“Si algo me emociona, entonces funciona”
EntrevistasGonzalo Portugal

“Si algo me emociona, entonces funciona”

Kepa Arbizu — 25-08-2025

El segundo disco, “Release”, firmado en solitario por el brillante guitarrista vasco Gonzalo Portugal nos muestra a un compositor que, orientando su brújula hacia el blues, es capaz de construir un amplio muestrario de tonalidades entorno a un sentimiento existencial.

La presentación del disco en directo será el sábado 13 de septiembre en el Kafe Antzokia de Bilbao.

Con pasos sigilosos -en lo que respecta a la extensión de los mismos- pero alimentados de una talentosa naturaleza ha inaugurado su carrera en solitario este excelente guitarrista, quien ahora ha desprovisto también a su nombre del amparo proporcionado por proyectos colectivos, de los finiquitados Last Fair Deal a su actual presencia en Noa & The Hell Drinkers, para concederle un absoluto papel protagonista. Dando continuidad a su primer EP, “On My Way”, su nuevo trabajo vuelve a escoger un conciso repertorio como certero reflejo del clima creativo más inmediato y representativo: “En este caso fue algo totalmente casual. Fuimos trabajando distintas ideas y al final decidimos quedarnos con estas siete, que eran las que mejor reflejaban el momento que estábamos viviendo”. Un número de piezas suficientes como para explayar más todavía el rango sonoro de un hilo argumental principal ubicado en el blues, un género que encuentra alianzas en campos diversos hasta definir un recorrido inaugurado por el robusto boogie, casi a lo ZZ Top, de “Brace for Impact” y clausurado con la acústica y melancólica “Still Dancing”, fiel ejemplo de una identidad en constante expansión: “Siempre me han atraído distintos estilos dentro de la música negra. Con el tiempo me apetece cada vez más explorarlos todos. También hay una parte de búsqueda de espacios más calmados, con más aire, que me permiten mostrar otras facetas”.

Una exitosa búsqueda de múltiples paisajes que sin embargo no renuncia a señalar con precisión el punto de partida de esta singladura, como atestigua su adaptación del tema de Son House, “Walkin’ Blues”, un legado que no es destino sino origen: “Esa música es la raíz de lo que hago, y versionarla es mi manera de mostrar respeto a esos maestros. Pero al mismo tiempo creo que el blues está vivo, no se trata de copiar lo que ya hicieron otros, sino de hacerlo sonar a mi época, a mi generación, y a mí mismo, con mis avances y mis tropiezos”. Una declaración de intenciones que pretende abdicar de cualquier supuesta esencia o integridad artificial para entregarse al instinto primario que marcan la sangre corriendo por las venas: “Nunca he entendido del todo qué significa “purismo”. Para mí la música tiene unas formas y unas reglas, y uno puede seguirlas o romperlas. Yo rompo muchas y respeto otras tantas, siempre de manera consciente, pero guiándome sobre todo por la emoción. Si algo me emociona, entonces funciona. Lo demás no lo pienso demasiado”.

“Esa mezcla de liberación y riesgo resume muy bien lo que sentimos los cuatro al hacer este disco”

