El sol infinito que emerge de una tormenta circular en la portada de este álbum colaborativo entre el reconocido dúo de música de raíz estadounidense The Avett Brothers y el multi talentoso cantante Mike Patton oficia como metáfora gráfica de lo que pareciera ser el momento artístico y quizá personal del vocalista.
Luego de unos años turbulentos en los que su inabarcable caudal de producción se redujo a unos mínimos -tanto en estudio como en directo-, debido a sus problemas de salud mental (al parecer, felizmente superados) Patton reaparece con este proyecto del que había crípticamente adelantado que se trataba de algo realmente novedoso para él, completamente fuera de su zona de confort.
A esta altura es raro pensar en un área artísticamente insegura para un tipo que hizo de su longeva carrera una solenoide serpenteante, chocando con algún que otro obstáculo en el camino, pero, a priori, verdaderamente exitosa en la mayoría de sus delirantes emprendimientos, ya sea dentro del pop tradicional italiano, el math-grindcore, el hip hop experimental o las bandas sonoras.
Dentro de toda una galaxia de colaboradores pasados y presentes, son en este caso los Avett Brothers (un producto de consumo estadounidense, premiado y prestigioso, pero más que nada a nivel de cabotaje) los que levantan el guante para servirle a Patton un escenario perfecto que le propicie la seguridad de algún tipo de reinvención necesaria, mínimamente, para él.
Porque cuando hablamos de zonas de confort, al sonar este disco se puede pensar en Seth y Scott Avett sentados en un sofá de agua tapizado en terciopelo y a Patton en una silla crujiente con la madera a medio devorar por termitas. Esta particularidad da mucha tela que cortar dentro del análisis del álbum, al cual un servidor tuvo la oportunidad de dar las suficientes escuchas como para salir del horror de las primeras y comenzar a interpretar sus intenciones de una forma más afortunada (en este sentido es importante destacar que la escucha con cascos proporciona una experiencia sustancialmente mejor a la de una escucha en altavoces, por más sofisticados que estos sean).
Para comenzar, la calidad de la instrumentación y sobre todo de las armonías vocales es excelsa, las voces de los hermanos y el líder de Mr. Bungle suenan espirituales en su amalgama. El audio tiende a llevar las cosas a espacios de grandilocuencia que a menudo sonrojan, pero aún así tienen una potencia innegable, el punto es estar dentro o no del target al que ese potencial apunta. Y es que, si analizamos los temas, vemos que “To Be Known” contiene una melodía de voz líder prácticamente perfecta, pero la pregunta sería quién está dispuesto a comprarla. A “Too Awesome” no hay por donde pillarla, en esta no me alcanzaron las escuchas. “The Things I Do” es un confesional que se debate entre lo magnánimo de lo autorreferencial y la incomodidad de cierta frialdad transmitida y “Received” puede ser un final digno para la placa o un bluff del tamaño de Carolina Del Norte. “Eternal Love”, primer single, levanta la vara por solidez estructural y voces que se contestan a tempo y contenido lírico ideal.
Diríamos que lo que mejor hacen ese conjunto de canciones es desconcertar, pero como en todo equipo siempre hay quien salva las patatas y ahí el sol se agranda ante la tormenta circular. Cuesta destacar estas canciones salvadoras -en las que la cosa suena con la mugre que esperamos cuando pensamos en botas texanas y sombreros de cowboy- porque son las que más se acercan a cuestiones que Patton ya compartió en el pasado -sobre todo desde Faith No More y Tomahawk-, pero es inevitable sentir que son las que le dan dinámica al disco y permiten su escucha entera; básicamente funcionan como agentes de oportunidad: a partir de disfrutar de estos tracks, los demás y la obra en total obtienen su chance extra.
Hablamos del segundo single “Heaven’s Breath” un soberbio rock noir y grasoso, en el que los Avett apuntan arreglos de profunda seriedad y Patton saca a relucir su carácter de indiscutible crooner maldito. Y también de “The Ox Driver’s Zone” folk oscuro y misterioso donde banjos suenan con reverbs de catacumbas y Patton se infiltra en la canción como un extranjero golpeando las puertas vaivén de un saloon en el que volarán sillas y balas en un pispás.
Con todo, hay un par de cuestiones muy interesantes en torno a este lanzamiento y una es consecuencia de la otra. En primer lugar Patton se desafía a sí mismo en gran forma y por ende a sus más fieles seguidores: tras haber crecido escuchando su humor bizarro -que en parte gestó un escudo para bloquear aspectos reales de su personalidad- hay que tragar mucha saliva para no salir corriendo tras escucharlo decir “tu belleza es demasiado increíble para explicarla” (en la incomprensiblemente melosa “Too Awesome”). Esto nos lleva a una conclusión para marcar con fluorescencia: los verdaderos artistas no son gente en la que deberíamos confiar demasiado y justamente en eso se juega su valor. Porque el que no arriesga no gana, y cuánto más nos espabilen, mejor estará hecho su trabajo. Sea de nuestro gusto o no.
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