First Of All
Discos / Arnau & The Honky Tonk Losers

First Of All

8 / 10
Kepa Arbizu — 12-02-2024
Empresa — Beerspill Records
Género — COUNTRY

Hay ciertas bandas que su propio nombre ya trasmite una cantidad -en mayor o menor medida- de información considerable a la hora de orientar al oyente sobre su identidad. Porque no hace falta tener demasiados conocimientos previos sobre grupos como Anthrax, Manowar o Dead Kennedys para intuir la poca afinidad con las sutilezas de la que hacen gala. Pero todavía mucho más explícita resulta la nomenclatura escogida por los debutantes -que no imberbes si hacemos caso a un currículum cargado con los nombres de Micky & The Buzz, Confluence o Lomoken Hoboken- Arnau & The Honky Tonk Losers. Un concepto radicalmente aclaratorio tanto respecto a su configuración, en la que hace de factótum Arnau Coderch, errante compositor catalán recalado hace años en Bilbao, como, sobre todo, por el espacio sonoro que han adjudicado a una propuesta que también queda identificada por su apellido afligido, en relación a unos textos de ánimo melancólico y derrotista, por otro lado nada que no haya monopolizado las preocupaciones de tantos ilustres de la música tradicional americana.

Discos como “First of All”, ajenos a preocupaciones que puedan poner en tela de juicio su supuesta originalidad, consiguen ese difícil propósito de hacer pasar por algo aparentemente sencillo lo que no es sino un talento natural -previo paso de una concienzuda escucha de los clásicos- para arrogarse un espíritu atemporal que difumina épocas y localizaciones, siendo imposible asegurar si la formación se expresa bajo el rumor del río Mississippi o del Nervión. Una naturaleza compositiva que a la hora de tomar vida en su ejecución transmite esa cálida cercanía que proporciona convertir el estudio de grabación en uno de esos pequeños tugurios, perdidos en cualquier planicie de la América profunda, donde el público brinda junto a los chicos de la banda por sus dramas cotidianos.

Aunque integrado sólo por cuatro canciones, que ejercen como puntos cardinales del mapa estilístico que ocupa este trabajo, el reducido formato de este debut es lo suficientemente categórico a la hora de exhibir unas constantes que no dejan asomo a la duda en cuanto al extraordinario diagnóstico que se le puede, y debe, adjudicar. Porque nada más sonar la inaugural “The Lonesome Way”, o su continuadora “Home Sick”, es imposible no enviar nuestra mente hasta aquellos “forajidos” del country, llamados Waylon Jennings, Merle Haggard o Willie Nelson, que hicieron de este género un idioma universal para tratar de dar explicación, y en no pocas ocasiones consuelo, a los variados desaires de la existencia. Pianos honky tonk y/o Pedal Steel son elementos indisciplinables en este tipo de decoración, aquí expuestos bajo una orgánica sobriedad al servicio de un clima emotivo enunciado por una voz interpretativa lo suficientemente clara como para transmitir sosiego pero dotada de sobrado cuerpo con el que arañar el alma. Una cuestión de cuerdas vocales de las que no se pueden excluir los latentes pero esenciales coros femeninos que colorean ese lamento.

Un par de temas que anticipan que el suelo tradicional por el que circula la banda es tan polvoriento como bien asfaltado, del mismo modo que su gen roquero, por mucho que se meza en hamacas y observe el horizonte desde un destartalado porche, late entre sus constantes vitales. Virtudes que consiguen invitar al respetable a una improvisada pista de baile para ponerle pasos y taconeos al inevitable ocaso y entonar juntos ese estribillo de melancólica épica que contiene “Fallin' Down”. Porque en esta carrera perdida, en la que por otro lado está prohibido abandonar, estamos todos juntos. Y por si quedara alguna duda de esa raíz eléctrica que atraviesa al combo bilbaíno, el traqueteo rítmico -espoleado por el violín de Goaitz Dutto- que imprime “The Mountain Boy” nos conmina a ser protagonistas, o secundarios, eso no importa, en ese imaginario fílmico de western que amplía sustancialmente los confines y las ganas de ser conquistados.

“First of All” es un debut de corta duración pero que suena a genialidad interpretada por curtidos versados en ese concepto tan universal -y amplio- que se llama música americana y que aquí está delimitado con acento propio entorno a praderas y atardeceres anaranjados. Al igual que el lenguaje está lleno de inmemorables y trascendentes palabras que entonadas por según qué persona pueden caer en su más absoluta vacuidad o atravesar nuestro alma, igualmente el country puede ser una forma de expresión que se desvanezca en clichés o que adopte con perfección su majestuosa síntesis. Esta primeriza banda bilbaína usa viejos vocablos, nos remiten a calendarios polvorientos pero consiguen recrear con absoluto talento la única unión indisoluble frente al paso del tiempo: canciones y sentimientos.

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