(Puedes consultar las fechas de su gira conjunta al final de esta entrevista)
“Y ahí apareció el Canijo, que es todo un musicazo, puro carisma...”, Íñigo Breguel no logra terminar el halago cuando el jerezano se levanta como un resorte y lo abraza por la espalda. La escena dura un instante, pero lo dice todo: más allá de estilos musicales, ahí está la esencia de “Lágrimas de plomo fundido”, una amistad nacida a partir de la música. “Independientemente de lo que te diga este mamón, la clave está en juntarnos”, lanza el Canijo con una carcajada. “Luego viene todo lo demás: cómo afrontan ellos el rock andaluz o cómo tocan patrones por bulerías que ya casi nadie práctica, donde Íñigo lo hace como en los 70, como Tacita de Veneno o El Tele de Triana”.
El diálogo fluye, se cruzan como dos guitarras que se contestan. Íñigo, todavía sonriendo, recoge el testigo: “Queríamos revivir el espíritu del rock andaluz desde otro enfoque. Adaptarnos sin parecer impostores, sin tener que cantar con un acento que no es el nuestro”. El acento lo encontraron en la voz y las composiciones del Canijo, autor de la mayoría de los temas, mientras Íñigo asumió la producción. “También de Conti, nuestro batería. Canijo me dio total libertad; el disco lo hemos producido juntos. Nada de lo que suena llegó sin supervisión del otro”.
“Más allá del disco, gracias a mi unión con mi compadre Íñigo, me he renovado y mi espíritu ha crecido”
El corazón del proyecto no estuvo en Sevilla ni en Madrid, sino en San Miguel del Meruelo, un pequeño pueblo cántabro de menos de 2.000 habitantes. “Llegué y flipé. Todo verde, cielos azules, incluso nos hizo sol... nada que ver con el agobio de la ciudad, las lechugas eran verdes y los tomates rojos”, recuerda el Canijo. Allí, entre cintas analógicas y nidos de golondrinas, fijaron una norma: grabar las canciones enteras, sin fragmentarlas. “Yo no lo había hecho nunca, normalmente hago 20.000 tomas y nos quedamos con la que mejor este”, admite el jerezano. Íñigo explica su método con convicción: “Tocar la canción de principio a fin te da la energía que requiere cada parte. Si repites una y otra vez los mismos treinta segundos pierdes el hilo”. De esa premisa nació también la máxima que atravesó todo el proceso: “Tío, esto son tres minutos. Son tres minutos de este instante, pero esos tres minutos duran para toda la vida”.
El dormitorio de invitados de la casa de Iñigo se convirtió en laboratorio creativo. “Voces, guitarras, todo grabado en un cuarto de 2x2, con armario, calzoncillos tirados y el cepillo de dientes por ahí”, ríe el Canijo. De aquel paisaje doméstico emergió un disco que bebe del rock progresivo y al mismo tiempo mantiene la raíz sureña que le da cuerpo y forma.
“Digamos que el disco tiene varias vertientes”, explica Íñigo, ya en modo técnico. El Canijo no deja pasar la oportunidad y aprovecha para pincharlo: “mírale, habla ya con voz de productor”. El cántabro enumera: la línea más rockera en “Estamos listos para golpear”, “Fumata grupal” o “Mueve tu culo”; la raíz andaluza en “El murmullo de los perros”, “Mi despedida”, “Ciclo vital” o “La llave del bazar”; un guiño a Caño Roto en “Luna, tú me llevas”; y la experimentación en los cortes de apertura y cierre del álbum.
Cada tema, coinciden, abre universo propio plagado de referencias. “Criaturas de la noche” conecta con el cabaret. “Eso es porque está inspirada en 'People are Strange'”, confirma Íñigo. “Murmullo de los perros” remite a “La leyenda del tiempo” de Camarón. “Eso es idea de Íñigo”, aclara el Canijo. “Se le ocurrió una bulería, le cambió el tiempo y le dio otra vuelta”. Íñigo puntualiza: “En este disco, nos hemos acercado más como rock setentero progresivo que como rock andaluz”. “Totalmente”, responde el Canijo. “Siempre menciono grupos como Guadalquivir, Smash, Triana en las referencias... pero nos olvidamos de otros que van muy de la mano con Los Estanques, como la canción “Hocus Pocus” de Focus”.
