Últimamente Taylor Swift se ha convertido en esa amiga a la que quieres muchísimo, que todos tenemos, pero que no para de tomar malas decisiones. Esa amiga que respetas, a pesar de todo, tratas de ayudar y ves cómo se llena de fango hasta la cabeza por no escuchar a nadie. “The Life Of A Showgirl” es un claro ejemplo de esto que hablamos, un retrato robot del presente extra americanizado de la que sigue siendo la mayor estrella pop de nuestro tiempo (el álbum debutó en el #1 de Billboard 200 con más de cuatro millones de unidades entre físico y streaming). Una fantasía cabaretera que no cumple las expectativas, escupe glitter barato, baja el prestigio acumulado y se convertirá en la banda sonora de largas noches de karaoke con olor a “Fantasy” de Britney Spears, medias de cristal y chupitos de “tequifresa”.
Nueva etapa vital, nuevo disco de Taylor Swift. Fiel a su filosofía creativa, Taylor ha vuelto a usar la música a modo de diario y lo que ha ocurrido es que estas nuevas páginas no nos entusiasman demasiado. También es cierto que su relación actual con Travis Kelce, lo attention seeker que es él constantemente, y el nuevo entorno “creativo” de la estrella; no nos lo han puesto nada fácil. O, por ejemplo, esas expectativas creadas por la propia Taylor cuando definió el proyecto como un álbum de hits pop construido sobre el nivel literario que alcanzó en la etapa de “Folklore” que no nos vinieron nada bien.
Un razonamiento este último que, siendo muy generosos, podríamos concederle como mucho a “The Fate Of Ophelia”. Porque, la verdad es que “The Life Of A Showgirl” es una importante caída de Taylor como letrista y el mayor ejemplo de ello es ese bloque imposible de digerir que se genera con “Actually Romantic”, “Wi$h Li$t” y “Wood”. Narrativas pobres, jueguecitos de palabras que no funcionan e intentos constantes de vendernos a Travis como su Dios, su gran salvador: “I just want you, have a couple kids, got the whole block looking like you. We tell the world to leave us thе fuck alone, and they do. Got me drеaming 'bout a driveway with a basketball hoop”. Haciendo especial énfasis a la construcción de momentos “macho alfa” que remarquen la gran virilidad y el deseo que le produce su “partner in crime”: “Forgive me, it sounds cocky He ah-matized me and opened my еyes. Redwood tree, it ain't hard to see. His love was thе key that opened my thighs”.
Da rabia, pero cuando escuchas “The Life Of A Showgirl” tienes la sensación de que Max Martin y Shellback han tenido poquito poder de decisión en todo el proceso creativo. Nada suena especialmente bien, la producción es básica, y termina luciendo igual de barata que todo el diseño creativo y packaging que rodea el álbum. Así que claro, una vez pasada la fase de ponerte el disco en bucle para intentar que te guste, acabas echando de menos la enorme confianza y conexión que tenía Taylor con Jack Antonoff, pese a la campaña de los fans para que no volviera a colaborar con él, o la dimensión a la que Aaaron Dessner la llevó con los discos más idolatrados de su carrera.
Siendo sinceros, hay pocos momentos destacables que salven el, llamémosle así, proyecto más despreocupado de la estrella y prácticamente todos ellos se acumulan al inicio del álbum. La luz y el optimismo que desprende “Opalite” ha hecho que se convierta en el tema más aplaudido del disco junto al ya mencionado “The Fate Of Ophelia”, la mejor pista de “The Life Of A Showgirl” y la gran elegida como single de presentación. Junto a ellas, nos quedamos también con la narrativa de lucha de poder que se construye en “Father Figure” (“They don't make loyalty like they used to. Your thoughtless ambition sparked the ignition on foolish decisions, which led to misguided visions that to fulfill your dreams you had to get rid of me”) o una divisiva “CANCELLED!”, heredera de la energía que se acumuló en “Reputation” (17), que se cuela ya camino al cierre para exponer la larga lista de escándalos y enfrentamientos mediáticos atravesados por Taylor a lo largo de todos estos años.
“You don't know the life of a showgirl, babe. And you're never, ever gonna”. Tras doce temas de estudio, “The Life Of A Showgirl” pone fin al proyecto con la canción que da nombre al álbum, sin contar versiones en acústico o voice memories de las interminables ediciones extra. Incluyendo en esta una muestra de agradecimiento a los fans incorporando una pequeña grabación realizada al público que asistió a su concierto en Vancouver durante el fin de gira del Eras Tour. Una clausura que, por otro lado, llega de la mano de Sabrina Carpenter, showgirl por excelencia de este año, y nos obliga a imaginar cómo habría sido esta propuesta si hubiera caído en las redes de Antonoff o los miembros de Bleachers hubieran estado tras la parte instrumental del proyecto, como ocurre en el “Man’s Best Friend” de Sabrina. Pero bueno, dejemos de lucubrar sobre cosas que no han sucedido ni van a suceder, pongámonos la boa de plumas sobre los hombros y asumamos que esta es la nueva era que nos ha tocado vivir.
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