10,000 gecs
Discos / 100 Gecs

10,000 gecs

8 / 10
Salomé Lagares — 28-03-2023
Empresa — Atlantic
Género — Indie pop

La línea entre lo genial y lo estúpido suele ser fina y difícil de transitar, pero Laura Les y Dylan Brady han hecho de caminar sobre ella su marca. En los siete años que llevan trabajando juntos como 100 gecs, el dúo ha pasado de ser pionero del hyperpop a adoptar un sonido caótico y pirotécnico: un barullo de prácticamente todo lo que queda a su alcance, de ska a pop-punk y de chiptune a death metal. Si hay una constante que ha dirigido este anarquismo desde el principio, ha sido la capacidad de Les y Brady de explotar lo absurdo de manera poco seria y a la vez totalmente no irónica, su sensibilidad al potencial que existe en lo ridículo y que les permite no estar limitados por ningún tipo de regla, crear con la confianza y la abundancia de referencias que solo los crónicamente-online pueden reunir.

Como indica el título “10,000 gecs”, su segundo álbum es una extensión de las idiosincrasias que marcaron esfuerzos anteriores. Tal vez “refinado” jamás sea la palabra para describir un proyecto de 100 gecs, pero en menos de media hora este nuevo trabajo presenta una versión más precisa del eclecticismo que los elevó al primer plano del pop experimental sin renunciar al descaro que los hizo artistas ampliamente divisivos.

Aunque se ha reducido la intensidad del autotune y las distorsiones vocales (Les decidió tomar clases de canto durante la pandemia para sentirse menos restringida en su proceso creativo), “10,000 gecs” sigue siendo un disco hiperactivo y estruendoso: “757" esboza al dúo luchando contra la paranoia inducida por la marihuana a través de una pared nebulosa de sintetizadores abrasivos y percusión martilleante, y las repeticiones en “One Million Dollars” pasan de inspirar la aceleración de una rave a la de una posesión demoníaca de manera vertiginosa. Esta vez, sin embargo, 100 gecs nos alborotan más abiertamente desde el pop-punk que desde la electrónica experimental, como demuestran los sencillos del álbum: en "Doritos & Fritos”, delinean un delirio insomne con rimas que suenan a canciones para saltar a la comba (“Okay, I went to France/to get some new pants/I went to Greece/to get something to eat”) y un teclado que parece recrear la sintonía de un antiguo módem; en “Hollywood Baby”, emulan a blink-182 mientras se burlan de las ensoñaciones doradas y las consecuentes frustraciones que abundan entre la población del barrio titular.

Si los conceptos surrealistas que 100 gecs lanzan constantemente contra la pared (lo que, en este caso, incluye una canción de ruptura sobre sacarse las muelas y una duología nu-metal/rap rock sobre un asesino psicópata matando al objeto de su obsesión y luego dándose a la fuga) funcionan, es porque el dúo trabaja siempre desde la más absoluta franqueza. “Comenzamos haciendo tonterías… y todavía somos simplemente dos amigos pasándoselo bien”, confesaba Laura a Kerrang! hace tan solo unos días. En el centro de todo lo que hacen, una vez despojados de los artificios de sus fantasías, uno puede prácticamente verlos a ambos en una habitación intentando encontrar nuevas formas de hacerse reír: transmiten el tipo de química y el deleite genuino por lo que hacen que transforma un tema sobre una rana en una fiesta en una auténtica oda a la vulnerabilidad y la amistad.

Si consideramos “mememe”, la pista que cierra el disco, como una declaración de intenciones, 100 gecs planean continuar investigando los lugares insólitos a los que su conexión puede llevarles. Cuando cantan “You’ll never really know (know-know-know-know-know-know) / Anything about me (me-me-me-me-me)”, suena como una promesa explícita de que seguirán siendo igual de impredecibles y una insinuación implícita de que será igual de divertido.

 

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