“Nos sentimos felices fantasmas haciendo lo que nos mola”
Entrevistas / Madee

“Nos sentimos felices fantasmas haciendo lo que nos mola”

Carlos Pérez de Ziriza — 20-02-2023
Fotografía — Noemí Elias

Estuvieron siete años sin dar noticias y ahora llevan nada menos que tres álbumes en solo un año y medio. Madee han cogido un impulso que nadie esperaba. El sexteto de Cabrils (Barcelona) desvela los temas de “Conundrum” (B-Core, 23), el que es el mejor y más maduro de los tres discos que forman esta reciente trilogía, gestada justo después de que estallara la pandemia.

“Conundrum” tiene ese punto de liberación, de talento desatado sin conciencia alguna del “qué dirán”, que exhalan otros discos recientes nacidos también de bandas que publican segundas o terceras remesas de canciones surgidas casi de la misma tacada. En todo caso, lo presentarán el 16 de junio en Barcelona (La Nau) y al día siguiente, el 17, en Madrid (Moby Dick).

Hablo de todo ello con Ramón Rodríguez, vocalista, guitarrista y compositor principal de la banda que completan Pep Masiques (bajo), Adam Vives (guitarra), Capi (guitarra), Marc Prats (teclados) y Antonio Postius (batería), quien suplió hace unos años a Lluís Cots, el único miembro original que ya no está.

Tercer disco en dos años, y este es la tercera parte de una trilogía: una barbaridad, ¿no?
Somos amigos de toda la vida, y esto es una cosa que jamás quisimos hacer por nada más que por poder quedar como hacíamos todos los sábados durante años para ensayar. Así durante veinte años. Era como un ritual. Madee es donde yo aprendí a hacer canciones. Y hemos seguido siendo amigos siempre. Lluís [Cots] ya no está a la batería, claro, pero está Antonio [Postius], cuyo profesor fue Lluís. Yo a Antonio le conozco desde que tenía ocho años, porque iba a la clase de mi hija mayor, y él ya era fan de Madee. Para él es todo un viaje y un reto tocar con nosotros, porque no lo hace de la misma manera que con Mourn o con Gyoza. Con nosotros se adapta un poco a nuestro rollo, más de abuelos [risas]. Pero también le viene bien. Madee nunca nos separamos en realidad, lo que pasa es que cuando yo empecé como The New Raemon, mis compañeros empezaron a tener hijos, y yo ya tenía mis hijas, que sabes que ahora tienen veintisiete y veinticuatro años [ndr: ambas forman Mourn], y eso hizo que fuera más complicado quedar. Lluís se puso a hacer de técnico de sonido para Mishima o Delafé, luego con La Cabra Mecánica o Fito y Fitipaldis, un montón de grupos, y ya no tenía tanto tiempo para quedar y ensayar. Poco a poco, todo eso fue entorpeciendo el funcionamiento del grupo, y por eso yo en un momento dado me dije que iba a montar mi historia por mi cuenta, porque habíamos hecho cuatro discos prácticamente en cinco años y todo ese trabajo no se materializaba más que en doce o quince conciertos al año, porque todos teníamos trabajos alternativos. El dinero que ganábamos lo reinvertíamos en grabar y al final nos quedábamos igual, era una manera de financiarnos cuando aún no existían los crowdfunding. Lo único que podíamos hacer es tener un trabajo cada uno, independientemente del grupo. Esto se fue diluyendo, hasta que en un principio decidimos separarnos, allá por 2011. Dimos unos conciertos de despedida. Hicimos un regreso con un single en 2014. Yo ni me lo pensé lo de volver, para mí es mi grupo. Si Pep [Masiques] le dice a Lluís [Cots] que venga, Lluís le va a decir que sí. Ellos tienen una relación de amistad muy profunda. Todos la tenemos, pero ellos dos especialmente. Pero a Lluís le era complicado comprometerse por falta de tiempo, y además fue padre. Y así hasta la última vez. Y no dijimos que nos volvíamos a separar otra vez porque ya era absurdo [risas]. Un año antes de la pandemia ya hablamos de terminar de grabar unas canciones como singles. Aunque no estuviera Lluís. Y cuando llegó la pandemia es cuando, tras hacer mi disco con Marc Clos y David Cordero, me llamó Pep, que vivía a tres minutos de la casa donde yo estaba entonces, porque no podíamos vernos, y me dijo de mandarme unas canciones que tenía. Yo me pasé el confinamiento haciendo el disco con Marc Clos y David Cordero y el nuevo de Madee. Encontramos una manera de trabajar muy guay. Hablé con Mark Swanson, que es nuestro amigo fotógrafo y músico de Seattle que nos hace las letras desde aquel single de 2014, y le pedí que me mandara más textos. Me los fue facilitando. Eso me hacía más fácil grabar voces e ir improvisando sobre sus textos. Así reactivamos todo esto, y empezamos a generar muchísimas canciones. Teníamos para un disco triple. Y al final nos fuimos animando, en plan “¿hacemos una trilogía? ¿A que no hay huevos? ¡Aguántame el cubata!”, y así es como se fraguó todo esto. “¿Y hacemos una gira?”. “No, mejor hagamos los tres discos, los mismos que teníamos antes de dejarlo por primera vez, y luego ya veremos, aunque sean un par de conciertos”. Esto, con cuarenta y siete años y tres millones de paquetes de tabaco, ya es un poco más complicado, a lo mejor no sale igual [risas].

