El reinado del brit-pop se acabó hace tiempo (menos mal). Las aguas revueltas vuelven a su cauce, y si un nuevo grupo de sonido británico hasta la médula vuelve a llamar la atención, no será porque su falta de ideas venga envuelta en las mieles de ningún movimiento, sino porque se lo merezcan de verdad.
Es el caso de Spearmint, que tras asentar su formación y su estilo atacan (después de una recopilación de singles) con un primer disco del que se podría decir tanto Pulp como Denim; o más bien, tanto rescoldos bien entendidos de brit-pop, como letras rabiosamente vitalistas y profundamente enraizadas en la vida cotidiana de la isla. Y lo que es mejor, lo que marca la diferencia, optimistas (siendo conscientes). Por eso, tras una marea de depresión que ha durado demasiados años, éste es el mejor ejemplo del pop maravilloso que tenía Inglaterra escondido, esperando a reclamar de nuevo la urgencia de la alegría que puede haber en el fondo del charco y la caza de un tiempo perdido que puede volver a empezar cualquier día. Sin pizca de rabia. Grandes.
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