Especial Surfin' Bichos. De huesos, chuchos y un retorno antológico.
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Especial Surfin' Bichos. De huesos, chuchos y un retorno antológico.

Marcos Gendre — 29-05-2023
Fotografía — Archivo

Aunque suene raro al leerlo, Surfin’ Bichos están de vuelta. Y lo han hecho por medio de una nueva prueba de genio, por la cual resulta necesario hacer un recorrido por diez momentos en su camino hasta el vuelo Fénix que se han marcado 29 años después de su último LP de estudio.

Gente abollada

La presentación oficial del grupo quedó marcada en esta historia desgarradora de abecedario suburbial y aliento yonqui. Pocas veces un grupo español ha sonado tan crudo y violento, con esa forma de cantar de Alfaro, capaz del grito más agudo, pero también de la caricia vocal más venenosa. A pesar de una prescindible sección de vientos, nunca sonaron tan peligrosos y salvajes como en esta piedra angular de su repertorio.

La luz en tus entrañas

“Gente abollada” forma parte de “La luz en tus entrañas” (1989), primer LP oficial del grupo, cuya sobre producción lastra el resultado final de un trabajo que, a pesar de dicho déficit, sobrevive a las adversidades por medio de una decena de canciones violentas, bipolares y con momentos cumbre como “El rey del pegamento” y la épica “Aráñame con cariño”. Sólo por estas dos la escucha está más que justificada, pero es que el resto del viaje es un racimo de desparpajo contagioso donde el genoma pop juega al doo-woop, a Nick Cave y a lo que le venga en gana.

Rifle de repetición

Incluso versionada por Grupos de Expertos Solynieve, lo cierto es que estamos ante una de esas demostraciones por las cuales Surfin’ Bichos siempre fue un grupo diferente. En este caso, por sacar adelante muestras de genio absoluto como la aquí presente; sin duda, uno de los picos más altos de la cordillera pop estatal. Asimismo, “Rifle de repetición” forma parte de “El fotógrafo del cielo”, segundo LP de los albaceteños, con el que perfeccionaron y ampliaron su cuaderno de estilo, a través de un cancionero antológico con, incluso, piezas como “Algún día será” y “Dulce mal trago”, que bien les pudo haber colado en el circuito de los 40 Principales de aquella, con grupos como Duncan Dhu.

Hermanos carnales

Fue en 1992 cuando Surfin’ Bichos tuvieron la gran oportunidad de su carrera. Su tercer LP, “Hermanos carnales” (1992) debía ser el punto de inflexión comercial para un grupo que, de todos modos, hizo una primera apuesta por publicar un doble LP. Escuchado hoy en día descartes como “Capas de olvido” o “Padre viento y padre mar”, uno se pregunta si un disco tan redondo como el perpetrado no hubiera sido todavía mejor de haber cuajado la idea primigenia a la hora de encadenar un surtido de canciones de huesos, religión Pixie y nervudos ritmos griegos. Respecto a esto último, “Fuerte!” es la canción más famosa del álbum y el single que debió abrirles la puerta del reconocimiento masivo. Cómo no, dicho deseo, armado en torno a una letra ciertamente polémica, no llegó a su fin. Aparte de su anti-single más famoso, en el zurrón se encuentran piezas superiores como “Mi hermano carnal”, “Viaje de redención” o “Harto de tu amor”. Joyas que definieron el punto más álgido del indie español, con permiso de Los Planetas, que a partir de 1993 cogieron el testigo de los reyes del pop independiente patrio.

Artistas del disfraz

Injustamente olvidade entre los pliegues de su discografía cuasi perfecta, emerge un mini-LP (como se decía antes) de seis versiones llamado “Family Album I” (1993), en las que queda de manifiesto la capacidad del grupo para el disfraz, con la dificultad añadida de traducir el idiosma de Shakespeare por el de Cervantes. Que por aquí jueguen a vampirizar el legado de Big Star (antológica, su versión de “Jesus Christ”) o a hacer suya el “Hallelujah” de Leonard Cohen es tan fabuloso como haberse atrevido con el “I Don’t Know If You’Re Lonely” de Hüsker Dü, aquí no incluida, pero, sin duda, un símbolo que los emparenta con los gigantes del punk neopsicodélico yanqui de los ochenta. Unos que corrieron una suerte parecida a la suya en las malas cartas que les envió el destino.

El final de una quimera

El cierre, antes de tres décadas de silencio discográfico, llegó con “El amigo de las tormenas” (1994), canto anunciado de una despedida repleta de dardos en la diana. No puede ser de otra forma ante la adrenalina pop de “Si tengo cambiar”, la montaña rusa de estribillos en “Comida china y subfusiles” y la majestuosa “El final de una quimera”, metáfora milimétrica del gran hiato que se avecinaba en el camino.

La familia crece

Visto en perspectiva, el cierre oficial de Surfin’ Bichos fue hasta bueno para toda la comunidad de fans del grupo. La escisión en Chucho, con Alfaro, y Mercromina, con el resto del grupo, dio lugar a una especie de rivalidad en la sombra que nos proporcionó un catálogo de discos que no escondían su ADN original, con demostraciones tan demoledoras como ese tour de forcé de Alfaro a través de “Los diarios de petróleo” (2001), que hasta podría haber pasado por un disco de los Surfin’, sino fuera por la ausencia irremplazable de un Joaquín Pascual, que al frente de Mercromina nos regaló trabajos sobresalientes como “Canciones de andar por casa” (1999) y “Desde la montaña más alta del mundo” (2005). Pero del árbol genealógico surgieron más ramas, como Travolta, Burrito Panza, Is o Fernando Alfaro y Joaquín Pascual, ambos en solitario.

Concierto de 2006 en Primavera Sound

Seguramente, no haya habido un retorno más esperado dentro del indie nacional que el protagonizado por Alfaro y los suyos en su gira de 2006. El punto culmen de la misma fue su participación en el Primavera Sound de aquel mismo año, en un concierto que arrancó justo después del ofrecido por Lou Reed en otro escenario del recinto, anexo al suyo. Se podía respirar que esa noche iba a ser histórica. Sobre todo, cuando, desde el escenario del neoyorquino, las primeras almas comenzaron su desfile hacia el lugar donde tocaban los de Albacete antes de que el gran trovador eléctrico acabara su concierto. Algo gordo se estaba fraguando y así fue, en un reencuentro entre Surfin’ Bichos y su público, el viejo y el nuevo, que abarroto el foso donde la comunión absoluta con su gran secta llegó a través de un concierto que porta la aureola de histórico.

25 años después

El 25º aniversario de la publicación de “Hermanos carnales” fue la excusa perfecta para volver a sacar a pasear semejante oda a la inspiración que, por medio de una formación sin los desencuentros del pasado, ofreció lo mejor de sí misma en una serie de conciertos antológicos, con actuaciones míticas, como su participación en el Noroeste Pop-Rock.

El retorno menos esperado

Pocos se podrían imaginar que, tras tres décadas, Surfin’ Bichos iban a retornar con un nuevo retoño discográfico. Pero así fue y, por no faltar a la tradición, el resultado es fenomenal pero, sobre todo, convincente con la idiosincrasia de la liturgia surfin bichera. Es como si la abrumadora diferencia temporal entre su último LP oficial en estudio y éeste se hubiera concentrado en apenas dos o tres años. Un milagro por el cual la necesidad de volver al ruedo queda más que justificada, y más con nuevas joyas para el ajuar de los albaceteños como “Máquina que no para”, “El caballo del mar” y “Alumbrando el fin”.

 

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