El hijo predilecto

Una madre que solo ama a su hija porque es lo debido, y le tiene tanto miedo a la soledad que se queda embarazada de un hijo que no quiere. Una hija que odia a su madre, y solo vuelve a su lado cuando aparece la posibilidad de tener un hermanito. Una hermana condescendiente que quiere adoptar a su sobrina. Un hombre tras otro, a cada cual más narcisista y egoísta. En fin, la de Tsushima es una historia poblada por personajes crueles en exceso, obcecados e incapaces de mirar más allá de sus propias necesidades.

Asimismo, la traducción es rígida y artificial; les quita vida a los personajes y dificulta la lectura enormemente. Con diálogos robóticos y postizos, el constante movimiento entre el presente y el pasado es disruptivo y consigue entorpecer la lectura más que dotar a la historia de sustancia y realidad. Y el final es repentino y nos deja esa sensación de cuando el DVD está rallado y la película se queda a medias.

Sí que es interesante el papel de los sueños en la vida de la protagonista, explotado hasta el punto de hacernos dudar del estatuto de realidad de ciertos fragmentos y quizás de la historia entera. Sin embargo, la autora introduce símbolos y temas oníricos que uno espera sean desarrollados a lo largo de la novela, pero que son más bien olvidados en tan solo unas páginas y nunca retomados.

Como mujer, intento empatizar con la protagonista, entender sus motivos y sus sentimientos, pero me resulta complicado. Su comportamiento hacia su hija es reprochable, incomprensible y difícilmente permitirá a las lectoras sentirse identificadas. Y no se trata de la mera crueldad de sus actos –sin duda la historia de la literatura está plagada de personajes atroces e insensibles– sino más bien de la absoluta incredibilidad de su persona y todas sus decisiones.