Decir más con menos elementos. Seducir (y convencer) sin alzar demasiado la voz. Poetizar la realidad sin ser pedante. Customizar cada estilo que somatizas hasta hacerlo propio. Realizar un ejercicio de introspección sin que el egotrip te haga perder el contacto con la realidad. Quererte a ti misma sin exagerar la profundidad de las heridas. Rezumar verdad en este mundo de postureos, en definitiva. A Lorena Álvarez le ha sentado de maravilla hacer tabula rasa, darse un respiro y volver a su pequeño pueblo natal asturiano (San Antolín de Ibías, poco más de 400 habitantes). Porque "El poder sobre una misma" (2025) es un disco tan ejemplar como delicioso, fiel al biorritmo de una artista que se toma las cosas con la necesaria calma, consciente de la importancia de los silencios – los reales y los metafóricos –, porque que si algo le sobra ahora mismo a este endiablado mundo es ruido.
“Increíble” es una rumba a su manera, como me decía en una reciente entrevista que podéis leer en este mismo medio: “Lloraré por no haber sido capaz de hacer feliz a mi amor”, canta con sentimiento, pero trocando el desgarro de una María Jiménez por su proverbial serenidad. En “Los pensamientos” se notan los punteos de guitarra de Víctor Herrero, que recuerdan tanto a los del blues tuareg. Hay cierto eco björkiano en la austerísima “Una mirada oscura”. Y una fuerza casi telúrica en cada uno de estos nueve cortes. Entre Vainica Doble (hay que ver lo bien que filtran su tradición desde el norte, desde los tiempos de Nosoträsh, Pauline en La Playa o el sonido Donosti) y la tradición del bolero se desenvuelve “Cuando el amor crece”, rematada por los coros de Soleá Morente – quien reemerge en la aflamencada “Se me daba cuidao”, plena de hechizo – y dejándonos una frase pare el recuerdo: “Dejemos de ser vagabundos y empecemos a ser peregrinos”. El tema titular pone la nota de liviandad en lo sonoro, con esa especie de tecno pop descacharrado, al servicio del texto más literal e hiperrealista de todos, abrochando un álbum brillante. Y para cuyo despiece – ahora caigo – no he tenido que emplear la palabra “folk”.
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