End of World

Discos / Public Image Ltd. (Pil)

End of World


6 / 10
Fran González — 22-08-2023
Empresa — Autoeditado
Género — Post punk

A sus sesenta largos, poco o nada le queda ya a John Lydon por demostrarnos, más que unos pies muy dentro del tiesto y el deseo de acontecer a una comedida senectud que deje de alimentar tabloides a golpe de bocachanclismo sensacionalista. Por suerte para el fan veterano, y en lo que a lo musical respecta, este legendario sexagenario ha tenido a bien volver a comportarse como el artista ácido e irreverente que siempre fue, esta vez no sobre los titulares sino sobre las partituras, con “End of World” (23), el primer disco de Public Image Ltd. en casi una década, y una particular carta de amor dirigida y dedicada a Nora Forster, su esposa, fallecida recientemente a los 80 años tras haber combatido un largo e intenso proceso de demencia.

A pesar de este pretexto que vaticinaría al oyente un tono emocional y una cáscara ciertamente sentimental alrededor de sus trece respectivas pistas, no perderemos la ocasión de poder ver al Lydon socarrón e irónico de siempre, espetando versos avinagrados, metiendo el dedo en la yaga, pasándose de listillo o yendo de frente y contra el mundo. Su genio y figura sortean el paso del tiempo con los aprietos propios de la edad (las carencias tonales que a los 20 se le perdonaban por ser fresco y revolucionario, a los 60 se terminan convirtiendo en pecados capitales de difícil aguante), pero la energía y el empeño que le vemos derrochar no son precisamente los de alguien que esté a punto de solicitar su jubilación con una carpeta bajo el brazo y en la puerta del SEPE. Lydon le echa cara –y morro, por qué no decirlo- y nos sumerge en sus incómodas peroratas salpicadas de beats con aires de dance-punk, líneas de bajo asfixiantes y agudos riffs de guitarra, obteniendo como resultado algunas canciones que bien parecen sacadas de su mejor catálogo (“End of the World”) o directamente gestadas en los ochenta (“Car Chase”). La actitud del británico, de hecho, aparenta seguir intacta desde entonces, pues para este undécimo álbum de estudio le vemos repartir con preciso acierto los epítomes de su eterno registro, manifestando furia, drama y emoción a partes iguales y de la mano de una teatralidad casi épica, cuyo tono roza la epopeya moderna en determinados momentos (“Penge”). Qué lástima que también sobresalgan a lo largo del disco otros rasgos de su personalidad, menos admirables e igualmente contenciosos, como ese arrebato por recordarnos su faceta más anti-woke en “Being Stupid Again” que realmente no era necesario corroborar (“Well, here's a question again / Does that make me racist again?” o “Men into women and back into men / Again and again all banning all men”, son tan solo algunos versos que te harán desear que este corte hubiese sido instrumental).

En efecto, el encanto de sus melodías y ritmos no debe ser pasado por alto (con delicatesens como esa “Dirty Murky Delight”, remitiendo puntualmente a una suerte de Ian Dury a sottovoce) pero el poder de las letras de Lydon nos llevará irremediablemente al huerto de la provocación, siendo éstas destinadas más de una vez a avivar algún que otro fuego disperso en su carrera reciente (“Give yourself a story, empty of history / And wrap it up in Mickey Mouse”, canta en “L F C F”, sutilmente dirigida a sus ex-compañeros de Sex Pistols en relación a los pleitos y querellas que rodearon el lanzamiento de “Pistol”, la miniserie sobre la formación). Ahora bien, Lydon es humano y también tiene corazón, de ahí que el disco concluya con una de las canciones más enternecedoras de su palmarés, y con la que (casi) se redime de su arrogancia boomer, previamente exhibida. Hablamos, sin duda, de la célebre “Hawaii”, canción con la que el artista tanteó la posibilidad de representar a Irlanda en Eurovisión durante la pasada edición del festival y un rinconcito de intimidad en plena Polineasia, creado para él y su difunta esposa en aras de combatir los devenires de un mundo moderno que se cae a pedazos (“You’re loved, again again / Hawaii, you and me / All those good times”). Por supuesto, la faceta lírica de Lydon con la que más nos gustaría quedarnos, pero bien sabemos que en el pack vienen incluidos más aspectos de su incorregible alter ego que, como poco, nos asegurarán seguir viéndole dando el cante unos cuantos años más.

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