La casa de caramelo
Libros / Jennifer Egan

La casa de caramelo

8 / 10
José Martínez Ros — 31-12-2023
Empresa — Salamandra

Hace algo más de una década, Jennifer Egan publicó “El tiempo es un canalla”, Premio Pulitzer y, sobre todo, una de las mejores novelas de nuestra época. Una obra en la que tomaba como fondo la decadencia y las transformaciones de la industria de la música para ofrecer un amplio mosaico de historias sutilmente entrelazadas. La novela se transformó con rapidez en un bestseller, se tradujo a muchísimas lenguas y la HBO compró los derechos para adaptarla a la televisión con forma de miniserie (pero esto nunca llegó a ocurrir, porque los ejecutivos terminaron convenciéndose de que era un libro “demasiado complicado” para trasladarlo a las pantallas).

Egan comentó en alguna entrevista que se inspiró para escribirla, a la vez, en “En busca del tiempo perdido”, el monumento literario de Marcel Proust, y en “Pulp Fiction”, la película de Quentin Tarantino. Podía resultar una afirmación chocante, pero tenía sentido: de “En busca del tiempo perdido” tomaba una serie de temas, entre los que destacaba el efecto del paso del tiempo sobre los personajes, el modo en que este los cambia, modifica sus expectativas y el contenido de sus sueños. De Tarantino, una sinuosa estructura que avanzaba y retrocedía para acabar revelarnos que lo que parecían relatos independientes, sin conexión entre sí, eran partes integrantes de una novela a mucha mayor escala.

Ahora nos llega la “La casa de caramelo”, una particular secuela. En este caso elige como escenario el auge de las multinacionales de la tecnología y las redes sociales, y se puede leer perfectamente sin conocer nada de “El tiempo es un canalla”, pero recupera un buen número de personajes de esta (casi todos secundarios), por lo que uno de sus muchos placeres de esta –de nuevo, magistral– novela es reencontrarse con ellos, como con unos viejos amigos. Por supuesto, las virtudes de la prosa de Egan –rápida, atenta siempre al detalle clave, con un gran sentido visual– permanecen incólumes.

Cada capítulo toma la perspectiva de un personaje distinto, lo que, en ocasiones, también supone un cambio radical en la narrativa. Uno de los capítulos más famosos de “El tiempo es un canalla” era el diario en PhotoShop de una niña y, aquí, con un par de juegos paralelos, Egan demuestra que las formas de comunicación actuales se pueden usar tan apropiadamente para contar una historia, como Jane Austen en el siglo XVIII, al hacer que sus personajes se cartearan.

El centro de la obra es el invento de Bix, un gurú de la tecnología, que permite descargar nuestros recuerdos, preservarlos e, incluso, compartirlos. Esto, como el resto de las maravillas que Google, Facebook, Apple, Tesla y compañía han proporcionado a la humanidad, parece algo inicialmente fantástico y, por supuesto, tiene unas consecuencias no tan positivas y, desde luego, bastante inesperadas. Porque, ¿qué podría ser más aterrador que examinar aquello que debería permanecer enterrado en la memoria, en los fosos del subconsciente? Como la misma internet, se convierte en “la casa de caramelo” que encuentran Hansel y Gretel en el corazón del bosque. Parece un lugar encantado, con todos esos dulces gratis, pero al fondo acecha la bruja.

 

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