De lo que Dios nunca tuvo que hacerle a Mrs. Kintsugi ni a medio mundo
Libros / Gabriela Pavinski

De lo que Dios nunca tuvo que hacerle a Mrs. Kintsugi ni a medio mundo

8 / 10
Laura Madrona — 30-05-2024
Empresa — Proyecto Estefanía
Fotografía — Archivo

Con la publicación de “De lo que Dios nunca tuvo que hacerle a Mrs. Kintsugi ni a medio mundo”, Proyecto Estefanía ha dado un salto de fe en su línea editorial. El público lector que ha seguido este proyecto desde el principio, y su quijotesco empeño de rescatar y mantener vivo el espíritu de los denostados bolsilibros, enseguida lo asociará a las novelitas del oeste y a ese universo de Desert Hole que Heme Brazo ha cultivado a través de una cuidada miscelánea de voces. Un territorio imaginario de maleantes y perdedores, de forajidos y antiheroínas, que abandonamos momentáneamente para marchar por nuevos y estimulantes derroteros de la mano de una Gabriela Pavinski inspiradísima y cargada de mucha poesía.

Que sea el treceavo título de la colección parece cosa del destino. Aparquemos las supersticiones que siempre han rodeado ese número. El número trece es un número mágico, como mágico es el extraño lugar que ha creado Pavinski en esta suerte de bello híbrido que en mi mente se mueve entre la distopía orweliana y la novela de dictadores hispanoamericana. ¿Suena loco? ¿Extravagante? Perfecto, porque Pavinski consigue conjurar una extraña y fascinante atmósfera postapocalíptica con escasos elementos escenográficos y tres o cuatro pinceladas que nos sitúan de inmediato en una tierra yerma donde todos los hombres se llaman Francisco y donde una fantasmagórica figura a caballo ejerce de castizo Big Brother. Un universo distópico, al que nuestro mundo actual se parece cada vez más, que funciona como alegoría del auge de la extrema derecha y como crítica del capitalismo más salvaje y ecocida.

En las páginas de este breve relato, el teatro de Lorca se encuentra con el realismo mágico. Ese mundo muerto, lleno de fantasmas, podría ser el Comala de Rulfo o el Macondo de García Márquez, si estos lugares fabulosos hubieran sido el escenario de una obra lorquiana: un páramo irreal y atmosférico lleno de simbolismos y referencias bíblicas, donde los personajes se expresan de una manera lírica y trágica, pero con dejes del lenguaje popular que Pavinski traslada directamente al papel, anteponiendo la oralidad a las normas ortográficas, como hizo Andrea Abreu en ese prodigio que es "Panza de burro". No es extraño que Pavinski haya incluido una playlist al inicio del libro, con la que complementar la lectura, en la que abunda la música de Rosalía. Probablemente muy pocas artistas hayan contribuido más en los últimos años a conciliar lo viejo y lo nuevo que Rosalía en “El mal querer”.

El caso es que todo en esta novela nos va a sonar. Con Franciscos nos topamos todos los días. Están manifestándose en Ferraz o vomitando su fanatismo en redes sociales. Y ese hombre a caballo, casposo protector del rancio status quo, recuerda muchísimo a Santiago Abascal. Ese mundo se parece mucho a nuestro pasado, pero también a nuestro futuro. La originalidad de Pavinski y su relato de enigmático título reside desde mi punto de vista en una sorprendente hibridación de géneros (narrativa–teatro–poesía) y en una exitosa amalgama de elementos dispares que articulan perfectamente esta fábula distópico-poética. Una pequeña e inclasificable joya que demuestra que se puede seguir explorando el concepto de mundos futuros y futuribles de nuevas y refrescantes maneras. Sin duda, alta literatura de bolsillo para almas hambrientas de lecturas únicas en su especie.

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