Eterna Inocencia. Escuela de punk
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Eterna Inocencia. Escuela de punk

Adriano Mazzeo — 01-03-2022
Fotografía — Chino Zavalía

Argentina tiene una destacable tradición punk y Eterna Inocencia es quizá su acto más convocante y representativo. Sin proponérselo, haciendo uso de una libertad creativa casi psicodélica, esta banda vapuleó los límites filosóficos del género dotándolo de sustanciales cuotas de activismo, emoción y poesía. Una propuesta que, tras veinticinco laboriosos años, está en su mejor momento.

El poder que aplican las Industrias Culturales se convierte en el pulso de las mentes dominables, conclusión sencilla que aflora a la simple mirada de los métodos actuales de difusión. Pero el ímpetu pesimista (realista) que caracterizó a este estudio a cargo de catedráticos alemanes tras la Segunda Guerra Mundial no debió obviar a fenómenos subyacentes a las luces de la superficie que pueden esclarecer la vida de unos pocos (o unos cuantos, porque todo es perspectiva), regalarles una identidad, una forma de ser, una razón para enfocar sus sentires.

En la ciudad de Quilmes, kilómetros al sur de la furiosa Buenos Aires, nació en el ecuador de los noventas Eterna Inocencia, la aventura hardcore-punk de un grupo de amigos, como las hay cientos en diversas megalópolis del mundo, pero distinto. Más de veinticinco años después el presente ordena visiones y ayuda a explicar el “distinto” utilizado en la oración anterior.

Después de siete discos de estudio autoeditados, cambios de integrantes y una pandemia que revolucionó ánimos con intensidad, Eterna Inocencia viven un renacer orgánico, una temporada de gracia que no sorprende: la dinámica de pico-pala que empuñaron desde el minuto cero nunca cesó su intensidad, haciendo un trabajo de hormiga propio del ritmo incansable de los proyectos con brillo propio. Para ellos el Do It Yourself es un precepto intocable, desde la participación familiar y de amigos en los quehaceres del grupo a proyectos de creatividad y activismo o las distintas acciones que el quinteto realiza junto a ONG’s de su país.

Crecieron en el seno del circuito underground correspondiente, cantando en inglés a la velocidad de sus skates, practicando un hardcore melódico que tenía por norte a grupos como Bad Religion, Propagandhi o Social Distorsion. Pero lo que convirtió a estos argentinos en una formación de culto no fue a lo que suenan, sino la forma en la que expresan su mensaje. Vamos, el simple hecho de tener un mensaje ya les distancia de la media.

Esas letras tan directas como poéticas tienen el plus que le da sentido a la literatura: cada quien puede interpretarlas a su modo. Guille Mármol, cantante y frontman, intenta explicar su particular forma de escribir, entre lo bucólico, lo combativo, lo sentimental y lo reivindicativo. “Soy un fanático de todo lo que tiene que ver con la vida en el campo. Desde chiquito leo al escritor y naturalista Guillermo Hudson y la literatura gauchesca de la pampa argentina. Alvaro Yunque, por ejemplo, sobre todo su libro ‘Calfucurá, la conquista de las pampas’. De niño, mis papás me traían las tiras de Mafalda, que me sirvieron un montón, al igual que el cuento ‘Un elefante ocupa mucho espacio’ de Elsa Bornemann. Ese me partió la cabeza, también por las ilustraciones lisérgicas de Juan Marchesi. Es el material que llevo en el alma. Luego llegaron cuestiones más políticas que siempre tengo a mano, como los escritos dispersos pero muy certeros de Mijaíl Bakunin”. De todo esto se desprende que Eterna Inocencia funciona como una factoría de riffs veloces y excitantes que invitan al pogo, claro, pero también como un taller de percepción emocional, y cuando uno se mete en los detalles personales de los integrantes de la banda –que se completa con Ero “Ciri” Pesquero en guitarra y coros, Roy Ota en guitarra, Germán Rodríguez en batería y Ale Navajas en bajo y coros– llega una clara sensación que le da sentido a todo.

