Cuatro años después de su último viaje, la dupla conformada por Madeline Follin y Brian Oblivion regresa con un nuevo larga duración en el que aseguran el paso y constatan su maduración, apostando más que nunca por un indie-pop luminoso y cargado de simbolismo que invita a sus oyentes a entregarse de pleno y sin oposición a ese universo etéreo y espectral suyo en el que la línea que separa la realidad del delirio es del todo ambigua.
“To The Ghosts” (24) posee todo cuanto cabría esperar de una banda que se hizo fuerte a mediados del comienzo de siglo en un entorno musical marcado por el fenómeno revival: guiños alternos al ayer y al hoy en sus letras, una producción irónicamente retro e insatisfecha con el presente y unos instrumentales tubulares y místicos que veladamente buscan sugerir ese marchamo inquietante y onírico que desde hace más de una década ha marcado su devenir sonoro.
Cults firman así uno de sus trabajos más completos hasta la fecha en el que su sello personal continúa estando presente (la dulzura tonal de Follin combinada con el circuito cósmico-sintético orquestado por Oblivion son los responsables de mantener la vigencia del proyecto), al tiempo que también aparecen ideas nuevas que rezuman optimismo y desenfado. De hecho, son varias las ocasiones en las que la banda neoyorquina se apoya en una entrañable ingenuidad para construir su narrativa (“Your love is sweet like honey”, canta Follin en la romántica “Honey”, que perfectamente podría sonar en una de las actuaciones nocturnas del Roadhouse de “Twin Peaks”), demostrando así que la sencillez de su mensaje no está reñida con la dimensión y el calado de sus sentimientos.
A cuento de lo anterior, e intencionadamente o no, serán varias las ocasiones en las que el dúo nos lleve a ese universo tan Lynch que les delata, desde la reescritura “spooky” del pop de los cincuenta en “Crybaby” o “Knot” hasta el dream-pop atmosférico y “badalamentiano” que cierra el disco en “Hung The Moon”. Por encima de sus amagos más coloristas y pomposos (temas como “Crystal”, “Open Water” o la electrónica “Behave” suponen intentos incompletos o directamente fallidos de probarse en terrenos nuevos) será precisamente en esos citados momentos (más lúgubres e introspectivos) en los que atestiguaremos la mejor versión de sus responsables y volveremos a sentirnos conectados al imaginario de aquella banda que encontró en la melancolía del nuevo milenio el combustible necesario para su discurso.
Porque los días de “Abducted” o “Go Outside” puede que ya queden lejos, pero a todas luces resultará inequívoco tras nuestro reencuentro con Cults que su habilidad para exorcizar el indie-pop desde dentro sigue ahí y es capaz de continuar regalándonos experiencias inmersivas y paisajes emocionales tan ricos y ambiciosos como los de su presente nuevo álbum.
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