder vivir de esto.

Así que es normal que nadie pensase que un nuevo disco de Yo La Tengo, uno que tampoco vendió mucho en su momento, fuera afectar de esa manera en el universo indie. Pero así fue, y es que "I Can Hear The Heart Beating As One" contenía multitudes, definiendo para siempre a lo que podía o no podía sonar el indie rock.

Básicamente los 90 nos habían enseñado que el indie sonaba como lo hacía la maravillosa "Sugarcube", guitarras saturadas y melodías pop escondidas debajo de ellas. La canción era un caramelo con el filo de la distorsión y un perfecto ejemplo del estilo, pero luego estaba la otra canción gigantesca del disco, "Autumn Sweater", donde ni siquiera sonaba una guitarra, demostrando que la banda, y el género en general, se podían abrir a otras cosas. Y eso por no hablar de sus ramalazos country, sus guiños a la bossa nova, su amor por el pop clásico o sus toques krautrock (mucho antes de que eso fuera considerado 'cool').

Un conocimiento enciclopédico

Normalmente los grupos no suelen sacar su mejor disco al octavo intento pero Yo La Tengo no era un grupo cualquiera sino toda una institución dentro de la música alternativa. Claro que, dicho esto, el trío de Hoboken no era un grupo 'indie' al uso, sino uno capaz de explorar muchos sonidos dentro de la música pop, como ya probaban las influencias que manejaba la pareja cuando buscaba un bajista en el año 1984, cosas como The Soft Boys, Mission of Burma o los Love de Arthur Lee.

Lo suyo era un conocimiento enciclopédico de la música pop en el que cabía de todo, desde el pop clásico de los Kinks al 'lo-fi' de Daniel Johnston, pasando por el country rock de Gram Parsons. Nunca se cansaron de homenajear a sus muchas fuentes con muchas, y muy buenas, versiones, dos de los mejores ejemplos se encuentran en este disco, el “Little Honda” de los Beach Boys y el “My Little Corner of the World” que popularizó Anita Bryant.

Aun así este es el disco en el que todas esas influencias comenzaban a verse más claras en su propia música, tras dos discos notables como "Painful" y "Electr-O-Pura", el primero más centrado en el noise y el shoegazing, aunque fue el segundo el que marcó una nueva dirección creativa para la banda. Según explicó el propio Kaplan, "creo que después de Electr-O-Pura tratamos de no preocuparnos demasiado por cómo iba a sonar el próximo disco". Esa libertad absoluta se nota en una obra que grabaron en Nashville, bajo la supervisión de Roger Moutenot, el productor de sus dos anteriores trabajos.

El regreso del pollo caliente

Su extensión de paleta, y su sincera falta de interés en ningún tipo de éxito comercial, se demuestra abriendo el disco con una pieza instrumental llamada, nada más y nada menos, que "Return To Hot Chicken" (un guiño a un par de canciones de "Electr-O-Pura"), llena de reverberación en las guitarras, tranquila pero atmosférica. Luego cogen el riff de bajo del "European Son" de la Velvet Underground y lo convierten en el centro de una canción hipnótica y sugerente llamada "Moby Octopad", con Kaplan y Hubley cantando en su modo más narcoléptico, pero con una base totalmente bailable, logrando un contraste tremendo, como si los Cocteau Twins estuvieran cantando un tema del "Screamadelica".

Y luego llegaba "Sugarcube", una resplandeciente pepita dorada de indie rock, con sus guitarras crudas y su melodía infecciosa con ecos de My Bloody Valentine. Parece bastante increíble que un mismo disco tenga una canción como esta, que define perfectamente lo que es el indie rock, pero también otra maravilla como "Autumn Sweater" en la que se vislumbra hasta donde se puede ampliar esa misma definición.

