La pandemia tuvo efectos insospechados sobre los músicos, cuyos ecos llegan hasta nuestros días cinco años después. A la compositora y escritora noruega le afectó el fenómeno de la pérdida del sentido del olfato que sufrían los que contraían el diabólico virus, y también el distanciamiento social que convirtió los conciertos en tristes parodias.
Poco a poco su desencanto hacia el mundo de la música y su “aspecto físico” fue nutriéndose de su nueva obsesión por el mundo del perfume, y todo acabó desembocando en un nuevo álbum con título de un aroma sofisticado de la casa Serge Lutens. De forma enigmática, este sentido que los humanos tenemos un poco atrofiado la llevó de vuelta a lo sonoro.
Siguiendo la fecunda tradición del sello de bandas del calibre inventivo de Cocteau Twins y The Breeders, “Iris Silver Mist” propone al oyente un viaje inmersivo y sensual en un universo construido artesanalmente. Una buena parte del disco son las propias maquetas que la artista fue creando a partir de su intuición. Un disco muy suyo, y con el cual Hval continúa su línea de indagar entre texturas sonoras y textos enigmáticos. Las elegantes baterías puntuales suman puntos.
La sensualidad del sonido y el estilo vocal de Jenny Hval hacen inevitable pensar en la influencia de Björk, referente nórdica de una manera muy personal de entender la música en la que una cierta frialdad del norte se acaba haciendo cálida. Sin embargo, la noruega, sueña de una carrera ya muy prolongada, se las arregla para imprimir su sello: la tensión misteriosa y el surrealismo lírico de “To Be a Rose” podrían verse como el corazón de este sugerente mundo paralelo y en el que la compositora encuentra un equilibrio óptimo entre búsqueda experimental y accesibilidad melódica.
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