No vuelvas a Roma
Libros / Carlos Spottorno

No vuelvas a Roma

6 / 10
José Martínez Ros — 09-02-2023
Empresa — Astiberri

Un hombre que pasó algunos años, una década, entre su infancia y su juventud en Roma, la visita en compañía de su nueva familia. Recuerda que vivía en las cercanías del Panteón, lo que equivalía a estar muy próximo al “centro del universo”. Lo impulsa la nostalgia, pero también la curiosidad: saber qué queda de la ciudad que habita su memoria. Algunos amigos han tratado de disuadirle: igual que tantas otras metrópolis de todo el mundo con un glorioso ayer, su día a día actual es el de un “infierno de turistas”. Este hombre es un célebre fotoperiodista, Carlos Spottorno, que recorre las calles de la milenaria Urbs, reflexionando sobre el paso del tiempo, sobre el sentido de la abrumadora belleza que le rodea. Al tiempo, va captando instantáneas de la vida cotidiana de la ciudad.

Aunque lo edite Astiberri, “No vuelvas a Roma” no es un cómic, desde luego. Pero tampoco un simple libro de fotografías, aunque las brillantes imágenes capturadas por la cámara de Spottorno sean el hilo conductor: se trata de un curioso libro de memorias en la que, sin embargo, se nos muestra el presente de la vieja capital del Tíber. Ya había publicado, con el reportero Guillermo Abril, dos obras, en las que nos encontrábamos con una combinación de textos y fotografías. En “La grieta” nos conducían hacia las fronteras ocultas de la Unión Europea, a aquellos que las vigilan y los que tratan de cruzarlas; mientras que, en “La falla” nos situaba en un ámbito muy distinto, el Tirol, una región por la que italianos y austriacos habían combatido durante generaciones, y en la que, ahora, las viejas rencillas parecen haberse disuelto en paraíso alpino cargado con todo el peso de la historia del continente. En este caso, en solitario, nos hallamos con una obra mucho más personal y que será apreciada, por supuesto, por los enamorados de la Ciudad Eterna.

Roma es la protagonista. “Resulta difícil determinar si Roma es el cementerio de una civilización perdida o el destello de una supernova cuya luz sigue llegándonos ahora". Con su contraste, ya visible en películas míticas como “La dolce vita” de Fellini y “La gran belleza” de Sorrentino, entre el esplendor de su pasado y el aire decadente que la invade, entre la sublime hermosura de sus ruinas y el horror cotidiano de los grafitis, la basura y los atascos: una ciudad, en suma, “en la que el hoy consigue ser más decrépito que el ayer”, algo de lo que se ofrece testimonio en muchas páginas de este libro. Se diría, como observa irónicamente el autor, que “es como si hubiera un plan de intervenciones autodestructivas concebido para impedir que todo fuera demasiado perfecto”. Aunque quizás, ese lento y paulatino colapso, esa melancolía, se ha convertido en parte de su encanto y, aún más, en una metáfora perfecta de nuestro mundo. Borges ya escribió en una ocasión que en Occidente todos somos, de alguna manera, romanos.

 

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