¿Se han hecho los tres discos del mismo modo, con ese trabajo a distancia que en un principio era algo obligado por el confinamiento?
Exactamente igual. Lo que pasa es que ya hemos explotado al máximo este sistema. A mí me gustan los tres, pero creo que este tercero coge las mejores cosas de los dos anteriores y las condensa. Ten en cuenta que es mucha información, son tres discos en un año y medio. Con el añadido de que estamos haciendo lo mismo, pero no exactamente. Creo que lo estamos haciendo como lo haríamos ahora, con toda la experiencia de cada uno. Todos hemos estado liados en nuestros proyectos, con lo que somos la misma gente haciendo lo mismo, pero desde otro sitio.

De hecho, yo tengo la sensación de que este es el más maduro de los tres discos, el que refleja mejor lo que es Madee desde la perspectiva de unos tipos que sobrepasan de largo los cuarenta.
Yo lo veo igual que tú. Incluso que condensa esa estética, pero que vista ahora, pasan cosas en este disco que no habían pasado en los otros: hay spoken word, estructuras vocales que son un poco frikis también… hemos probado cosas sin ningún tipo de complejo. A mí lo que me mola de Madee es que nunca hemos tenido una gran pretensión de triunfar o algo así. Era solo el hecho de tocar. Y me parece muy bestia que todavía estemos en B-Core y que todavía Jordi [Llansamà] quiera sacar nuestros discos [risas]. Claro que tenemos nuestros seguidores, pero son seguidores mega ultras. Hay cuatro mil o cinco mil locos de Madee, y eso nos parece muy fuerte a estas alturas, porque ¿quién se acuerda de nosotros? Nadie. Me parece flipante que todavía haya gente que haga un pre order de un disco nuestro o compre entradas para vernos en directo. Y creo que va a ser un naranjazo muy fuerte en la cabeza, cuando hagamos los conciertos, ver al público. Tiene un punto guapo.

Creo que hay un voltaje emocional, una intensidad, que es común a todos vuestros discos, y que se transmite, independientemente del tempo de las canciones. No debe ser fácil mantenerlo, ¿no?
Sí, entiendo lo que dices. Que puede ser complicado mantener ese fuego ahí. Pero eso lo mantiene la propia relación. Cómo nos relacionamos entre nosotros. Entre nosotros y con la música. Si nos ponemos a hacer algo, está ese componente emocional en las canciones. Hay una cosa ahí que yo tampoco sé explicar muy bien cuál es, que solo me sucede cuando estoy haciendo discos con ellos. He hecho discos solo en los que me puedo acercar un poco a eso, es inevitable porque soy la misma persona que está cantando, aunque también estoy cantando en otro idioma, pero yo hago cosas con la voz que solo me salen en Madee. No es el mismo lugar emocional que en mis discos. Es una cosa de energías de la gente que está ahí junta: las energías suman, aunque esto suene un poco a Paulo Coelho. Hacemos una cosa muy concreta, y cuesta mucho que un grupo acabe sonando a sí mismo, en el buen sentido de la palabra. No en el sentido cansino de alguien que está haciendo siempre lo mismo. Me refiero a un sonido. Como pueden tenerlo The Cure, R.E.M. o Echo And The Bunnymen. Una seña de identidad, que creo que es a lo que te refieres.