Uno de los momentos clave es “Ciclo Vital”, que cuenta con José de los Camarones en la voz flamenca y Pedro Pimentel a la guitarra, presente también en otras canciones del disco. “Eso fue idea de Íñigo”, recuerda el Canijo: “Me dijo: ‘Vamos a partir el tema aquí, a hacer algo, a meter una fiesta por bulería de Jerez’. Al principio me lo puso difícil, porque decía: ‘Una fiesta con las gitanas de allí, con tu gente’. Yo pensaba: ‘Hostia, ¿a quién llamo ahora?’ José de los Camarones se ofreció sin cobrar nada: Dijo: ‘Claro, yo te hago una letra’, y la escribió allí mismo. Esa letra es suya; está registrada a su nombre”.
Sobre Pedro Pimentel, el Canijo destaca que es “un guitarrista muy fino, de Jerez. Estuve con él en Los Delincuentes, y ha dejado un sello impecable, un pedazo de músico”. La pena, apunta, es que no podrá estar en la gira; le sustituirá Víctor Iniesta, de Elbicho, “que también defiende el repertorio de puta madre”.
"Hay gente que vive en la nostalgia y espera que el Canijo de Jerez vuelva a “ La primavera trompetera”, pero eso ya está hecho"
El ambiente se relaja y el Canijo estalla en entusiasmo: “qué bonito, tío, qué discazo, qué sueño… qué espinas me he quitado con este álbum”. “Ahora toca ver las caras de la gente”, replica Íñigo. Las primeras reacciones llegan de voces de peso. “Pelayo, mi productor de Los Delincuentes, que nunca me ha tirado una flor en mis proyectos en solitario, dice que es de los mejores discos que he publicado”. Aplausos también de El Muchachito, Kiko Veneno y otros compadres. Aunque no todo son rosas: “Hoy he mirado las redes y una chavala, con todo el respeto —no voy a decir su nombre—, me dice: ‘Vuelve a tu camino, lo que estás haciendo no es garrapatero’. Me dolió un poco en el alma, te lo juro. Hay gente que vive en la nostalgia y espera que el Canijo de Jerez vuelva a “ La primavera trompetera”, pero eso ya está hecho. El artista que no tenga inquietudes y no quiera renovarse está muerto”.
La comparación con otros proyectos surge de manera natural. Los Estanques ya habían explorado caminos colaborativos con Anni B Sweet en “Burbuja Cómoda y Elefante Inesperado” (Inbophonic Records, 22) . “En el disco de Ana compuse más. Me tomé la libertad de incluir canciones rarunas, que igual no las escucha nadie, pero dije: ‘Bueno, estas las meto’”.
El Canijo repasa también su reciente aventura con El Regreso del G-5 con el álbum “El que quiera dormir que se compre una colchoneta” (El Volcán Música, 25): “Esa es otra familia. Tengo la suerte de estar viviendo uno de los mejores años de mi vida. Parece que uno dice eso todos los años, pero este año es mágico. Primero, por mi niño, que tiene un año y medio; me ha cambiado la vida. Y después, por tener un grupo de amigos con los que rodearme y hacer música, que me hace feliz. La principal diferencia es que nos juntamos alrededor de una olla de guiso, uno suelta una frase, una idea… En este disco está todo más pensado. Aun así, aquí todos somos de nuestro padre o de nuestra madre y todos somos guerrilleros. Todos fumamos, nos va la marcha, y ahí estaba, el otro día, Íñigo con Kiko Veneno charlando toda la noche. Somos todos hermanos, compañeros de la música”.
El cierre llega con complicidad absoluta. “Más allá del disco, gracias a mi unión con mi compadre Íñigo, me he renovado y mi espíritu ha crecido”, sentencia el Canijo. Íñigo se encoge de hombros y remata con ironía castiza: “Con buena picha, bien se folla”. El Canijo, de la misma manera que ha empezado esta entrevista le suelta otro abrazo, para concluir con un: “Fin de la cita”.

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