"Damage" era tan calmada, pero llena de aristas, que podría pasar por una canción de Low, el cambio era tan brutal después del subidón de "Sugarcube" que parece como si el mundo se hubiera detenido. Con "Deeper Into Movies" vuelven los ecos de los de Kevin Shields con muros de guitarras distorsionadas y melodías maravillosas que intentan abrirse paso entre ellas.

El síndrome de Estocolmo y James McNew

"Shadows", cantada por Hubley, con la dulzura habitual en ella, entraba casi en territorios Dream Pop, nuevamente la calma tras la furiosa tempestad que suponía "Deeper Into Movies". Luego llegaba otra de las grandes canciones del disco, "Stockholm Syndrome", una de sus mejores y más melancólicas melodías, cantada por la frágil voz de James McNew, que demostraba con esta canción que era un elemento fundamental en la banda, tomando por vez primera la voz cantante en la banda desde su incorporación en 1992.

"Autumn Sweater" es un mundo en sí misma, con una percusión bailable en contraste con un órgano funerario y una voz totalmente hipnótica, una especie de ‘Madchester meets ambient’ que terminaría por romper todas las barreras de esta banda. Con su versión de "Little Honda" convertían el clásico surf rock en la perfecta representación de lo que es el noise pop, demostrando, una vez más, que las melodías de Brian Wilson son igual de buenas si las cantan Jan & Dean o Sonic Youth...

"Green Arrow" era algo así como la prima lejana del "París, Texas" de Ry Cooder, sustituyendo perfección técnica por campestre 'lo-fi', por su parte, "One PM Again", con sus toques country, adelantaba a los Silver Jews de David Berman, mientras que "The Lie and How We Told It" era puro dream pop, con deliciosas armonías, y nuevamente ese ligero toque country que les distinguía, mientras que "Center of Gravity" era una bossa nova en la que Ira y George Kaplan se transmutan en los Gilberto del indie rock, con Belle and Sebastian tomando apuntes desde Glasgow.

Por su parte, "Spec Bebop" sonaba perfecta para ser tocada por una banda neoyorquina con gafas de sol puestas mientras proyectaban sobre ellos películas 'avant garde' en blanco y negro, todo ello desde Hamburgo con amor... Claro que, como el orden de los factores no altera el producto, también suena un poco como una banda alemana de los 70 haciendo una versión de "Sister Ray".

Una banda americana

"We're An American Band" no era una versión de Grand Funk Railroad, y sus seis minutos y pico de armonías susurrantes y estridencias distorsionadas ofrecían una idea muy diferente a la de la banda favorita de Homer Simpson de lo que significa la frase del título. La canción era una epopeya en miniatura de ruido etéreo, con Kaplan y Hubley armonizando sobre su furiosa guitarra y la línea de bajo de McNew, antes de que Kaplan se lance, cual kamikaze, con un volcánico solo de guitarra. Toda una declaración de intenciones por parte de unos Yo La Tengo que tenían una idea propia, pero inclusiva, de lo que suponía ser una banda americana.

Como remate terminaban con la que posiblemente sea mi versión favorita de uno de los grupos que mejores, y más versiones, han hecho, "My Little Corner Of The World". La canción había sido escrita por Lee Pockriss y Bob Hilliard, y había conocido su primera versión en la voz de Anita Bryant en 1960. Era puro pop azucarado, a medio camino entre las canciones más aterciopeladas de Nashville y los 'crooners' más melosos. Aquí la banda la transforma en el himno twee definitivo con Hubley transmutándose en la Maureen Tucker de "After Hours" o "I'm Sticking With You".

En definitiva, el disco era un increíble recorrido enciclopédico por la historia pop, siempre con un punto de vista independiente, pero nada prejuicioso. Un disco en el que el punk y el country no estaban peleados, en el que la Velvet y los Kinks, My Bloody Valentine y los Beatles o Pavement y Burt Bacharach se daban las manos sin problemas, gracias a una banda que tenía claro que los muros y las restricciones en la música solo estaban ahí para poder derribarlos.

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