Y si de rastrear orígenes se trata, hacerlo entre los participantes de este trabajo, una nómina que cuenta con Aritza Castro, Israel Santamaría e Mikel Azkargorta, nos desvelan varios tentáculos del estado actual del rock en nuestro territorio, un currículum de largo recorrido que funciona también como constante aprendizaje del que en absoluto es ajeno este cancionero: “Tocar en diferentes proyectos es de lo mejor que nos podía pasar. Nos hace crecer, aprender y tener distintas perspectivas, que luego inevitablemente se reflejan aquí”. Virtudes individuales que devienen en favor del conjunto, por eso el mayor protagonismo asumido por el piano, y derivados, pasa por ser uno de los ingredientes que han colaborado en la ampliación del colorido mostrado por este trabajo: “Para nosotros el teclado es tan importante como una guitarra, no se trata de un simple acompañamiento. Queríamos que fuese un pilar en los arreglos, no un relleno”. Incluso aquellos que se “ocultan” tras los cristales en la producción se presentan como miembros de pleno derecho, es el caso de Saúl Santolaria, batuta en unos estudios de grabación convertidos en refugio de la expresión más pura y orgánica de la banda: “Casi todo lo hemos grabado en directo, porque es como mejor nos funciona. Probamos a hacerlo por pistas, pero perdía esa chispa, esa emoción inmediata que tanto nos gusta. El vértigo de tocar juntos en el momento aporta una energía que no se consigue en procesos más largos y fríos”. Una multiplicidad de elementos que prescinde de ecuaciones predeterminadas en una elaboración compositiva que, de nuevo, asume la inspiración y la alianza de estímulos como único dogma: “El proceso es muy variado. A veces surge de una idea o una letra mía, y otras de algo que alguien empieza a tocar en un ensayo. Lo importante es que todos aportamos y las canciones van creciendo de manera colectiva”. Porque al fin y al cabo, no hay vocación más pura y digna que reunirse entorno a fervores compartidos con destino a construir un idioma conjunto, a pesar de que la firma pertenezca a un solo individuo: “Aunque lleve mi nombre, yo necesito del trabajo en equipo. Me inspira, me alimenta creativamente y además me quita presión. Y con los músicos que tengo a mi lado, lo lógico es dejarles hacer y confiar en ellos”.

Pero “Release” no es solo una exhibición musical, lo que sería más que suficiente, en su interior contiene un néctar lírico que completa a la perfección su resultado. La -cada vez mejor transmisora- voz de Gonzalo Portugal es al mismo tiempo la enunciación de esa incertidumbre que genera atravesar el desierto en busca de nuevas recompensas: “El título hace referencia a la dualidad que todos tenemos dentro, la que define a esta esta época tan dura y al mismo tiempo tan fascinante y a la de las propias canciones, que pueden significar cosas distintas según quién las escuche. Release significa liberar, pero también lanzar, como un misil. Y esa mezcla de liberación y riesgo resume muy bien lo que sentimos los cuatro al hacer este disco”. Una interrogante existencial que hace tambalearnos cuando tomamos dirección a nuevas etapas y retos: “Es la esencia de la vida: avanzar o estancarse. A veces da vértigo, sí, pero es inevitable. Y claro, siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿sería quien soy sin todo lo que he vivido antes?”. Un itinerario por el que supone un riesgo desplazarse y que incluso se tiñe en “Still Dancing” de un necrológico lamento por esas personas desaparecidas que nos dejan huérfanas de la tan necesaria luz: “La canción está dedicada a un amigo muy cercano que decidió quitarse la vida las pasadas navidades. Era de esas personas que iluminan cualquier lugar, pero cuya sensibilidad les hace muy difícil este mundo. Es mi manera de rendirle homenaje, de agradecerle todo lo que nos dio y también de dar visibilidad a la salud mental, que sigue siendo un tabú enorme y algo que todos sufrimos de una u otra manera”.

“Release” golpea, abraza y nos somete a la duda que acompaña de forma consustancial a nuestra propia condición humana. Sensaciones interpretadas con una sensibilidad que recurre a la furiosa electricidad o al vetusto canto desgarrado de quienes atraparon el sollozo que nace de la tierra. Encapsular toda esa agitación, y sus acentos, son el destino más anhelado por cualquier músico y el que Gonzalo Portugal ha conseguido atrapar a la perfección. Un trabajo que destierra cualquier categorización que pretenda señalar en exclusividad a su autor como un dotado instrumentista y oposita a exhibir las evidentes actitudes que le coronan como un excelente compositor e intérprete capaz de convertir su música en una sinfonía de latidos propios y ajenos: “Para mí cada disco es como una limpieza emocional. Una forma de ordenarme por dentro, tanto en lo emocional como en lo espiritual”.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.