Vivan mis caminos

Francisco Colasanto, compositor argentino de música contemporánea un día soltó entre birras y amigos “Sos lo que hacés, no lo que estudiaste para ser”, un preciso disparador que Eterna Inocencia pueden darse el gusto de maximizar: sus integrantes también estudiaron a lo bestia –dentro del clásico contexto de la vapuleada clase media argentina– para configurarse en estas personas que hacen y por ende, son. El hecho de que Guille sea historiador y director de una tradicional escuela alemana de Quilmes, que Ciri dirija una carrera técnica de composición musical en la universidad de la misma ciudad, que Roy sea ingeniero de sonido, que Germán haya dedicado su vida casi tanto al judo como a la batería y que Ale sea musicoterapeuta no sirve solamente para engrandecer el exotismo de la banda, sino que consigue reflejarse en su aura de distintas maneras, porque ninguno de los componentes piensa en Eterna Inocencia como un medio de vida, sino en un vehículo para realizarse como seres sociales y espirituales. Guille reflexiona al respecto: “Es una situación de virtudes y desafíos. Por un lado es bueno tener tu trabajo y estar vinculado al contexto y a la realidad inmediata; es una cantera de inspiración para Eterna, la conexión con el imaginario social. Por otro, es una limitación para girar y recorrer grandes distancias. Nos sirve para el desarrollo del proyecto: lo encaramos con parámetros parecidos a los que utilizamos cotidianamente, lo cual contribuye a un clima de respeto, sobre todo en el modo en que se acercan las sugerencias, que por lo general vienen de la mano de propuestas superadoras. Siempre decimos que para refutar una propuesta tiene que ser con otra que la supere”.

Ciri aporta su visión personal: “Yo siempre trabajé en otras cosas para poder tocar y estudiar. Como reponedor de supermercado, fotocromista y diseñador gráfico. Así pude costear mis estudios de tecnología aplicada a la música”, comenta. Y se extiende: “Cuando terminé de estudiar comencé a trabajar como docente de música, desde los niveles más básicos de la enseñanza hasta la Universidad en la que yo estudié. Me cuesta imaginarme simplemente tocando porque me gusta mucho estar frente a una clase, compartir mi experiencia y aprender de los demás. Quiero estar al corriente de los avances en materia musical y tecnológica y participar de proyectos de investigación. Aprendo mucho de las tesis de mis alumnos”.

"Cuando tocás o estás frente de una clase te mostrás tal cual sos. Cuando disfrutás de tocar en vivo no hay dobles lecturas: te desnudás frente a los demás. Sos vos y el instrumento, que es una extensión de vos mismo, es el medio por el cual te comunicás con los demás"

Con esos pergaminos de working class heroes totales, Ciri y Guille son personajes ideales para ensayar una idea sobre los paralelismos de plantarse frente a una clase y ante a una audiencia de punk rock. “Paralelismos sí que hay”, asegura Ciri, “básicamente porque cuando tocás o estás frente de una clase te mostrás tal cual sos. Cuando disfrutás de tocar en vivo no hay dobles lecturas: te desnudás frente a los demás. Sos vos y el instrumento, que es una extensión de vos mismo, es el medio por el cual te comunicás con los demás. En el caso de la banda, esa comunicación individual interactúa con las de tus compañeros. La voz que de ahí surge es la canción”. Guille coincide en que: “hay varios puntos en común: el principal es que tenés dos auditorios. El público que viene a ver a tu banda es voluntario y el otro, bueno, es medio cautivo, ¿no? Pero sin dudas estar frente a un salón con alumnado o cantando en un concierto tienen puntos en común. Muchas de nuestras canciones requieren una pausa y una maceración y en eso también se ve la veta docente. El hecho de haber estado dando clases y tocando tantos años me sirvió para romper el hielo a la posibilidad de decir y compartir”.

¿Cuáles serían las diferencias?
(Guille) Una está en la cuestión puramente artística contra la historia, que siempre está sometida al método científico. El arte te da muchas más alas porque rompe con las convenciones. Con la historia como disciplina quedás más ajustado a una matriz.

También imagino que no es igual hablarle a un alumno que a un seguidor del grupo.
(Ciri) En el aula quizá sea más personal, porque la interacción es de individuo a grupo. Allí surgen preguntas, debates y hasta discusiones y yo como docente debo encauzar la discusión siempre escuchando opiniones y por supuesto argumentando mi posición. Muchas veces termino aprendiendo cosas de mis estudiantes y aceptando posiciones que no podía ver antes. Ese ida y vuelta es fundamental en cualquier proyecto colectivo, tanto en una banda como en una clase.

El componente humano es más que fundamental en el grupo. ¿Cómo explicarías su importancia?
(Guille) Creo que somos un grupo de personas que fue incorporando las mejores condiciones del ser humano. Entendió que la solidaridad, la empatía y el trabajo colectivo dan frutos. El respeto es fundamental para esta banda, que entendió los preceptos del “Hazlo tú mismo” lo que nos dio una filosofía de vida directamente. Si hay algo que nos caracteriza es ese potencial desplegado en el proyecto y también en la vida de los individuos que conforman Eterna.

