Saber matar

Habrá quien califique esta novela de genialidad. Otros lo harán directamente de “ida de olla”. Quizá, sin saberlo, dando razón a los primeros. Pero, en todo caso, lo que está claro es que “Saber matar” genera adicción. Quizá porque es agresiva. Soez. Descarada. Y a la vez tiene una dosis de ternura cotidiana con la que es difícil no empatizar. Una de esas obras herederas de “La colmena” (ya saben, historias que de alguna manera van confluyendo entre ellas a medida que pasan sus páginas) que despista tanto al lector que acaba por noquearlo.

En la página diez servidor ya se estaba planteando dejarlo, cosa que no suelo hacer con muchos libros, por no decir ninguno. Una disyuntiva que se me apareció de manera regular para finalizar el libro concluyendo ¡que me había encantado! Ese es el mérito de Mr Perfumme. El ponernos constantemente al límite del abandono. Cualquier cosa antes de reconocer nuestra incomprensión. La banalidad de nuestros pensamientos. Lanzando de vez en cuando delirantes bocanadas de comicidad que te quitan la idea de la cabeza, para darle una nueva oportunidad a lo que estás leyendo. Sabiendo el momento justo en el que estás a punto de desengancharte entre historias de disfunciones eréctiles, delirios sectarios, la música de Top Gun, la mascota de Sevilla 92, las aventuras de Pablo Und Destruktion o las tortugas ninja. Suena extraño, ¿verdad? Pues eso es “Saber matar”, un texto difícil de definir y mucho más de clasificar. Una sucesión de relatos cortos intercalados que acaban por volvernos directamente locos, pero que no nos permiten dejar de leer. Defínanlo como quieran. Yo ya me he declarado totalmente incapaz.