"Cuesta mucho que un grupo acabe sonando a sí mismo, en el buen sentido de la palabra. No en el sentido cansino de alguien que está haciendo siempre lo mismo. Me refiero a un sonido. Como pueden tenerlo The Cure, R.E.M. o Echo And The Bunnymen"

Sí, más o menos. ¿Y crees que ese sonido lo exploráis en solitario en este país?
Yo creo que, tal y como lo hacemos nosotros, sí. Ha habido muchos grupos contemporáneos que trabajan desde el mismo sitio, pero lo hacen distinto. Por ejemplo, un grupo como Toundra, aunque sin tener cantante, excepto cuando grabaron con Niño de Elche, opera desde el mismo lugar. Trabajan desde el mismo sitio, aunque no suenen igual que nosotros.

Me llama mucho la atención de esta nueva etapa que trabajéis son letras que no son vuestras, sino de alguien que vive a miles de kilómetros, como es Mark Swanson. Tienes que tener un punto de identificación muy grande con su forma de ver las cosas. ¿Cuál es la dinámica? ¿Os manda él los textos y los ensambláis en canciones a medio hacer?
Tenemos lugares comunes. Yo conozco a Mark [Swanson] hace muchísimos años, a través de Jeremy Enigk, de Sunny Day Real Estate. En uno de sus viajes a España, en 2007, vino con Mark Swanson, que aprovechó para venir de vacaciones. Estuvo en mi casa un par de meses. Ahí nos conocimos. Conocí su obra fotográfica, me mandaba sus poemas, y me parecía muy interesante como poeta y escritor. Y cuando empezamos ya con la vuelta de Madee, yo llevaba ya años escribiendo mis letras en castellano, y lo único que me daba un poco de pereza era tener que volver a escribir en inglés. Comerme la cabeza para cuadrar melodías con sílabas y todo eso. Para mí eso es un mareo, porque hace muchos años que trabajo desde la improvisación. Los discos de The New Raemon los hago de la misma forma que estoy haciendo estos últimos de Madee: primero hago las músicas, y cuando tengo toda la música montada, cojo un texto, el que sea que tenga a mano, cojo un micro, me pongo a grabar, y esa melodía que me invento en ese momento es la que se queda en la canción porque tiene un componente de autenticidad que es imposible que tenga si tú estás con la melodía en la cabeza todo el rato y tratas de encajar ahí la letra. Las tomas que escuchas en estos discos son primeras tomas. Todo. Con Mark trabajo de la siguiente manera: él provee textos; yo cojo uno, veo la letra, empiezo a grabar, empiezo a improvisar y a inventarme la melodía, a lo mejor empiezo por el estribillo, y líricamente intento entender, de esa letra concreta, qué fragmento de ella podría ser el estribillo. ¿Es oro? Pues sigo con las estrofas. O a veces empiezo con las estrofas y luego paso al estribillo. Y así lo voy montando. Los textos de Mark en la página son más largos, pero tengo cierta licencia con él para editarlos y comprimirlos. Y el mensaje es el mismo.

Trocear esos textos y que sigan teniendo sentido debe ser un reto, ¿no?
Sí, y para mí es muy divertido. Cantar el texto de alguien e interpretarlo me parece increíble. Es mucho más divertido que hacer un texto mío. Para mí, al menos. Es un juego más interesante, que me gustaría hacer en castellano. Que a veces puedas hacer un disco con un poeta, y lo único que haces es una adaptación musical y melódica de sus textos. Y los interpretas como los sientas tú. Me parece un juego muy interesante a nivel de composición y de interpretación. Yo he aprendido mucho haciendo estos discos. Porque tenía que estar a la altura de los textos. Luego se los mandas a Mark y el hecho de que él flipe, o que te diga que ha llorado escuchando algunas de las canciones… pues te dices “oye, pues no lo hemos hecho tan mal”.

