Oculto en Gran Bretaña. Un siglo de horror, ciencia-ficción y fantasía
Libros / Adrián Sánchez

Oculto en Gran Bretaña. Un siglo de horror, ciencia-ficción y fantasía

8 / 10
José Martínez Ros — 05-02-2024
Empresa — Kane Editores

Hace muchos años ya, en los noventa del pasado siglo, el que esto escribe era un adolescente al que le fascinaban los relatos de Poe y Lovecraft, las novelas de Stephen King y, por supuesto, el cine de terror. Y había dos espacios televisivos míticos, que eran dos citas inexcusables para mí: “Noche de lobos” y, sobre todo, “Alucine”, cada sábado por la noche en La 2. Entre muchísimas películas de distintas época y procedencias, en “Alucine” emitieron decenas de títulos de la productora británica Hammer, que había vivido su época de gloria mucho antes de que yo naciera, en los sesenta y comienzos de los setenta. Esto explica que, en lo más recóndito de mi psique, Drácula tenga el rostro de Christopher Lee, y no el de Bela Lugosi o el de Gary Oldman; y que Van Helsing sea su inseparable Peter Cushing, quien también es, por supuesto, el Dr. Jekyll. También descubrí en aquellas noches de sábado en las que me quedaba solo ante la pantalla de televisión las aventuras de profesor Quatermass, que partían de una premisa de ciencia–ficción (un astronauta poseído por una fuerza alienígena, un descubrimiento en el subsuelo de Londres que podría alterar lo que sabemos sobre el origen de nuestra especie) pero que siempre acababan siendo inquietantes y terroríficas; y aún recuerdo que la belleza de Caroline Munro en la divertidísima y pulp “Capitán Kronos, cazador de vampiros” hizo que se acelerara el pulso de mis venas; y el impacto que me produjo la sublime y extravagante “Zardoz” de John Boorman, en la que una monstruosa cabeza de piedra volaba sobre un mundo postapocalíptico gritando: “the gun is good, the penis is evil”.

“Lo primero fueron los fantasmas”, nos dice el el crítico Adrián Sánchez, al inicio de este fenomenal ensayo que recorre los cómo, los por qué y los cuándo del cine británico de terror, fantasía y cifi del siglo XX. De hecho, empezamos un poco antes: en 1898, cuando se rodó un cortometraje titulado “Photographing A Ghost”. Como nos relata el autor, estos géneros se desarrollaron en un terreno extraordinariamente fértil, si consideramos la obsesión victoriana con los espiritismos, las sociedades secretas herméticas como la famosa Golden Dawn, ocultistas como Aleister Crowley “la gran bestia”, las atrocidades de Jack “el destripador” en Whitechapel y, por supuesto, un amplísimo legado literario que va del “Drácula” de Stoker y el “Frankenstein” de Mary Shelley al “Hellraiser” de Clive Barker y “La cámara sangrienta” de Angela Carter, pasando por la obras de Robert Aickman, Algernon Blackwood, M. R. James, y muchos otros.

No tardamos en saltar a los años posteriores a la II Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña era cualquier cosa excepto cool: el país se seguía recuperando de los bombardeos y de los destrozos causados por el conflicto, el imperio se iba desmoronando con la inevitable descolonización y, en un mundo dividido entre las nuevas superpotencias, Estados Unidos y la URSS, el antiguo Rule, Britannia! parecía un lejano recuerdo. En ese periodo oscuro y austero se vivió el desarrollo de la televisión, llegaron seriales como “Doctor Who” y se crearon algunas pequeñas productoras como la propia Hammer o la Amicus, donde se suplía la falta de medios con imaginación. Y así, se plantaron las semillas de una era mágica. No por casualidad, en los sesenta y comienzos de los setenta, mientras que en el Swinging London sonaba la música de The Beatles, The Kinks, Cream o The Rolling Stones, se rodaban deslumbrantes obras maestras del fantaterror europeo como “El fotógrafo del pánico”, “La novia del diablo”, “Performance”, “La leyenda de la casa del infierno”, “The Wicker Man” o “Amenaza en la sombra”. La industria cinematográfica británica también acogió a talentos errantes como los de Polanski y Kubrick, que filmaron allí “Repulsión” y “El Resplandor”. Un estallido de creatividad que se prolongó en décadas posteriores gracias a figuras como Terry Gilliam.

Las historias detrás de todas estas obras míticas del séptimo arte, y de muchas otras, están en este volumen, cargado además de imágenes maravillosas de una época en la que los sueños tenebrosos de Gran Bretaña invadían el mundo.

 

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