Mateo vivió parte de su adolescencia en Madrid, y desde entonces su vínculo con España no ha dejado de fortalecerse. El interés del “ruso” por la escena musical española no es algo nuevo e, históricamente, la canción pop-rock argentina también ha tenido un gran atractivo en nuestro país. “Los colegas de aquí me dicen que les gusta lo que hago, y para mí eso es una señal de que Conociendo Rusia puede tener su lugar entre los artistas españoles”, explica. Entre esas amistades que valoran la propuesta musical de Mateo se encuentra Leiva, con quién conectó al instante desde que colaboraron en la canción “Mundo de Cristal”. Comenta que “él sabe que las puertas de mi casa en Buenos Aires siempre están abiertas cuando viene de visita”. Y de abrir puertas también se pasa a abrir giras. Cuando el argentino terminó su concierto en La Riviera, Leiva se acercó al camerino y le propuso formar parte de su “Tour Gigante”. Ambos amigos se encuentran “pasándolo muy bien sobre el escenario” porque, más allá de que su música no sea exactamente del mismo estilo, “es emocionante ver que el público recibe igual de bien las canciones de Conociendo Rusia”.
Para Mateo las estrategias no son una opción. “Afortunadamente, mucha gente conectó con mis canciones, y es una suerte que lo que me gusta también funcione”. En su paso por los festivales, el artista tiene presente que no es “un payaso ni un animador de fiesta, sino un cantante que no puede ser del agrado de todo el mundo”. En lugar de dar pasos milimetrados, el argentino prefiere fluir y establecer conexiones genuinas. Así terminó cantando sobre sus “Desastres Fabulosos” junto a Jorge Drexler. Entre risas explica que “Jorge puso a calentar el agua del mate, comentó que iba a cumplir sesenta años, yo le hablé sobre mi vida, y dos bolígrafos bastaron para encontrar una historia común que explicar”. Con su amiga Nathy Peluso sucedió algo similar en el estudio al crear “Perfecto Final”. “El proceso fue totalmente orgánico, Nathy conectaba la oraciones y las ideas de una forma magistral, y escuchar su voz mientras grabábamos fue… la ostia”.
“Llenar grandes recintos no es la única meta, porque la capacidad de convocatoria no es sinónimo de la calidad artística”
Con “Jet Love”, el último disco de Conociendo Rusia, Mateo consiguió su primer Latin Grammy y reafirmó su papel como uno de los referentes más destacados del nuevo pop-rock argentino. Ser considerado el nuevo representante de este legado artístico implica “ciertas presiones que con el paso del tiempo se van borrando”. “Aunque lo agradezca, ser abanderado de un sonido puede limitarte, y si hay algo que no quiere un artista es sentirse encerrado”, comenta. Salir de Argentina también incentiva esas ansias de libertad creativa. “Los viajes son liberadores, y me ayudan a componer, porque ver otras costumbres, climas, paisajes o idiomas es muy útil para salir de la zona de confort”. En tiempos en los que sentirse encorsetado es la norma, y ceñirse a un algoritmo marcado por las tendencias es común, el cantante intenta poner el foco en otras cosas. “Yo nunca fui bueno haciendo cálculos, si se me diese bien quizá los haría, pero de momento confío en mi intuición para hacer las canciones que quiero”, argumenta. Además, en la fugacidad actual “cuando replicas algo, es probable que muchos otros se hayan adelantado antes de que tu proyecto salga, así que el impacto es mayor cuando algo nace de uno mismo”.
Con el auge de géneros como el trap o el reaggeton en Argentina, es complicado que una propuesta como la de Mateo se encuentre entre lo más viral. Algunos son muy críticos con estas barreras entre géneros, pero en su caso confía en que “siempre que un artista tiene algo que decir, hay cabida para la canción de autor”. Aun así, las canciones no vienen solas, y para tener algo que contar también es necesario salir a pescar las historias. Por eso mismo, el cuaderno del “ruso” está lleno de hojas en blanco con renglones que esperan a ser releídos y transformados en música: “Normalmente intento despojarme de cosas, y después algunas de ellas cobran sentido, aunque ahora no tenga ni idea de lo que escribo”.
En octubre Conociendo Rusia estará de regreso a Argentina con un show por todo lo alto en el Movistar Arena. Según Mateo, “marcarse este tipo de objetivos motiva”, pero “llenar grandes recintos no es la única meta, porque la capacidad de convocatoria no es sinónimo de la calidad artística”. Con el paso de los años, los factores que definen el éxito de un artista también cambian. “En Buenos Aires hay grupo históricos muy grandes que solamente han llenado lugares para 7.000 personas, como el Luna Park, pero con la proyección actual esto podría ser muy distinto”. Además, para el argentino los artistas de nicho tienen el mismo valor que aquellos que acumulan grandes cifras en su historial. Opinar lo contrario sería desmerecer a los tríos o cuartetos de tango que “no pueden llenar grandes teatros, pero siguen cultivando las raíces que sostienen la música y la cultura de todo un país”. La industria musical ha llegado a un nivel de crecimiento vertiginoso, y alcanzar nuevos públicos siempre es un horizonte a perseguir, pero entre tanto viaje Mateo parece estar dispuesto a mantener los pies en la tierra. Quizá esa es la fórmula de la autenticidad que nos conecta con artistas al otro lado del charco, y nos despierta esas ganas de seguir “conociendo Rusia”, aunque sea desde la distancia.
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