Gloria y barro
Entrevistas / Quique González

Gloria y barro

Enrique Peñas — 18-01-2008
Fotografía — Archivo

Tras la gira de “Ajuste de cuentas” iba a echar un cable a tierra para tomarse un respiro, pero casi sin querer se encontró con unas cuantas canciones, un Ford Capri del 82, un viejo piano, unas gafas de sol, una nueva banda (La Aristocracia del Barrio) y un proyecto que fue cogiendo forma y que finalmente se ha convertido en su séptimo álbum, “Avería y redención #7”, con el jugoso añadido de un DVD (“Dónde están las gafas de Mike”) que es mucho más que un making off.

Algunas cosas han cambiado, otras no (“escapar de uno mismo no es tan fácil”, dice). Es la primera vez que Quique González no trabaja con el productor y guitarrista Carlos Raya (M-Clan), y también hay bajas como la del batería Toni Jurado. Se deja acompañar por una nueva banda, La Aristocracia del Barrio (nombre sacado de un tema de Serrat que evoca “momentos de gloria, pero con los zapatos manchados de barro” y que sucede a otros como Los Taxidrivers o Los Conserjes de Noche, con la diferencia de que ahora aparece por primera vez en la portada del álbum), formada a partir de su estancia en Argentina dentro del proyecto Laboratorio Ñ. “Lo tenía muy claro. Intuía que estábamos en otro camino y que funcionábamos como un equipo, no tuve dudas. Me siento muy bien, es una banda muy distinta, con otro concepto al de ‘Ajuste de cuentas’, mucho más básico y crudo”. Y del pretendido periodo de descanso a la composición de una treintena de temas que se han quedado en diecisiete, después de distintas etapas, de Madrid a Santander y de aquí a los estudios lz en la montaña guipuzcoana, con idas y venidas que han quedado reflejadas en el documental “Dónde están las gafas de Mike”. “Como siempre, las que mandan son las canciones, y en este caso Fernando Macaya (Del Tonos, Chicktones), que es quien ha hecho el documental, me empujó a seguir haciendo temas hasta tener los suficientes para completar un disco. Fue la propia dinámica de la grabación; empezamos con una canción un poco de juguete, que se llama ‘Ford Capri’, y a partir de ahí nos pusimos a enredar. Una vez que me vi con la energía suficiente ya no pensé en parar”. Nunca ha sido amigo de adornarse en exceso, pero aquí profundiza aún más en ese camino de sencillez, con un resultado fresco que apela a las emociones y que ha tratado de despegarse de la tradición del rock más clásico que dominaba “La noche americana”, su anterior trabajo de estudio. “Es verdad que en los últimos discos había pedal steel, mandolinas, dobros, un tipo de instrumentación que situaba mi música en un sitio muy concreto, dentro de la tradición americana. Aquí queríamos hacer algo más contemporáneo, que no mirara tanto a las bandas clásicas. Somos los cuatro (Javi Pedreira -guitarra- Jacob Reguilón -bajo-, Karlos Arancegui -batería- y el propio Quique González) tocando a la vez todo el rato. No hemos hecho muchas grabaciones adicionales, sólo un par de teclados y a lo mejor doblar alguna guitarra. Para mí lo que debe predominar es conseguir una toma emocionante, y cuando tengo una de esas características no sólo me doy cuenta yo; aunque haya otras que a lo mejor estén mejor técnicamente, si pasan cosas, se nota. De hecho hay primeras tomas, como ‘Vete con cuidado’, que grabamos a la una pico de la madrugada”.

Todo esto sin renunciar a sus señas de identidad, las que le han colocado como uno de los nombres de referencia del rock en español de los últimos años, trascendiendo los manidos clichés del cantautor. “Avería y redención #7” es, eso sí, un álbum menos narrativo que “La noche americana”, cambiando el aire cinematográfico por el de pequeñas viñetas que terminan donde arrancan: “En las primeras horas del día me caí con todo el equipo” empieza cantando en la vigorosa “Pequeñas monedas y grandes mentiras”, para concluir diciendo en “Vete con cuidado” que “ya me derribaron muchas tardes más cuando me creía indestructible”. “Este disco es más confesional, una colección de canciones más sentimental. Pero tanto en un caso como en otro estás hablando de ti, sólo cambia la perspectiva. Supongo que es una mezcla de ficción y realidad, y también de juegos, porque siempre me ha gustado enlazar canciones que he hecho en otras etapas, y hay palabras, guiños o ciertos giros que inconscientemente hago para dar pistas si lo ves de una manera global. Y también en este disco hay una historia; es narrativo, aunque de otra forma. Tiene que ver con el sentido de culpa y la manera que tenemos de arreglar los desastres que originamos, la forma que tenemos de tapar las vías de agua”. Lugares comunes con estribillos a pie de calle (“Avería y redención”, “Hay partida”, “Trucos fáciles para días duros”, “La vida te lleva por caminos raros” -haciendo suyo un viejo tema de Diego Vasallo-) que se completan con un viejo romanticismo rockero que se convierte casi en fetichismo. “Un piano, Un Ford Capri, unas gafas de sol, una camiseta que te gusta, unas botas que te dan suerte... Cosas que te hacen sentirte más seguro; a partir de ahí puedes hablar de la identidad, puedes crear un personaje. Sí tengo intención de hablar de los sentimientos y de las cosas grandes, pero siempre desde un punto de vista mucho más pequeño”.

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