Franki
Discos / Radiocrimen

Franki

8 / 10
Holden Fiasco — 14-04-2023
Empresa — Demons Records
Género — Punk

A estas alturas, cualquiera se pone a presentar a Radiocrimen. De hecho, es que hablamos de ellos porque están de celebración. Son diez años ya. Diez años que han pasado desde aquel primerizo "Mátame" (Brixton Records, 2013). Desde entonces, muchas canciones escritas, una infinidad de bolos, algunos cambios en la formación, pero aquí siguen, diez años más viejos, habiendo ganado en pulso y firmeza, convirtiéndose casi en sinónimo de punk-rock.

Y lo celebran alargando su gira “Desde Las Kloakas Tour” porque, en breve, ya mismo, tendrán nuevo disco que defender; más alimento para su repertorio en directo, por lo tanto. No sé cómo ni cuándo ni a quién se le ocurrió, pero han tenido a bien escribir una ópera punk, como ellos mismos lo han descrito. Ahí es nada. No son los primeros ni, casi seguro, serán los últimos, pero hay que tener energía y ganas para proponerse editar, hoy en día, un disco conceptual, que se llamaba antes. Si ya cuesta conseguir que alguien escape de la tiranía del hit para interesarse por una colección entera de canciones, imagínate si todas ellas forman un argumento y te piden que se escuchen en conjunto, de una sentada. Es una apuesta arriesgada, y siempre hay que aplaudir el riesgo cuando se toma en el arte, dicen.

Se han encargado, eso sí, de que el formato no se desborde. Me explico. Es como lo que decía Edgar Allan Poe, y aquí me pierdo, pero intentaré demostrar que tiene sentido. Poe, quien solo escribió una novela en su larga carrera como escritor, siempre adujo que la fuerza de los cuentos cortos y de la poesía residía en la totalidad de su composición. Es decir, que te podías (y se debían escribir para ello) leer un cuento de una tirada, en un solo buche, y así disfrutar de la contemplación integral. Pues aquí, lo mismo. Ellos piden que se escuche en una pieza y la extensión, el ritmo y la composición lo permiten, ya que no se exceden en minutaje, en evocaciones adicionales, no hay atajos ni rodeos.

El disco, grabado, mezclado y masterizado en Chromaticity Studios de la mano de Aitor Tano y Pedro J. Monge, se titula Franki, que, si eres seguidor de los Radiocrimen, seguro que es un nombre que te suena. Lo han dividido en tres actos, con tres canciones en cada uno excepto en el último, que se resuelve con cuatro. Y todo ello contenido en media hora intensa que comprime adecuadamente la cronología del personaje protagonista. Van de Jon a Franki en línea recta, aunque haya curvas, dibujando, de paso, el tiempo y el mapa de un territorio y una época muy concreta. Eso, por cierto, y es mi humilde opinión, también se agradece. Y es que, aunque esté claro que se remontan varias generaciones y eligen una geografía muy definida, no han hecho un ejercicio genérico y con ínfulas de paradigma, más bien se han centrado en una historia específica y, a partir de ahí, si procede, se expanden. Pero, sí, lo sé, no te he dado los detalles y no me he explicado bien. Aquí va:

Esta ópera punk cuenta la historia de Jon, un joven al que sitúan en el mismo centro del mundo, Bilbao, durante la década de los años ochenta. Jon vive, sobrevive, se desespera, no espera, revienta y, al final, se transforma en el ya mencionado Franki, que, si no lo sabes te lo digo, es el nombre del sexto Radiocrimen, ese que se ha convertido en símbolo de la banda, tanto o más que el color rosa fucsia de su grafía, desde que salió en la portada de Mátame hace ya diez años, con lo que tiene sentido que lo hayan elegido como protagonista de este décimo aniversario. En el largo recorrido biográfico por la mutación de Jon en Franki, la banda se explaya y se permite escarbar en ese Bilbao que no se olvida, el que hace ya cuarenta años definió, en parte, el carácter de la ciudad y de su gente. Y no es el que aparece en el disco un Bilbao disipado o delineado para la ficción. Es un Bilbao que se esgrime con detalle y cercanía, descrito desde dentro, desde la memoria y la emoción. En canciones como “Dios ha muerto”, ”Txitxarro” y “Plan ZEN”, se habla de las escaleras de Mallona, la estación de La Naja, el Casco Viejo como universo, MCD y los Clash como banda sonora, los gaztetxes, la heroína, la discoteca Txitxarro, por supuesto, la asamblea de parados y el ya mencionado plan para la Zona Especial Norte. Ese Bilbao que algunos todavía pueden sentir y casi tocar es el que ejerce de escenario para que veamos cómo se convierte Jon en Franki.