Desde luego. Te iba a preguntar justo eso, pero creo que ya me has contestado: ¿en qué modo Madee cubre una necesidad tuya que no tengas cubierta con The New Raemon y el resto de tus trabajos?
Claro, es eso, y además hay que interpretarlo en inglés y cantarlo con una dicción que mi amigo americano crea que es correcta. Que lo pueda escuchar alguien de fuera y, aunque se dé cuenta de que quien canta no es americano ni inglés, entienda lo que digo perfectamente. Eso también tiene un componente de reto. De hacerlo lo mejor que puedas con las herramientas que tienes.

Me ha parecido que el paso del tiempo es una constante en la mayoría de canciones. En “Live In My Words”, por ejemplo, Mark explica que “la canción habla de cómo tener tiempo para hacer arte y no actuar en consecuencia, de la manera que tenemos de fallar y perder el tiempo, un tiempo precioso: la disciplina es un acto difícil de seguir algunos días”.
La canción habla de hacer cosas, de hacer arte, de dedicarte a escribir o a pintar o a lo que sea en el plano artístico. De no perder el tiempo pensando en que no puedes hacerlo, sino en “ponte a hacerlo”. En este caso habla de escribir. De cuando siente que está perdiendo un tiempo precioso para escribir algo que valga la pena. Que podría ser una metáfora del paso del tiempo, que es verdad que las canciones hablan mucho, como dices, de ese paso del tiempo y de nuestra situación en el mundo, como personas y como colectivo. Sobre cómo encajas en la sociedad a medida que te vas haciendo mayor y ves todas las trampas de la misma. Cómo podemos seguir situándonos ahí, en los márgenes, los que nos dedicamos a la cultura. Pero no puedes salir de ahí porque la estructura no está hecha para que estés fuera, sino para que estés dentro. Estos son los problemas que le preocupan a Mark, que son los que nos preocupan también a nosotros. Algunos de nosotros tenemos casi sesenta años, no lo olvidemos. Es así.

“'Live In My Words' habla de hacer cosas, de hacer arte, de dedicarte a escribir o a pintar o a lo que sea en el plano artístico. De no perder el tiempo pensando en que no puedes hacerlo”

Parece como que la gente que se dedica a crear desde el ámbito de la cultura tiene que estar siempre justificándose a sí misma por querer vivir de ello, ¿no? Al menos en España.
Sí, lo que pasa es que al final también te haces ciertas preguntas. Cuando llevas tanto tiempo haciendo esto, hay un momento en el que tienes cierta epifanía, y te preguntas: “¿Y esto por qué lo hago? ¿Para ganarme la vida?”. Bueno, puedes intentarlo. Yo tengo la suerte de que sí me puedo ganar la vida más o menos dignamente haciendo lo que me gusta, pero hay otros compañeros que no, por la propia situación personal de cada uno. Es muy difícil. Además, en este país, hasta hace nada no se hablaba de un Estatuto del Artista. Pero bueno, en el caso de Madee, no es una cosa que nos haya preocupado mucho, porque la dinámica siempre fue trabajar y hacer esto porque nos gustaba. Esto me recuerda una cosa que decía Vila-Matas: la solución Duchamp. Un artista que se dedica a no hacer nada, que es lo que hacen los artistas que lo saben todo. Encarnar la sabiduría de quien está de vuelta de todo y, por tanto, es un feliz fantasma. Pues nosotros a lo mejor nos sentimos un poco felices fantasmas haciendo lo que nos mola, desde la trinchera.

También es liberador, ¿no?
Es que al final tienes que acabar destruyendo los egos. Creo que por eso este grupo todavía funciona, porque al final hemos acabado destruyendo todos los egos del grupo, que son los que a veces, a cierta edad, suponen una energía que sí que puede hacer que surjan ciertas fricciones y cierto conflicto y entonces salga una obra tipo “Orion’s Belt” (04) o algo así, que generan algo interesante del desacuerdo, pero al final, si tú quieres seguir haciendo música de una forma libre, te tienes que liberar de toda esta tiranía de los egos.

Aparte de que supongo que si dependes de esa lucha de egos, a largo plazo puede acabar siendo un sinvivir.
Claro, luego ves estos documentales de grupos como Jawbreaker y es muy deprimente [risas]. Aunque el grupo mole, dices “ostia, esta gente no se puede ni ver”. Siempre lo contamos: para Madee ha sido mucho más fácil quedar para cenar todos juntos que quedar para ensayar [risas]. Ahí ya te lo digo todo.

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