La fuerza de esta música

Como marcaba Guille, la empatía es uno de los combustibles que mantiene al quinteto en su estado natural. Ale, afable bajista de la banda, de sonrisa cómplice y ávida de intercambio cultural, podría llamarse “Empático” de segundo nombre. Oriundo de la ciudad ribereña de Concepción del Uruguay en la provincia argentina de Entre Ríos, no deja que Buenos Aires contamine su abierta forma de ser. Como lo define Germán, su compañero de base “Ale es alguien con quien no te podés enojar”.

Cuando habla de su profesión fuera de la banda, su voz se ralentiza y se muestra concentrado, dándole importancia al hecho de que se entienda la idea. “Soy licenciado en musicoterapia clínica; hacemos terapia con instrumentos musicales. Trabajo las áreas de infancia y discapacidad. Se aborda dentro de un equipo interdisciplinario (participan psicología, terapia ocupacional, psicomotricidad, fonoaudiología). Observamos el despliegue de les niñes y desde allí se interviene a partir de esa transferencia y contratransferencia que genera el juego y el lenguaje musical. Así es como podemos tratar problemáticas y llegar a diagnósticos”.

¿Cómo se complementan en ti el profesional de la salud y el punk rocker sentimental?
Esta conexión positiva la descubrí de grande. Pensá que terminé trabajando con instrumentos musicales, que era lo que me interesaba. Si bien pasé por otros trabajos en áreas completamente distintas, con la musicoterapia encontré un trabajo digno en el que también hay algo de altruismo y a la vez utilizo herramientas que para mí son un placer como los instrumentos musicales y encima aplicados desde una mirada lúdica.

Mi puño es la herramienta

Locuaz, de gran humor y contextura atlética, Germán Rodríguez es desde su batería la locomotora a la que se sube el sonido del quinteto. Lleva el metal en la sangre y también toca con los death rollers Avernal. Es metódico y preciso, definitivamente un luchador marcial al servicio de la percusión.

¿Cómo pasas de ser judoka a tocar la batería?
Comencé a hacer judo desde muy chico, a los seis o siete años. A los once un amigo me dio las primeras herramientas para tocar la batería y me di cuenta de que me era fácil. El judo y la batería convivieron mucho tiempo. Entrenaba en ambos frentes durante mi adolescencia. Luego comencé a tener mis bandas y dejé de competir a nivel nacional y a entrenar tan duro, aunque sigo luchando.

¿Sientes que algo del judo se refleja en tu forma de tocar?
Hay muchas cosas que aprendí arriba del tatami que me sirvieron para tocar, más allá de lo físico, porque la batería es un instrumento muy demandante a ese nivel. Me ayudó a intentar siempre perfeccionarme lo máximo posible. La disciplina japonesa de entrenar y practicar mucho. En el judo si no entrenaba bien quedaba con la espalda contra el piso y con la bata si no entreno bien me puedo olvidar algún fill o me paso en el tiempo. También aprendí a no quedarme en el error. Por más que sea mínimo, no debe ocupar un espacio en tu cabeza cuando estás en medio de una performance. Hay que superarlo, es un pensamiento central en el judo y para mí también en la batería.

El carácter Hanasaki –sistema japonés que alienta a los individuos a esforzarse para ser lo mejores posible– no se evidencia únicamente en lo que el judo le enseñó a Germán sino en la personalidad del cerebro ejecutivo de la banda, el guitarrista e ingeniero de sonido Roy Ota. En un país en el que la mayoría de los habitantes no descendientes de nativos tiene algún gen italiano y otro español, Roy competiría por el hipotético mote de “el argentino más exótico”. Pelirrojo de ojos rasgados, tiene ascendencia checa, holandesa y japonesa. Y aunque en Argentina hasta los judíos actúan como italianos, Roy conserva a sus antepasados en las distintas maneras en las que actúa. “Desde el comienzo, el famoso ‘Házlo tú mismo’ de donde venimos sugiere cuotas de trabajo incansables. Estás presente en todos los flancos que se requieren. Si no sos un poco japo por naturaleza con la disciplina del trabajo… ¡Se te juntan el hambre y las ganas de comer!”, cuenta entre risas y hace memoria: “En mi casa, más que disciplina, aprendí que la constancia en cada proyecto te da la seguridad de que si el resultado no fue el buscado fue porque había otra forma de hacerlo, otra variable”.

