Una vida sobria para la revolución. Hardcore punk, straight edge y políticas radicales
Libros / Gabriel Kuhn

Una vida sobria para la revolución. Hardcore punk, straight edge y políticas radicales

8 / 10
Tomeu Canyelles — 13-03-2024
Empresa — Editorial Imperdible

“Teníamos las razones, la imagen y el sonido, pero no el contenido”. Esta afirmación tan lapidaria me la dijo cierto superviviente del punk de los ochenta; uno de tantos chavales que acabaron inmersos, ya fuera por convicción o imitación, por esa ola de desencanto, caos, violencia y nihilismo. En tiempos de desesperanza, el punk por lo menos proporcionaba un cobijo para todos aquellos que sentían no encajar en ninguna parte. Cuando le pregunté sobre el trasfondo ideológico que sostenía aquel “no future”, contestó que habían actuado como piratas en plena razzia, arramblando cualquier cosa que escandalizara a sus mayores. Molestar por molestar.

Justo cuando el punk parecía abocado a la domesticación, el hardcore fue algo mucho más que la simple radicalización del sonido; referentes, como los pioneros Minor Threat, contribuyeron a la sedimentación de un trasfondo ideológico tangible; el compromiso ético que subyace en sus letras vierte una energía transformadora que traspasaba las barreras de la música. Sin el revuelo mediático que tradicionalmente ha acompañado a otros subgéneros —más accesibles y, por supuesto, mucho menos ideologizados—, el straight edge se ha convertido en una de las subculturas más inspiradoras del hardcore por su capacidad empoderadora, pero también por haber subvertido buena parte de los valores más tradicionales, e incluso nocivos, de la cultura del rock. La banda de Ian McKaye abrió el camino diluyendo la fina línea que separa la música de la militancia política hasta convertirla en la misma cosa.

“Una vida sobria para la revolución. Hardcore punk, straight edge y políticas radicales”, obra coordinada por el traductor y activista anarcosindicalista Gabriel Kuhn, plantea algo que no sólo es importante, sino también necesario: suplir el flagrante vacío bibliográfico en castellano del straight edge más allá del circuito del fanzine. Temía, y lo digo sinceramente, que un libro de estas características terminara siendo una simple hagiografía nostálgica centrada en aquella primera generación de bandas norteamericanas; por suerte, la aportación de Kuhn convence y, si lo hace, es por su amplitud de miras. Su libro plantea una panorámica inteligente a través de diferentes territorios, épocas y escenas sin esquivar los aspectos más incómodos que, durante años, han pivotado a su alrededor: desde la hipermasculinidad tóxica al puritanismo soberbio y excluyente.

Por supuesto que hay música, especialmente en su primer bloque: ahí tienes a Minor Threat como elemento precursor e inesquivable, pero también a Refused o Point Of No Return. Pero, a mi parecer, el grueso más provechoso de su lectura proviene de los capítulos tres (“Manifiestos”) y cuatro (“Reflexiones”), apartados que profundizan en éticas artísticas, políticas y sociales; inclusión y espacios seguros; disidencias dentro de la misma disidencia; pequeños ensayos impagables, traducidos por primera vez al castellano, que suponen una reflexión extremadamente lúcida sobre la necesidad de replantear el papel que tiene la droga o el alcohol en la cultura del hardcore punk.

Tampoco debe pasarse por alto el mimo con el que se ha resuelto esta edición: ilustraciones, mapa cronológico, índice onomástico y conceptual —que ayuda muchísimo al lector rebuscar aspectos concretos a lo largo de sus cerca de cuatrocientas páginas—, lenguaje inclusivo y una maquetación pulcra que confirma el buen hacer de la editorial Imperdible. Más que enciclopedista, “Una revolución sobria para la revolución” es un ejercicio reflexivo y crítico que pone de manifiesto todo aquello de radical, comprometido y transformador que tiene el straight edge.

 

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