En su cuarto disco como solista más allá de Los Fabulosos Cadillacs, Gabriel Fernández Capello, más conocido como Vicentico, se libera de todo tipo de ataduras, deja a un lado corsés estilísticos e incluso los prejuicios más propios de la juventud, y se transforma en un moderno cantante melódico en la mejor tradición de lo latino. Y eso que a priori podría deslizarlo peligrosamente por el barranco del desastre más clamoroso, acaba resultando una colección de canciones la mar de resultonas, sustentadas en su peculiar timbre vocal y en una instrumentación que no por parca, suena menos pomposa y elegante. Mucha parte de culpa, o incluso mejor de responsabilidad, la tiene el afamado productor Cachorro López (responsable de obras de artistas tan dispares como Julieta Venegas, Coti, Paulina Rubio o incluso Rosario Flores y Ketama) quién le ha sabido dar al disco el toque justo y preciso tanto en las programaciones como con los sintetizadores. Con ellos y su bajo ha logrado crear unas texturas muy diversas, pero siempre con la voz en primer plano, realzando de paso unos textos que tratan los temas de siempre: los universales. El resultado más allá de la sorpresa inicial de ver a Vicentico tan cerca del la canción ligera más mainstream, funciona hasta el punto de convertirse en uno de esos placeres culpables que tanto nos gusta ocultar.
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