La crónica se inicia y se presenta en “Jon”, donde la identidad del protagonista parece definirse por terceros que lo describen; sin embargo, ya en “No acepto”, se alza la primera persona y, cuando la transformación se completa en “Franki”, su voz se empodera y exige que se reconozca su nueva identidad. De todas formas, en esta misma canción, se produce un intervalo musical que nos regresa a la primera, a “Jon”, y nos recuerda todo el camino trasegado. Se consigue gracias a la voz de Nadège Ninne (también encargada del diseño, la fotografía y la maquetación), quien se luce dándole otro ritmo y otro matiz a la narración. Es, además, el mejor ejemplo de lo que también sucede en otros momentos y en el disco en general, porque los Radiocrimen demuestran músculo, pero también flexibilidad, capacidad para retorcer los patrones y complicar la epidermis de la historia que intentan trasladar en versos y acordes. El disco tiene diversidad y pliegues, se mueve por el tiempo, admitiendo la investigación. Consiguen, así, una colección de canciones que rozan la épica, pero sin perder inmediatez. Uno puede imaginarse que se van a gritar a pulmón en los conciertos. Así, por ejemplo, la represión policial se retuerce en el ritmo oscuro y el doloroso eco de “Señor X” y la conciencia de ser diferente sostiene la resistencia en “Soy un error”. Y, en “Bastardos”, se siente el espíritu de ese punk-rock macizo y punzante, de estrofas arrojadizas y vena hinchada, que parece definir el género y los diez años de carrera de esta banda, pero, en el resto del repertorio, se demuestra, como he intentado explicar antes, esa plasticidad compositiva que enriquece las canciones y el disco en general. Como ejemplo máximo, la adaptación libre que hacen del “Where Is My Mind” de The Pixies en “Mi caos mental”. Que, por cierto, no es la única versión, porque, en algún sitio, busca, yo no digo más, aparecerá Patrik Fitzgerald con su corazón atravesado por un imperdible, lo que funciona, yo así lo leo, como testimonio de lo que el punk ha significado para muchos. Esa misma surtida inspiración se aprecia también en los nudos de la trama, que lo mismo se pasa de una canción a otra con la sutura de un redoble que con la costura de una línea de bajo o con el gozne de un silencio expectante. Pero, siempre, aunque las canciones se ponderen por sí solas, consiguen que permanezca ese aliento curioso que se pregunta qué será lo próximo, cómo acabará la historia.

Y, para saberlo, no te queda nada, porque ya llega el día. Anunciaron que el estreno sería este mismo 14 de abril. Los discos, he leído por ahí, llevarán de regalo una postal firmada por el grupo y, para los 25 primeros, una chapa. Además, han anunciado que todos aquellos que se acerquen al bolo de este sábado 15 de abril en el Kafe Antzokia de Bilbao, día del estreno, recibirán una copia gratis en cedé. Si no puedes asistir, no te preocupes, tendrás más días. Los Radiocrimen, por lo que parece, no se cansan de girar y de visitar lugares. En noviembre, viajarán a Latinoamerica y, antes, ya tienen compromisos en Vigo, Gijón, Lleida, Burgos y algún sitio más. Así que, mira a ver, que Jon y Franki puede que anden por tu ciudad, a ver si te los vas a encontrar al torcer una esquina, aunque sea la esquina del tiempo.

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