“Desde el comienzo, el famoso ‘Házlo tú mismo’ de donde venimos sugiere cuotas de trabajo incansables. Estás presente en todos los flancos que se requieren"

Tienes una larga carrera grabando a otras bandas, pero ¿cómo es hacerte cargo de los discos de tu banda?
Grabé a muchas bandas desde lo autodidacta pero para hacerlo con Eterna necesité ponerme a estudiar, lo cual me abrió mucho el campo de trabajo. Ya es el cuarto disco que grabo y teniendo en cuenta que estamos cómodos con las posibilidades de elegir estudio, disponer de buen tiempo para hacer las tomas y no depender de una compañía, bueno, eso nos da muchísima libertad. En este último disco estamos trabajando con la tranquilidad de agenda con la que se grababa hace treinta o cuarenta años. Es una responsabilidad muy bonita.

El hecho de que la banda ya sea tan longeva entiendo que simplifica las cosas.
¡Exacto! Cuando las canciones son buenas y los músicos suenan bien, ya tengo el cincuenta por ciento del trabajo hecho.

Nuestras fronteras

Roy y Guille, los dos pilares presentes desde el primer día, parecieran ser diamantes que, buscando concienzudamente sus virtudes, se pulen mutuamente. Ale explica que: “Son complementarios. Por decantación son los líderes del proyecto y veo como con el paso del tiempo se va agigantando esa simbiosis entre ellos. Se repite esa dualidad que muchas bandas tienen. Esa complementariedad es natural y fluye, pero no quita que haya habido momentos de tensión; con el paso del tiempo lograron limar bien las asperezas y siento que están en su mejor momento”. Y continúa: “Para la banda es súper importante esa contracción de fuerzas opuestas y complementarias porque hace que cada paso tenga su evaluación previa y se necesita de las dos opiniones para que sea un éxito la propuesta. Y si no lo es, entonces es una buena forma de que las responsabilidades no caigan sobre una sola persona.

¿Qué lugar ocupa cada uno en las decisiones según su personalidad?
Guille sería el ala más divagante, es quien tiene bien clara la posición en cuanto a lo artístico. Es la parte creativa. Roy sería lo pragmático, lo ejecutivo, lo resolutivo. Pero a la vez ambos tienen características del otro y por eso se complementan súper bien.

Esa retroalimentación que existe entre todos los miembros “visibles” de la banda, también se nutre del aporte de los hermanos de Guille, quienes se encargan de la fotografía y el diseño de los discos del grupo, de Walter –hermano menor de Roy– responsable y eficaz roadie de la banda, e incluso de Pablo, ex baterista y actual compañero de emociones del grupo y Tatán, ex bajista y encargado del merchandising. Roy no da por sentado el aporte de los ex miembros “Tener a Pablo y a Tatán siempre presentes es genial. Ellos fueron parte del riñón de Eterna. Recuerdo una anécdota de una banda punk de California –que no recuerdo cuál era– que no podían venir a tocar a Sudamérica porque pedían como veinte tickets de avión porque viajaban con sus amigos. No había promotor que los pudiera traer. Lo que pasa con Pablo, Tatán y un montón más de amigos es un poco eso. En las últimas fechas en Chile vino Pablo y también Edu, amigo histórico. Respecto a Walter, ¿qué más puedo pedir que tener a mi hermano en el escenario? Es cuestión de mirarse y entenderse. Somos como ninjas en ese sentido. Nos da seguridad trabajar los de siempre: él, Fede, Agus y Claudio”.

Días tristes y vientos del amanecer

El parón de giras por el Covid no significó que dejaran la actividad y a comienzos de 2021 se abocaron a la composición de su octavo disco “No bien abran las flores” –que se lanzará en la primera mitad de 2022– del que ya han adelantado dos singles, “Despedida” y “Cosas por hacer”, medios tiempos con orientación indie y sentimiento clásico del grupo.

Pero el concepto global de Eterna Inocencia se cierra cuando pisan el escenario, donde banda y público potencian energías que se estremecen por las mismas razones. Obviamente la vuelta al directo fue un evento de magnitudes, no sólo por la ansiedad típica de una situación como tal, sino porque estos reencuentros con su público demostrarían el magnífico momento de convocatoria que el grupo atraviesa, vendiendo más de 6.000 tickets para su fecha en Buenos Aires en noviembre en el Estadio Obras y la doble fecha en Santiago De Chile en diciembre.

El mítico recinto porteño albergó a más de 3.000 fans que corearon de pe a pa una treintena de canciones. Fue una celebración merecida por ambos lados del escenario: la sensación de desahogo al volver a la música en directo representó una clarísima expresión de necesidad, de confirmar que el arte y la cultura también son elementos vitales para la población. Este fue un show perfecto para salir del confinamiento más rígido. Visiblemente emocionado Guille festeja el reencuentro: “el abrazo es otro gran gesto que estamos recuperando”, dice.

