Tras el triunfal debut con “Roneo Fun Club” (23) y el EP “La Caleta” (24), en el que hicieron equipo con el cantaor David de Jacoba y el dúo de productores electrónicos Texture, vuelve a haber mágico eclipse de bola de espejos sobre el Sacromonte. Casi dos años de elaboración a fuego lento y los Daft Punk del Albayzín de Graná, Manuel Hidalgo Sierra “Indio” y Luis Abril Martín “Nitro”, La Plazuela, contraatacan con su segundo y esperadísimo largo, “Lugar Nº0 (D.L.Y.)” (25). Esos sueños que se cumplen, pero que no son exactamente como los habíamos soñado… Catorce canciones introspectivas, para no perderse (“Don't Lose Yourself”) o sí y encontrarse, para sumergirse en el desarraigo, la nostalgia y la ansiedad, pero siempre dejando atrás la tristeza con un luminoso cóctel sonoro perfeccionado que invita al contoneo, al palmeo, a esa pista de baile en la que se olvida el ritmo frenético de las redes sociales y las ciudades que nos consumen sin que nos demos cuenta. Un volver a ese lugar “nº 0” del que partimos una vez, cable a tierra para recuperar y degustar la calma, analizar los cambios con madurez y seguir de rave hasta el amanecer/anochecer y más allá.
Todo bajo el latido genuino e intacto de la banda, alquimia de flamenco, funk y electrónica de baile, más extra de jungle, pop, jazz, R&B, soul, disco y salsa, entre otros géneros, con las emociones a flor de piel siempre al mando. Autenticidad y pellizco en esa encrucijada de sofisticación en la que colisionan y dialogan la Motown de las Supremes y Marvin Gaye con el City Pop de Tatsuro Yamashita y Mariya Takeuchi. Y a los mandos de la cuidadísima producción Álvaro Arellano, del dúo granaíno Texture.
Con esos mimbres ganadores, los surcos echan a andar y, tras esa reflexión inicial de “Nº0”, frenar el mundo y bajarnos para conectar con los que nos rodean y con nosotros mismos, comienza la tromba de hits: de la melancolía jazzística que se libera poco a poco bajo rayos de luz pop, funk, R&B y disco a fuego lento en “Tengo que pensar”, al despegue total y primer gran zarpazo en el pecho con una “Si miro patrás” compleja y adictiva a partes iguales. Una de las joyas de la corona, sin Björk, sin Yves Tumor ni la Orquesta Sinfónica de Londres, pero sí con la impresionante Banda de La Victoria del Realejo, que hace que se contonee y baile en la bajada de la cuesta del Chapiz, bajo palio y con manto bordao con hilo de oro, la mismísima Rosalía de “Berghain”.
“Este juego” sin instrucciones del vivir, de aprender a base de desencantos, de cruzar la oscuridad para alcanzar la luz, la fe a base de pecar… La difícil tarea de mantenerse tras el éxito a quemarropa, de quererse y querer de verdad, todo bajo una pegadiza brisa city pop y coloridos teclados psicodélicos. Para desembocar en ese inicio sonoro de película y un estribillo que se te pega como el salitre de un verano eterno: “Solo eres pa mí / como la lluvia fuerte que recorre mi piel. / Te has pegao a muerte, / cómo voy a morir, / si sola con mis besos tú te mueres también”. Una deslumbrante “Solo eres pa mí”, otra de las piezas cumbres de este nuevo trabajo, con Ángeles Toledano sumando de nuevo su quejío y sentir luminoso a las causas del corazón, con giros r&b y jazzísticos, arreglos orquestales de cuerdas y sampleo de Junco incluido.
La Cara A la terminamos con vitamina “B12” en vena para resurgir a ritmo de caño roto, pulso funk y disco house ochentero (teclados al poder) con mucha clase, y luego “plantando bajo tierra las fatigas y llenando la casa de jazmines y buganvillas” desde la raíz del barrio en “18010” (código postal del Albayzín), con el aroma más auténtico y flamenco de La Plazuela, por aires de tangos y rumbas rebosantes de compás y sentimiento.
“D.L.Y.” es el interludio jazz telefónico que nos narra una voz amiga: hay que aceptar el cambio y seguir creciendo hacia adelante… Y eso hace en “Tiempos raros” La Plazuela: “Yo llegaré tan lejos como me deje el tiempo, / viviré esta vida sin pensar en lo de luego, / y andaré el camino sin mirar al suelo”. Con medido latido rítmico que funde breakbeat con jungle, y esa fina capa de city pop japonés omnipresente, además del espíritu de Ray Heredia sobrevolando y esa pegadiza melodía del estribillo del “Oh Mon Amour” de José el Francés que, tres décadas después, cala hasta los huesos, con la mismísima Chonchi Heredia grabando los coros junto a Indio y Nitro.
Siguen explorando en este segundo asalto los estados anímicos, las inseguridades sentimentales y ese volver con los nuestros para reconectar con nosotros mismos, de la fórmula dub-funk-flamenco marca de la casa en “Eterna primavera”, al mal de amores de “Mala de verdad”, pasando por ese latin jazz que funde con salsa y bossa nova en “Cara de Dios”. Recta final con dos canciones interconectada: de esas mitades que terminan por perder el equilibrio y se rompen, en la electro-funk y soulera “De dos en dos”, al nuevo resurgir del amor en “De mi pa ti”, el tema más desnudo del lote y a corazón abierto, porque aunque antes todo se desintegrara, a las emociones no hay quien las pare y puede que esta vez las mitades conecten y sean siempre una… y si no, que La Plazuela siga sonando, que nos quiten lo bailao y vuelta a empezar.
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