¡Qué extraño lugar ocupa Fishbone en la historia del rock alternativo! Por un lado referencia indiscutida de una época, influencia tangencial de decenas de bandas muchísimo más populares que ellos y por otro una especie de desastre caminando, con cambios de formación escandalosos y un espacio de precariedad compartido por la ignorancia de “la industria” hacia ellos, pero también con algo de responsabilidad propia; en cierto modo Fishbone siempre fue su propio enemigo. Lo que podría verse como una historia con giros dramáticos a más no poder (expuestos en su muy buen documental “Everyday Sunshine” de 2011) también es un camino de gloria y magia, encumbrado en una colección de canciones que, tal así, nadie más en la tierra es capaz de componer.
Lo más loco es que luego de que la tan ansiada reunión de la formación original termine en un fiasco pseudo mediático (decir mediático sería mucho ya que muy pocos medios les hacen caso) con declaraciones fuertes de parte de los miembros más importantes de la banda, Fishbone vuelven a sacar un LP luego de casi 20 años -recordemos que lo poco que lanzaron en medio fueron singles y EPs-.
Pocas veces estuve tan preparado para una decepción como antes de darle play a “Stockholm Syndrome” y menos aún me llevé una sorpresa tan grande. Todo lo que Fishbone perdió en este último tiempo con su última y más drástica variación en su formación (se fueron Norwood Fisher, Phil Fisher y Walter Kibby, miembros fundamentales, además de Mark Phillips) fue reconstruido ladrillo por ladrillo en una nueva formación cimentada en la experiencia del “Fishbone Soldier No. 1” y posiblemente el mejor frontman de su generación, Angelo Moore y el teclista y vocalista Chris Dowd.
El resto de músicos de este nuevo lineup, a excepción del guitarra Tracy Singleton quien vuelve a la banda luego de más de 20 años, son tan ignotos como efectivos. En “Stockholm Syndrome” esta nueva versión del gang de Los Ángeles logra volver a la vida a ese sonido amalgamado que marcó corazones a fuego, cambiando definitivamente la escena.
Desde el comienzo, “Last Call in America” es un funk Philapheldiano que recuerda al “Living in America” de James Brown, así se sale a ganar un partido, desde el minuto cero. De ahí en adelante, y con el puñetazo de inmediato ska-punk de “Adolescent Regressive Behaviour”, las cartas están tiradas y Fishbone ganó todo en la repartija.
Aires a Northern Soul (la preciosa “Dog Eat Dog”), post-punk (“Secret Police”, melancólica y oscura en la voz de Dowd), al sonido Bad Brains (en la ciclotímica y espectacular “Suckered by Sabotage”), a punk circense made in Mississippi (“Gelato the Clown”), a humeante dub (“Why Do We Keep On Dying”, otra vez con la voz de Dowd), a las mil caras sonoras del ska que la banda puede exprimir como nadie (el upbeat de “All About Us”, la pesadez y agresividad de “Racist Piece of Shit, gentilmente dedicada a Trump y la particularidad rítmica de “Living On The Upside Down”) y un emotivo final gospel (“Love Is Love”, en la que Moore demuestra que aparte de un gran frontman es un cantante maravilloso) dejan en claro que lo que escuchamos es un disco de Fishbone en toda regla, el cual, con la pesadísima mochila de su historia, tiene el infinito mérito de hacerlos sonar inspirados, potentes y brillantes como en las mejores épocas del grupo.
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