Hay bandas tan asociadas a una parcela espacio-temporal que no deja de resultar sorprendente que sigan editando nuevo material. Sucede, por ejemplo, con aquellas que, aprovechando el cambio de milenio, cogieron el testigo del Britpop y conformaron la nueva escena del indie-pop en Reino Unido. Ocuparon así un espacio específico que, en la mayoría de los casos, parecía ceñirse precisa y estrictamente a aquellos años ahora lejanos. Una generosa nómina en la que cabría colocar a Starsailor, Embrace, Keane, Elbow, Athlete, Seafood o los ahora todopoderosos Coldplay.
Una generación a la que también pertenecían Idlewild, quienes por entonces dejaron algún título más que interesante del tipo de “100 Broken Windows” (Parlophone, 00) o “The Remote Part” (EMI, 02). Si de por sí su propia persistencia no deja de resultar llamativa un cuarto de siglo después, aún lo es más el hecho de que la nueva (y en este caso homónima) entrega de los escoceses derive en agradable reencuentro durante buena parte de los treinta y cinco minutos que componen el presente “Idlewild”.
Los de Edimburgo entregan diez nuevas canciones con marca de la casa, a todas luces intranscendentes, aunque eficaces y directas en sus comedidas pretensiones. Indie-pop de guitarras en las que no faltan acertadas melodías y esa agradable familiaridad concretada en la bonita voz de Roddy Woomble. No cabe mucho más en un álbum que tampoco reclama mayores cotas. El asunto funciona, al menos durante un rato y antes de que el tercio final comience a pasar inadvertido, supurando cierto exceso de azúcar que también solía formar parte de la fórmula de Idlewild.
En cualquier caso, “Idlewild” supone una buena noticia gracias a temas como “I Wish I Wrote It Down”, la bonita melancolía ochentera de “It's Not the First Time”, “The Mirror Still”, “Stay Out Of Place” o el notable single “Like I Had Before”, que apuran el revival en torno a la época durada del combo. Quizá el grupo no llegue a consensuar ninguna reivindicación de nivel con el que es su décimo trabajo de estudio, pero genera una nostalgia agradable sita en torno a aquel momento en el que vieron la luz sus mejores canciones. Una referencia que, en definitiva, deja buen sabor de boca... tan efímero como sin duda agradable.
Texto: Raúl Julián.
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