En la última década, Argentina ha vivido una revolución musical. El trap, el autotune y los beats programados conquistaron la escena hispanohablante a ambos lados del Atlántico. Crearon una escuela que se ha ido replicando. Pero en los últimos años, muchos de esos artistas redescubrieron el valor del sonido orgánico, de tocar en banda, o al menos de sumar lo instrumental al formato digital. Ejemplos sobran: el EP entre Santiago Motorizado y Dillom, la explosión de Ca7riel y Paco Amoroso con su Tiny Desk, o el viraje funk de Trueno, también para NPR. Ambas propuestas conviven, se retroalimentan. “Y eso en un momento decían que las guitarras eléctricas se iban a dejar de vender. Fue todo lo contrario”, apunta Gabriel Nazar, frontman de Gauchito Club.
Desde su rol en la percusión, Nahuel Quimey complementa a su compañero: “El trap fue un formato que nació con sus consecuencias en una computadora. Pero todos los que nombraste ahora están tocando con bandas o lo harán”. Gabriel retoma la palabra y remata la idea: “El ser humano se cansa de la computadora. No hay feedback. Te juntas con un amigo y te dice: ‘Che, vamos por otro lado. ¿Qué te parece?’. Esa unión con otra persona es más musical”. Ale Rezk, desde la sección de vientos, agrega: “En un show o en un video, está bueno tener a los compas tocando instrumentos. Sentir la presión sonora de una batería. Lo viejo sirve, bro. Y mucho”.
“Cada vez las fronteras se achican más. Cuando empezamos, ni imaginábamos cruzar el charco”
Gauchito Club entendieron esta idea desde sus comienzos. “Lo empecé en 2015 con un amigo de la primaria”, cuenta Gabriel. “A los otros todavía no los conocía. Fui armando el proyecto, escribiendo las primeras canciones, y sumé a mi hermano Sasha. Queríamos salirnos del ‘indie sábana’, como lo llamo yo. Hicimos dos videoclips y, cuando llegó el momento de tocar en vivo, no nos imaginábamos subir al escenario solamente con pistas. Necesitábamos banda”.
Diez años después, aquel proyecto que nació en Mendoza se transformó en una de las propuestas más originales del panorama argentino: una mezcla tropicalizada de rock, cumbia, trap, cuarteto, reggae o funk que definieron como “indie tropical”. Con tres discos editados, el último, “Vulnerable”, salió hace un año, suman millones de reproducciones y llenan salas en cada ciudad. “El sold out de ayer en la Sala Apolo fue único. Hace tiempo que nos hablaban de este lugar. Tocamos dos veces en La Nau y ahora se multiplicó la gente. Barcelona fue como tocar a la vuelta de casa”, cuentan. “Cada vez las fronteras se achican más. Cuando empezamos, ni imaginábamos cruzar el charco”.
“Estos conciertos están buenísimos”, dice Nahuel con entusiasmo, refiriéndose también a los que ofrecen en Madrid y el Náutico de San Vicente. “Y también los festivales de este año, como el Lollapalooza o el Quilmes Rock. Son importantes para la escena”. Gabriel toma de nuevo la palabra: “Gauchito tiene eso: ya sea en un festival o en una sala chiquita, genera una energía festivalera. Después es cuestión de cantidad y volumen. Pero si tocas para diez personas, esas diez tienen que sentirse parte. Los festivales son el hábitat natural de la banda”.
En “Vulnerable”, sumaron colaboraciones con artistas clave de la escena argentina, como Bandalos Chinos o El Kuelgue, y también con músicos residentes en España como Muerdo y Leo Rizzi. “Con Leo nos empezamos a seguir porque nos encantaba lo que hacía, y fue recíproco. Grabamos ‘Tu casa’ hace un año en Madrid, y lo terminamos en Mendoza, donde los pibes metieron unas lindas sonatas. Salió hace poquito, pero lo venimos masticando hace rato”, explica Gabriel.
La banda está compuesta por Gabriel Nazar (voz, cuatro venezolano, teclados y guitarras), Sasha Nazar (voz y guitarra), Julián Bermejo (guitarra y coros), Nahuel Quimey (percusión) y Ale Rezk (saxo). Su sonido, tan ecléctico como sólido, también está marcado por su origen: Mendoza, a mil kilómetros de Buenos Aires. “Allá hay una escuela con secciones de vientos, de cuerdas. Muy alegre, muy de festival. Nos identifica esa cosa de juntarse en una casa de adobe, destapar un vino y prender el amplificador. Durante la pandemia, las ciudades se volvieron más individuales. En cambio, en Mendoza tenías una casa grande, te juntabas con el del pueblo de al lado y arrancabas con trompetas, trombones. Eso dio origen a muchas bandas de este tipo. Nosotros somos parte de esa camada”, comparte Gabriel.
Con esa mentalidad, en 2021 lanzaron “El Camino de la Libertad”, un disco que marcó un punto de inflexión en su audiencia y su música gracias a temas como “Movimiento Astral” o “El Encendedor”. “Yo creo que ahí se empezó a notar que la propuesta funcionaba”, comenta Julián, guitarrista de la banda. “Girar por Argentina en condiciones bastante bajas, durmiendo todos juntos en el piso… Fue parte del recorrido. Me acuerdo de que una vez tocamos en La Plata y fueron cuatro personas. Más músicos que público. Igual salimos como si estuviera lleno. Y hace poco volvimos al mismo lugar y estaba lleno”. Historias como esta los definieron. “Cuando vives momentos así, te queda esa idea: ‘Che, hagamos el mejor show posible para quien esté enfrente’. Esa filosofía nos marcó”, remata Gabriel. “Pase lo que pase, lo importante es no perder la esencia ni la energía. Eso es lo que nos sostiene como banda”.
Y cierra con una reflexión que también es manifiesto artístico. “Tenemos el desafío de desinformatizarnos. Somos personas que tocan con las manos, que se comunican con la palabra. Buscamos generar artesanía con lo que hacemos, hacerlo cada vez más blandito, más propio. Que el contrapunto de cada uno en lo musical se una con el del otro y esa sinergia sea única. Que digas: ‘Che, no puedo tocar esta canción sin los otros’. Eso es compartir. Y hoy, en esta sociedad, hay que recuperar la idea de lo colectivo”.
Como muchos artistas, de Bad Bunny a Rusowsky, Gauchito Club entienden que el futuro de lo urbano también mira hacia atrás: hacia lo colectivo, hacia las cuerdas y el beat. “En pandemia se nos fueron dos músicos y dijimos: ‘Bueno, muchachos, ¿qué vamos a hacer? ¿Nos ponemos un quiosco o salimos adelante?’. Ahí fue cuando se armó un grupo que cada vez es más grande, más organizado. Hoy en día, eso es Gauchito Club”.

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