¿Acaso alguien debiera sorprenderse por el contenido de "Dancing Days"? Que Camping hayan dejado atrás las hordas del post-rock de corte más convencional apuntadas en su debut “Photo-Finish” y hayan decidido tirar por las direcciones que a ellos les ha venido en gana no debería ser motivo de asombro alguno.
Pues una banda de sus características, cuyo entendimiento de lo post pasa precisamente por su condición de objeto permanentemente moldeable, sabe que para ganar hay que arriesgarse. Si encima uno toma en consideración el hecho de que sus vertientes se alejan hacia extremos cada vez más opuestos logrando combinar en pocos minutos el pop más meloso con la beligerancia industrial o con su reiterativa afición al indie-rock y salir airoso del intento es que vamos bien encaminados. Y aunque ello también pueda ser calificado como su álbum más estrambótico, más irreverente (esa versión de Prefuse 73), más melódico, más cantado, más valiente, más inesperado o más bizarro (por lo de los samplers de Arévalo), lo que está claro es que esta notable vuelta de tuerca a su libérrima manera de hacer, sin llegar a cotas de perfección, complace y mucho. ¿Quieren más motivos?
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