Fito Páez – Infancia y juventud. Memorias
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Fito Páez – Infancia y juventud. Memorias

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 16-10-2023
Empresa — Libros Cúpula

Me decía Fito Páez en una entrevista, hace unos años, que (en parte) nunca había tenido éxito en España porque el lenguaje musical que triunfa aquí es más dylaniano, con menos elementos y menos recargado que el argentino (la referencia a Dylan también explica el gran eco obtenido por Calamaro). Y no cuesta nada darle la razón tras leer las casi 400 páginas que engrosan la primera parte de su biografía. Un tomo prolijo en exceso, aunque excelentemente escrito. Si no conectas con su música, seguramente tampoco lo harás con su prosa, ya curtida en novelas como "La puta diabla" (2013) o "Los días de Kirchner" (2018). También cuenta Diego A. Manrique, quien ha debido charlar con él decenas de veces, que las diferencias iban más allá de lo textual: mal asunto lo de querer triunfar en nuestro país si tu banda modélica es Steely Dan. En cualquier caso, estamos ante una autobiografía más que jugosa porque las vidas de los artistas de éxito suelen ser más interesantes cuando aún no lo han tenido. Como ocurría con los libros de Brett Anderson, Morrissey o Mark Lanegan, por ejemplo. Esa zona de grises, de claroscuros, de coming of age, en la que una persona aparentemente mundana aún no se ha convertido en celebridad.

Fito, devoto desde bien crío de la mitológica triada formado por Litto Nebbia, Charly García y Luis Alberto Spinetta (con todos tuvo luego una estrecha relación), cuenta aquí su vida hasta "El amor después del amor" (1992), el disco que lo encumbró en su país. Y mantiene un notable pulso narrativo en lo liviano y en lo profundo, en lo cómico y en lo trágico. Ese es su gran mérito. Ya sea contándonos alguna tragedia familiar (su condición de precoz huérfano de madre, y sobre todo, el cruel crimen que acabó con sus abuelas, que le marcó – cómo no iba a hacerlo – de por vida), sus relaciones sentimentales (las más duraderas, primero con Fabiana Cantilo y luego con Cecilia Roth), las diferentes bandas que fue integrando desde que debutara como teclista del también rosarino Juan Carlos Baglietto a principios de los ochenta y sus visitas a España: tronchante su encuentro con Íñigo Zabala en las oficinas de Warner en Madrid. Un relato inducido (como tantos otros) por el parón de la pandemia, rebosante de sensibilidad, cierta ternura y con algunos pasajes de entonado lirismo. Tendrá segunda parte.

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