"Veo poca música que suponga una ofensa o un riesgo"
Entrevistas / Flamaradas

"Veo poca música que suponga una ofensa o un riesgo"

Carlos Pérez de Ziriza — 13-06-2018

La observación cotidiana de la vida lejos de las servidumbres de la gran ciudad –desde el extrarradio barcelonés– y las cuitas sentimentales forman la arcilla que Daniel Magallón va moldeando con vistas a la transmisión de emociones cercanas y bien tangibles. Porque de eso es de lo se se trata. O al menos de lo que trata su música.

Poco importa que Tom Waits, los ritmos de los balcanes, la rumba, la tradición folk o la troba cubana emerjan cuando se abordan trabajos como el homónimo "Flamaradas" (2017), tercer álbum en la trayectoria de un músico que lleva veinte años (desde los tiempos de Joder Around o Silvia Coral y los Arrecifes) escribiendo libérrimas viñetas sonoras desde los márgenes de la industria. Ciscándose (para bien) en cualquier etiqueta posible. Él mismo nos lo cuenta. Además, estrenamos su último vídeo, "Cerca de aquí", el segundo single de su último disco, realizado por Daniel Prizz y grabado in situ en el bosque en el que se rodó. Lo puedes ver unas líneas más abajo.

Bautizar el disco con un título homónimo, ¿es una forma de marcar una nueva etapa, de reafirmar la identidad del proyecto o simplemente no había más ideas?
Posiblemente un poco de todo. Los dos discos anteriores tienen títulos algo rimbombantes y me gustaba la idea de intentar contrastar no poniéndole nombre. Algo así como el "Álbum Blanco" de los Beatles o el del plátano de la Velvet, pero en vez de un plátano un perro. Los discos homónimos suelen ser los primeros de las discografías de un grupo, pero siempre me ha hecho mucha gracia esos grupos que titulan con su nombre el tercer o cuarto disco que sacan.

¿De dónde procede la materia prima que nutre tus historias? ¿De la observación o de la imaginación?
Pues también un poco de cada cosa. En el origen de todo siempre está uno, lo que te pasa, lo que te cuentan,tus intereses, lo que ves... Pero eso se agota rápido. Por muy interesante y plena que sea la vida de una persona, no da para más de veinte canciones buenas, y si tienes que sacar un disco cada año o año y medio, te tienes que nutrir de otras cosas. Películas, libros, cuadros, noticias... todo va bien para ayudarte a componer una canción.

Se asocia tu música a un cierto paisaje de extrarradio, alejado del centro urbano, que es el que te ha marcado. ¿Crees que sobra mística en el pop y en el rock en torno a las grandes urbes, y escasea atención a lo que podríamos llamar los arrabales?
Yo soy de un pueblo de esos que hay a las afueras de Barcelona, todo rodeado de fábricas. Y en cierta manera, crecí con la idea de que lo que nos sucedía a mi y a mis colegas tenía menos relevancia que lo que le pasaba a la gente que habitaba el centro de la ciudad. Porque nuestras vidas eran muy normales, porque no teníamos tantos discos, no sé por qué. Y quizás ese pensamiento un tanto derrotista haya hecho que salgan menos personas con la voluntad de explicar cosas de su entorno. Por suerte figuras como Javier Pérez Andujar o el amigo García Obrero están poniendo en valor lo que ha sido la vida en la periferia de Barcelona para una generación como la nuestra.

Me da la sensación de que este es un disco más de autor que el anterior. Más en primera persona, más centrado en sentimientos personales que en lo que te rodea. ¿Es así?
Es posible. No sido una cosa consciente, pero tampoco eres la primera persona que me lo comenta. En este último par de años mi vida personal ha dado un par de saltos mortales y supongo que las canciones que uno hace se resienten de eso.

¿Qué crees que aporta a tu música la producción de Ferran Resines y Cristian Pallejà?
Pues mucho. Son unos señores que saben hacer magia con los botones de su estudio de grabación. Y con nosotros han conseguido una cosa que es realmente difícil, que el disco suene  natural, cercano y sin artificios. Cuando todo el mundo sabe que las grabaciones modernas son, en muchos casos, todo lo contrario. Mención especial también para la banda. Tengo la suerte de que me acompañan unos músicos maravillosos con los que llevo tocando media vida, y con los que  componer y grabar se convierte en una tarea muy fácil y divertida.

Sí que tengo también la impresión de que en este álbum las canciones están más definidas. No diría que más trabajadas (porque uno de los encantos del disco anterior era su naturaleza desmañada), pero sí más enfocadas hacia un canon de canción más reconocible (tampoco diría convencional, porque cada una es de su padre y de su madre). ¿Estás de acuerdo?
Si. Una de las premisas por las que quisimos que Ferran y Cristian nos produjeran este disco era para intentar refinar muchas de esas cosas que comentas.

Supongo que no es algo que te preocupe demasiado, pero creo que este disco es aún más ecléctico (si cabe) que los anteriores. ¿Lo ves así?
Me encantan los discos de gente que su estilo es la conjunción de muchos estilos y que sólo cobran sentido desde el prisma de su autor. ¿Qué estilo tienen Tom Waits, Calexico, Nina Simone o Lhasa de Sela? Yo no sabría decirte. A mi eso de los estilos me da absolutamente igual. Y más ahora en que podemos tener en nuestro móvil todas las músicas que existen. En un mundo tan globalizado creo que los estilos puros son como  lenguas muertas. Algo que ya no puede evolucionar. Yo hago discos para emocionar y para ello utilizo todo las músicas que me emocionan a mi. Sin pensar  si son una cosa o la otra.

Has abordado una versión de “Juramento”, del Trío Matamoros. ¿Qué es lo que te atraía de ella?
La forma tan rimbombante y afectada que tienen de utilizar el castellano. Son unos genios de los arabescos verbales. Me encantan. Ellos son los culpables de que tengamos instalados en nuestra  memoria colectiva versos tan artificiosos como estos:

Aunque tú me has echado en el abandono,
aunque tú has muerto todas mis ilusiones,
en vez de maldecirte con justo encono
y en mis sueños te colmo, de bendiciones.

Sufro la inmensa pena de tu extravío,
siento el dolor profundo de tu partida
y lloro sin que sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras,como mi vida.

Y eso tiene un mérito enorme.

¿Sientes que tu propuesta está en sintonía con otros músicos españoles como Lorena Álvarez o Víctor Herrero, gente que desde presupuestos que podríamos calificar como folk van puliendo discursos muy propios?
Bueno, claro que hay sintonía. De hecho Lorena es amiga y con ella he hablado mucho de cómo vemos la música (la tradicional y la del futuro). A Víctor lo conozco sólo de una noche, justamente en casa de Lorena, pero me interesa lo que hace.

Llevas como veinte años metido en la creación de canciones. ¿Cómo ves la evolución de la escena independiente en estas dos décadas? ¿Crees que ha ido a mejor o a peor, en general? ¿Crees que la proliferación de grandes festivales (en los que no suelen tener cabida propuestas como la vuestra) ejerce un efecto distorsionador sobre lo que realmente se cuece en ella?
Creo que la música independiente se ha normalizado. Y eso es lo peor que le podía pasar. Veo poca música que suponga una ofensa o un riesgo. Lo de los grandes festivales también es de traca. Nuestra experiencia no ha sido muy buena. No creo que sean los espacios ideales para propuestas sutiles.

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