12 /12 /12

Conocimos a Guillermo Mutiloa hace más de una década en aquel dúo tan singular y prometedor, pero de vida efímera, que formó junto a su pareja Helen con el nombre de Wilhelm & The Dancing Animals. Además de formar parte también de Antigua y Barbuda, Belize o PAPE, Guillermo dispone en la capital navarra desde 2018 de un estudio de grabación, producción y ensayo, MOTUmúsica, por donde han pasado muchos de los más creativos grupos y artistas de esa escena de la Pamplona rockera, fina, cosmopolita y underground, a la que tantas veces hemos caído rendidos y hecho referencia.

Ahora Guillermo, que reside en Irurtzun, un pueblo a veinte kilómetros de Iruña con algo más de dos mil habitantes, ha tenido la feliz idea de reunir doce de esos músicos con doce canciones en un doce pulgadas, por lo que el título genérico casi venía dado. La peculiaridad del proyecto, apoyado por el Gobierno de Navarra, consiste en hacer olvidar a esos artistas su componente eléctrico y urbano para que pudiera salir ese otro lado rural, costumbrista y/o folklórico, que el que más el que menos ha vivido, o al menos rozado, en algún momento de su vida o el de su familia más cercana. Y todo ello bajo el epígrafe de Colectivo Ostatua (Posada, albergue), mientras de cómplice actúa PrOtOcOlectivO, como promotor y curador del proyecto. Estos cantos populares de raíz campesina, tienen en todos los casos el toque particular de sus creadores y una pátina y brillo contemporáneos que entronca perfectamente con el trabajo de gente como Lorena Alvarez, los hermanos Cubero o incluso Lidia Damunt o Nacho Vegas (cuando se pone así), entre otros muchos de carácter más localista.

"Cantaré para no llorar" comienza el propio Wilhelm el álbum, acompañado sólo de guitarra, percusión y charango (adquirido en Perú) en "Laga", una trova alegre y contagiosa para cantar en la taberna, sobrio o no (más bien no). "Cómo recuerdo" es nostálgica, ensoñadora y cálida con Ama ia Tirapu de Koskoshca, mientras Gorka Beunza de Brecha brilla entre sombras a doble voz con Andrea Buenavista en "Cuentas los bardos". Oihana Herrera de Melenas se atreve con algo parecido a una canción de cuna electrónica en euskera, "Ipar haizeak", que samplea bellas voces ancestrales. "Chomeca con mi" de Pablo Villafranca (Rizos, Tremenda Trementina) introduce humor y fiesta, "A la bo a la bea" de Piñita de Kokoshca empieza en calma para ir tomando posición preponderante la percusión, el bajo, la trompeta y los coros exaltados. Cristina Aranguren de Juárez se decanta por la lírica y melancólica "En lo alto brillas", Samuel Evora "Tamu" de Exnovios le da a la jarana mientras busca la paz en la vitriólica "Veneno", a la vez que su compañero Juan del Puente envuelve de nebulosa y coros aéreos la melódica y ensoñadora "Habrá un lugar".

"LLevaron el agua al valle, llevaron el valle al agua" entonan Javi Arnárez y Germán Ucar de PAPE en "Pueblo hundido", que no desdeñarían Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanki. Germán Carrascoca en "M&I" (las inciales de sus hijas) entona "Con esos ojos marrones, ya no llores, ya no llores...", con voces a lo Vainica Doble y sabor a genuino cancionero popular, para cerrar el disco el catalán Liztorra, instalado en Garralda, con "Amanece y crece", explícita mirada a una excursión a ninguna parte, "Hoy no habrá prisa, hoy no habrá wifi, ni facebook ni twiter".