En directo Eterna Inocencia aprovechan el don de la comunicación, uno de sus bienes más preciados. Sus canciones, contendientes de historias pequeñas y particulares, graficantes de mundos personales, terminan teniendo un reflejo en lo masivo, lo cual los acerca al enfoque de un cantautor clásico. En las charlas de Guille con la audiencia caemos en cuenta que, tras una época en la que fingimos estar bien y nos hicimos profesionales del seguir adelante, temas como “Cosas por hacer”, con ese título tan elocuente, revisten una importancia que trasciende a la de una simple canción de verso-puente-coro. La banda suena impecable y Guille tiene la fuerza y la ingenuidad de un niño en el cuerpo de un adulto con la cabeza muy bien amueblada. Una suerte de Jello Biafra de buen rollo que no ahorra nada al momento de mostrar su esencia. Como un rapero callejero, si no se “desnudara” en el escenario, su performance no tendría sentido.

El show de Obras funcionó también como el warm up de la pequeña gira chilena que el 11 de diciembre tendría su primera “liturgia noise” en el Teatro Coliseo. Este reacondicionado espacio, ubicado en los edificios militares desde los cuales se atacó a La Moneda, la casa presidencial chilena, el 11 de septiembre de 1973, se petó de todo el aforo que la actualidad permite y se reflejó en dos sold outs inmediatos. A pesar de la devoción del público trasandino, los quilmeños no son celebridades intocables: aquí la eminencia es lo que la banda genera en sus seguidores; ese sentido de la pertenencia es lo que brilla en los corazones de los seguidores. Las canciones hablan por sí solas, y quienes pagaron la entrada para verles en directo no necesitan una foto con los músicos para vacilar en redes sociales, aquí lo imperioso es gritar esos temas y escucharlos lo más alto posible.

En la noche del sábado 11 la espera terminó y los acordes cortantes de la sentida “Cassiopeia” –canción ecologista compuesta por Guille y sus alumnos después de un viaje al Sur argentino–, fueron la banda sonora de una sesión de liberación sentimental simplemente espectacular. “Sé fuerte, ¡valiente! Transforma tus tristezas en canciones” grita un público que no deja que escuchemos la voz del cantante.

El extenso setlist recorre toda la discografía. Himnos combativos como “La radio comunitaria”, “A los que se han apagado” o “La risa de los necios” se mezclan con homenajes a corazón abierto (“Beatriz”, “A Elsa y Juan”, “Abrazo”, “Laguna larga” o “Danilo”) e implacables historias de (des)amor como “Sin quererlo”, “Nuestras fronteras” o la maravillosa “Puente de Piedra”, dando forma a un sólido setlist en el que, aún sin bises, nadie pide más. La terapia es completa y cuando el show termina todo el mundo –incluidos los músicos– está como cuando el psicólogo le da de alta.

“Después del segundo show en Santiago quedé liquidado; le pongo mucho a los conciertos y el público chileno es tan demostrativo, cariñoso y efusivo que no puedo más que darlo todo. Eterna Inocencia siempre aparecemos en Chile en momentos ‘bisagra’. Hoy sabemos de qué forma terminó el proceso político del 19 de diciembre pero una semana antes estaba todo bien raro, muy intenso”, rememora Guille.

Tu sugerencia al público de que voten –cuando en Chile no es obligatorio– fue muy bien recibida.
Así es. Pudimos una vez más cumplir la función de ir, respaldar, dar un aventón y motivar. Me fui con incertidumbre, pero al domingo siguiente fui muy feliz al conocer los resultados. Siento que damos un buen aporte desde ese lugar.

Agua bajo el puente

“En nuestra historia sucedieron muchas cosas positivas y el proyecto en sí superó las expectativas siempre. Nunca paró de crecer, a veces entró en una meseta, pero siempre para tomar carrera y seguir creciendo. Por esta banda dejamos todo: proyectos familiares, profesionales, de todo, es el famoso “te da y te quita”. Estos últimos dos años pandémicos nos sirvieron para pensar cómo seguir, y la vuelta con los shows de Buenos Aires y Santiago fue ultra positiva. Es un momento soñado”, concluye Roy.

Hablando de sueños, Guille, fiel a su personalidad, no puede evitar aportar el suyo. “Siempre pienso que en el futuro me gustaría tocar y viajar con Eterna, todo el tiempo. Me encantaría jubilarme lo antes posible y repetir el esquema de las últimas semanas. Ese es mi sueño: tocar recorriendo distancias, visitar nuevamente tantos lugares alguna vez transitados”. De ese modo la banda podrá ver cómo se siguen abriendo las flores sembradas desde 1995 y que aún hoy están en un gran momento para ser fotografiadas.

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