¿Estamos dejando de leer? Salvo los datos recogidos por el barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2024, del Ministerio de Cultura, que confirman que el 75,3% de los jóvenes entre dieciocho y veinticuatro años encabezan el hábito de la lectura, la sensación general es la de que el vídeo vertical ha matado a la written star. Artículos, novelas, ensayos, cuentos… son el pase directo al saber. Por contra, su formato ya no casa con el estrés que la vida, vertiginosa, nos provoca. Entre dopamina instantánea y un tedioso tocho de páginas, es más fácil decantarse por la primera. No obstante, hay un hecho que solemos olvidar: las letras activan la imaginación. Un tándem que, de vez en cuando, consigue ilustrar al lector con un reflejo de sí mismo. A raíz de esta lógica, y en relación con el porcentaje anterior, no he querido intercalar palabras tratando de sonar intelectual, sino preludiar, únicamente, el caso de Teo Planell. Durante cuatro años, el artífice de “Aún No Existía Beatrice” (24) estuvo ocultando que “Demian” se forjaba a fuego lento tras revisar la novela homónima de Hesse, libro que leyó antes de cumplir la mayoría de edad, descubriendo que llevaba su nombre escrito. Un suceso que confirma el poder transformador de la literatura y, claro está, la hipótesis de mi introducción. “Leí ‘Demian’ con doce años y no me gustó. Volví a leerlo con diecisiete y pensé: ‘Soy yo, literal’. Es un libro que si llega a tus manos mientras estás creciendo te topa con un señor que te habla, justamente, de aquello que necesitas oír: dejar atrás la infancia, intercambiándola por un mundo desconocido acechante de peligros. No es una experiencia exclusiva. Lo cierto es que la mayoría de adolescentes se sienten más solos que nadie porque creen lo contrario y, repito, la soledad es un sentimiento universal. Tarde o temprano en algún punto de la vida todos somos víctimas de emociones fundamentales. Dicho fenómeno cobró aún más sentido cuando, en mi segunda lectura, la madurez se solapó al desamor. Todo casaba. Así fue como terminé usando mi álbum debut como un vehículo para hablar de amor, crecer y despedir el pasado”.
"Estamos demasiado sobreestimulados para entender qué hace que la música actual se convierta en clásico"
Entre romances fallidos y niños convertidos en hombres, sus dos pilares temáticos, Teo se enfrentó a un mal paso difícil de sortear. ¿Cómo consiguió salir vencedor? Es muy probable que la respuesta no sorprenda a nadie. “¿Sinceramente? Gracias al libro. Hesse me pasó, sin saberlo, el testimonio de cómo entendía su alrededor. Las afirmaciones que hacía acerca de un dios, Abraxas, abordando el supuesto que todo está en todo, que toda persona contiene en ella el resto de personas existidas y por existir, negando a la vez la discriminación entre deidad de mal y de bien, a mí me expandieron el horizonte. Comprendí que, efectivamente, el tiempo pone a uno en su sitio y que las cosas pasan por una razón. Sintonicé incluso con la filosofía que asegura que tu guía espiritual eres tú mismo; tú eres Dios, Dios es el mundo y para avanzar hay que romper con ese mundo y darle la bienvenida a otro distinto”.
En “Demian”, Planell desmenuza también dos actitudes: “¿Qué he hecho mal?” y “Hoy se abre el mundo para mí”. De un extremo a otro, de culpa a esperanza, el viaje existencialista que narra el disco certifica que, para alcanzar el plácido final, debe haber una etapa de adversidad previa. “Antes de dejar ir sientes la necesidad de querer agarrarte a las paredes, retrasando lo inevitable. No es otra cosa que el clásico conflicto interno”. Al respecto, tardó casi un lustro en moldear este sube y baja de emociones musical. Ya en 2021 hizo sus primeros pinitos viéndose interrumpido a mitad de camino por varias composiciones, acústicas, que nacieron prematuramente bajo el título “Aún No Existía Beatrice”. De ahí que se refiera al EP como el preludio del disco. “Ni el perfeccionismo ni la prolongación temporal pudieron conmigo. Intenté abrazar la paciencia rehuyendo la ansiedad. El único problema que veo ahora es que hay canciones con las que me identifico mucho menos. A pesar de reflejar épocas de mi adolescencia, noto que las hizo mi yo de 2021 y, claro, estamos hablando de que comparten espacio con mi yo de 2024, o sea, dos personas radicalmente opuestas”. Por suerte, en pleno proceso tuvo el privilegio de contar con la presencia de un colectivo creativo que le sirvió de apoyo principal. Aludo a El Royale, estudio de grabación en el que Roy Borland, Azuleja y nu?, entre otros, se unen a Teo para compartir ideas, referencias y modos de ver. “Hacer convivir lo moderno con lo antiguo no es nada fácil. A priori, tengo una pulsión muy tradicional; me gusta componer canciones en guitarra o piano. Ver, sin embargo, a mis amigos adeptos al digital experimentar con ello me llevó a concebirlo como una posibilidad. Entre lo nuevo y lo viejo nació lo que yo llamo un disco homúnculo: una amalgama de temporalidades sonoras”.
Más allá de haber firmado, a la edad de veintiún años, con Interscope Records, me asombra que aún en bachillerato tuviera tan decidido que lo suyo era la música. “Saber a qué te quieres dedicar es una virtud y algo anómalo. Yo me di cuenta de forma muy temprana de que la música era aquello por lo que me iba a desvivir. Cuando tuve la oportunidad de firmar con el sello medité que me compensaba más. Por aquel entonces a mí me apetecía tener una infraestructura tan grande como Interscope, así como respaldo económico y creativo. Cruzarte con un equipo dispuesto a materializar tu visión y tu proyecto es un sueño, pero también una gran responsabilidad. Para mí el dilema está en la pulsión personal de querer estar al margen de la industria. En otras palabras: de la industrialización de un trabajo que amo y haría aunque no cobrase”.
Aparte de leer, Teo consume infinidad de producciones cinematográficas no muy actuales que digamos; “La noche” (41) de Antonioni, “La palabra” (55) de Dreyer, “Daguerrotipos” (76) de Vardà son clásicos que, junto a su fanatismo por The Beatles, me llevaron a cerrar la entrevista con una cuestión sacada de su nota de prensa. ¿Qué es y cómo se hace un clásico fechado en 2025? “No lo sé. Es un error perseguirlo. Vivimos en una época de cantidades infinitas; estamos demasiado sobreestimulados para entender qué hace que la música actual se convierta en clásico. Me gusta pensar que la clave son los mimbres universales presentes en cada canción”. En este sentido, lejos de querer proyectarse en la grandilocuencia de una meta inalcanzable, Teo confiesa: “De la forma más honesta posible, y aunque suene presuntuoso, admito que mi meta es aprender. Quiero encontrar gente como yo y que me encuentren a mí. Hacer sentir a la gente menos sola y sentirme yo menos solo por el camino. No es algo material, pero sí un lugar hacia el que me quiero aproximar”.

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