Sí, buenas noches, ¿dígame?
Podcasts / Carlos Pumares

Sí, buenas noches, ¿dígame?

Fran González — 24-05-2024
Empresa — Cinemanía y La Libreta

Tiempo ha, cuando el cine gozaba de espacios cómodos y sin prisas en las cadenas generalistas, uno podía pasarse las madrugadas escuchando vehementes diatribas radiofónicas sobre cómo suministrar ritmo al montaje, el significado del monolito de “2001: Una Odisea del Espacio”, los orígenes del cinemascope o lo sobreactuado que estaba De Niro en “El Cabo del Miedo”. Además, al oyente se le permitía la osadía de subirse a ese tren en marcha, echando más leña al fuego con sus humildes aportaciones e impertinentes cuestiones en directo. Una parcela de paraíso cinéfilo que hoy se nos antoja impensable, titulada “Polvo de Estrellas” y comandada por la característica voz del irreverente, incorrecto y cruelmente honesto Carlos Pumares.

Llevando por título las primeras palabras que el histriónico crítico de cine decía al responder a sus oyentes, “Sí, buenas noches, ¿dígame?” es un podcast producido a pachas por la revista Cinemanía y La Libreta con el objetivo de honrar la memoria y el legado hertziano del mencionado a través de cinco entregas imprescindibles para los amantes del celuloide y de la mala baba. Un trabajo de arqueología y diversión nostálgica en el que, con motivo del fallecimiento del aludido, se pretende homenajear a una de las caras más icónicas de la radiodifusión de los ochentas y noventas. Como si de un trencadís sonoro se tratara, cada episodio recupera los improperios, reflexiones, cátedras y conclusiones que Pumares nos regaló durante sus décadas en antena, tanto en Antena 3 Radio como en Radio Voz, y en última instancia, en Onda Cero.

Montados con la prudente intención de seguir una cierta coherencia temática, cada programa nos aporta contexto para entender poco a poco y de la mejor manera posible cómo operaba la peculiar mente de este periodista, recordado injustamente por su etapa crepuscular más colérica y friqui, pero sin duda protagonista de algunos de los encuentros más surrealistas y antológicos que nuestras ondas hayan atestiguado jamás.

Pumares era osado y un hombre de otra época. No se pretende aquí pecar de revisionista, sino simplemente testimoniar cómo funcionaban las cosas en un mundo pre-Internet y anterior a los remilgos. Por eso, quizás se nos hiele la sangre al escuchar cómo el controvertido locutor suelta, sin pelos en la lengua, observaciones tan de otro siglo como que a los actores negros “no se les ve de noche” o que tal actriz “está para ponerle un piso”. De hecho, con un lenguaje onanístico más propio de una barra de bar que de una tertulia cinéfila, Pumares se permite el lujo de hablarnos sobre “El Club”, una improvisada sección en su programa donde comparte los nombres de ciertas estrellas femeninas (con Kathleen Turner, Gloria Grahame, Michelle Pfeiffer o Uma Thurman como alumnas aventajadas) que brillan más por sus físicos que por sus dotes interpretativas. Sin duda, eran otros tiempos.

Pero donde Pumares nos conquista es en esos momentos breves y criminales en los que brama sus pareceres sin miramientos (“¿”Llamarada”? Muy bonita, arde todo muy bien”), castiga a sus oyentes por preguntarle una y otra vez por el mismo título (el bolígrafo de “El Silencio de los Corderos” o la eterna lluvia de cuestiones sobre “Blade Runner”) y por ver las películas en vídeo o en televisión en lugar de ir al cine, o directamente se desahoga a gusto contra algunos de los nombres más destacados del séptimo arte (a Mel Brooks o David Lynch tras el estreno de “Fuego Camino Conmigo”, le debieron de estar pitando los oídos durante semanas).

El podcast, por su parte, pone el foco primordialmente en las llamadas telefónicas y los oyentes, los verdaderos protagonistas de la chicha y quienes alimentan sus endiablados monólogos con cuestiones técnicas sobre reparto y dirección (a falta de IMDB), ladinas provocaciones de volcánica reacción o planteamientos derivados de una noche de THC que el malhumorado locutor zanjaba rápido. El resultado son píldoras de media hora, tan desternillantes como instructivas, que nos traen de vuelta algunos de los momentos más memorables de la comunicación patria, conjugada ya en pretérito y en ocasiones tan extrañada. ¡Obra maestra!, que diría aquel.

 

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